El dandi y el bohemio
La Real abr¨ªa un boquete en el Fondo Sur, Fabio Capello se afilaba la dentadura en el bastidor de la marquesina, Roberto Carlos dejaba su rastro de p¨®lvora y caf¨¦ sobre el carril izquierdo, los ni?os invocaban a Ronaldo, y de repente aparecieron ellos: uno, Mijatovic, con su casco de brillantina, y el otro, Suker, con su perfil de zorro.En otros tiempos, ambos sol¨ªan coincidir en las selecciones juveniles de Yugoslavia. Muerto Tito, la Rep¨²blica Federativa empezaba a descomponerse como un mosaico podrido. Centenares de miles de muchachitos jugaban al f¨²tbol y al baloncesto en la l¨ªnea del Danubio, decididos a emular a Sekularak y Kosic, sin saber que el sargento mayor estaba esper¨¢ndoles a la salida de clase con un mapa y un Kal¨¢shnikov. Con un punto de mala suerte, ellos, Davor y Pedja, que tanto acostumbraban a entenderse con la pelota, habr¨ªan podido matarse en alguno de los enmara?ados frentes de guerra que comenzaban a abrirse, como una mala encarnadura, bajo la mirada indiferente de la llamada Europa comunitaria.
Muchos a?os atr¨¢s, en la compa?era Hungr¨ªa, tres amigos llamados Puskas, Kocsic y Czibor hab¨ªan olido a p¨®lvora y, con apenas un cuarto de hora de ventaja, consegu¨ªan dejar el pa¨ªs aprovechando un descuido del cuerpo de guardia. Sin duda inspirados por la misma habilidad orquestal que les hab¨ªa permitido compartir algunos de los mejores goles de la historia en la selecci¨®n h¨²ngara, decidieron venir a Espa?a: Ferenc se qued¨® en Madrid; Sandor y Zoltan volaron a Barcelona.
Si la guerra se hubiera demorado 15 a?os, Suker y Mijatovic habr¨ªan coincidido en la mejor escuadra de fin de siglo, seg¨²n anunciaban muchos expertos: ?qui¨¦n podr¨ªa parar a aquel equipo emergente que hab¨ªa ganado ya el Mundial juvenil de Chile? Pero el tiroteo comenz¨® a la hora convenida, y nunca vimos jugar juntos en una selecci¨®n absoluta a Stojanovic, Djukic, Jarni, Belodedic, Mihajlovic, Boban, Savicevic, Pancev, Prosinecki, Mijatovic y Suker. En el ¨²ltimo momento, los chicos consiguieron distinguir de nuevo dos aromas sospechosos: el olor del dinero y el olor a chamusquina.
Fue as¨ª como decenas de deportistas de la antigua Yugoslavia tuvieron el mismo impulso fuguista: algunos acabaron en Italia, Francia y Alemania; casi todos los dem¨¢s vinieron a Espa?a.
Anteayer el mejor delantero croata y el mejor montenegrino compusieron seis goles en un mismo equipo. Por segunda vez, al sargento mayor los soldados se le hab¨ªan vuelto futbolistas.
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