Paz
Fue en tercero de carrera, o sea, en el oto?o de 1960, cuando publiqu¨¦ mi primer art¨ªculo. Se titulaba Paz, y era una alegor¨ªa, no demasiado sutil, relacionando la paz de los cementerios y la paz del franquismo. Apareci¨® en el n¨²mero 3 de Forja, la revista de los estudiantes de la Facultad de Derecho de Barcelona. Nunca hubo un n¨²mero 4.Casi cuatro d¨¦cadas despu¨¦s, una de las razones por las que estoy en paz es porque mi pa¨ªs lo est¨¢ de verdad. Profunda e irreversiblemente, formando parte de una Europa desorientada y comodona pero privilegiada y estable. Muchos dirigentes pol¨ªticos no lo sienten as¨ª. Porque los ataques personales, las campa?as de algunos medios de comunicaci¨®n y el constante aguijoneo al que son sometidos, y al que ellos someten, no hacen su vida muy apacible. Pero la gente, aun tensada por los problemas cotidianos y aunque sigue teniendo que ganar el pan con su sudor, y gracias cuando se puede, sabe que hay paz. Que la vida no puede ser truncada por el ordeno y mando del Estado o por el fanatismo de los iluminados. Que la guerra es un eco distante repetido en el sonsonete de los telediarios y, si alg¨²n d¨ªa toca, de lejos y en manos de profesionales. El desprestigio de la pol¨ªtica es el lujo que se puede permitir un pa¨ªs cuando no hace falta la pol¨ªtica para vivir, para respirar, para hablar, para escribir, para hacer teatro (as¨ª me politic¨¦ yo), para subvenir a necesidades elementales, para sentirse persona, para disentir y para criticar, para desear sin culpabilidad, para so?ar sin temor a despertarse.
La contribuci¨®n de nuestra generaci¨®n, la generaci¨®n de los sesenta, en su pluralidad de voces y rostros, habr¨¢ sido construir un pa¨ªs democr¨¢tico hasta el aburrimiento, en el que, en realidad, si se piensa bien, no pasa gran cosa, aparte del culebr¨®n de los esc¨¢ndalos. Y en el que las batallas pol¨ªticas, cada vez m¨¢s encerradas en su propia l¨®gica, no tienen trascendencia directa para la vida personal y familiar y para la suerte cultural, econ¨®mica y tecnol¨®gica del pa¨ªs. Una de las generaciones m¨¢s politizadas de nuestra historia consigui¨® el logro supremo de su propia obsolescencia. Por primera vez en la historia de los pueblos ib¨¦ricos quien gobierna, aun siendo relevante, no tiene excesiva importancia, excepto para quienes aspiran a gobernar. La trivializaci¨®n del poder ha puesto Fin a una trayectoria secular en la que el Estado era el principio y el fin de todas las cosas. No por casualidad el movimiento revolucionario m¨¢s din¨¢mico, y m¨¢s enraizado, de la Espa?a del siglo XX fue el anarquismo. El Estado y la Iglesia-Estado fueron durante siglos nuestros enemigos, los enemigos de la gente. Hoy, ya no.
Y ¨¦se es nuestro triunfo. El legado de nuestra generaci¨®n. A partir de ahora, jovencitos de hoy, ciudadanos de ma?ana, vivid vuestra vida. Y cuando haga falta, protestad, luchad, como corresponde en una democracia, que sin autonom¨ªa, lucha y proyectos alternativos se vac¨ªa y se corrompe. Pero hacedlo disfrutando del momento, de vuestro momento hist¨®rico. Que la libertad de sentir, en este complicado rinc¨®n del extremo sur de Europa, es un privilegio reciente y, en este fin de milenio, un privilegio exclusivo de una minor¨ªa en el mundo. La conciencia de lo que se tiene ayuda a no devaluar lo que se vive. O sea, alegra la vida.
No todo es tan rosa, sin embargo, en estas tierras ib¨¦ricas. No repetir¨¦ la letan¨ªa de lamentos que constituye nuestro medio ambiente informativo cotidiano. Pero s¨ª es necesario recordar un par de temas no resueltos, heredados de nuestra historia y que, en el fondo, son el mismo.
ETA sigue matando. O sea, que la paz tiene una excepci¨®n. Y esa excepci¨®n basta para mantener vivos nuestros fantasmas. No s¨¦ qu¨¦ soluci¨®n tiene ETA. Desde luego, ninguna de las que se han intentado. Y en absoluto la v¨ªa represiva a ultranza, que, operada por el franquismo, fue lo que dio cuerda a ETA por mucho tiempo. Pero si s¨¦ qu¨¦ soluci¨®n tiene Euskadi. La misma que Catalu?a. La independencia de la naci¨®n sin la independencia del Estado, en el marco de un Estado espa?ol que deviene cosoberano con los dem¨¢s Estados de la Uni¨®n Europea. As¨ª dicho es demasiado general, pero hilar m¨¢s fino es tema de an¨¢lisis pol¨ªtico y constitucional, que no es de lo que aqu¨ª trato. A buen entendedor, basta una frase. El d¨ªa en que deshagamos el entuerto de las nacionalidades negadas por el Estado castellano; el d¨ªa en que la monarqu¨ªa, que est¨¢ aqu¨ª para quedarse, y bien est¨¢, sea de verdad la de todos sus s¨²bditos hist¨®ricos; el d¨ªa en que la necesaria solidaridad de las regiones no sea el pretexto para la negaci¨®n de las naciones; ese d¨ªa, y s¨®lo ese d¨ªa, habremos superado la ¨²ltima deformidad. hist¨®rica de nuestra construcci¨®n pol¨ªtica.
Por lo dem¨¢s, si a nuestra capacidad de disfrutar de la vida le a?adi¨¦ramos un poco m¨¢s de tecnolog¨ªa, algo m¨¢s de osad¨ªa empresarial y la convicci¨®n de que el trabajo no es una maldici¨®n divina, ancho es el mundo, dulce es el amor, crujiente el pan, calentita la familia y resplandeciente el sol que alumbra la paz nuestra de cada d¨ªa.
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