Hombres p¨²blicos mujeres p¨²blicas
Puedo prometer y prometo que el presente art¨ªculo no va a tratar nada m¨¢s que de forma incidental de la boda vicepresidencial, pero lo malo de ¨¦sta es que se trata del indicio de una peligrosa propensi¨®n de la clase dirigente en nuestro pa¨ªs y otros de parecida tradici¨®n cultural. Lo que merece ser meditado a estas alturas no es la an¨¦cdota, sino la categor¨ªa.Da la sensaci¨®n, en efecto, de que los espa?oles tenemos a nuestras espaldas una herencia de siglos que se reproduce a trav¨¦s de los siglos hasta el momento presente. Entre un emir del califato cordob¨¦s o esos caciques que Arniches describi¨® dividiendo a los habitantes de su pueblo en "miistas" y "otristas", distinci¨®n consistente en que los primeros recib¨ªan el agua p¨²blica y los otros no, hay una larga tradici¨®n de patrimonializaci¨®n de lo p¨²blico o de confusi¨®n de ello con lo privado. Pero no se crea que el solo transcurso del tiempo clarifica las fronteras entre estos dos mundos. Hoy, en la Espa?a actual, el cacique de Arniches llevar¨ªa una temporada en la, c¨¢rcel, pero hay, por desgracia, casos sobrados de extra?a mixtura entre lo p¨²blico y lo privado.
La lista de ejemplos es abigarrada y en ella el jolgorio nupcial cordob¨¦s es lo de menos. Un individuo privado llamado Juan Guerra acaba de librarse de la condena por utilizar un despacho p¨²blico porque, seg¨²n la sentencia, no usurp¨® funci¨®n oficial alguna. La privatizaci¨®n a medio plazo de una empresa el¨¦ctrica da- lugar a cubileteos en el mercado, uno de cuyos flecos consiste en la aparici¨®n de posibles casos de informaci¨®n privilegiada. Hay abogados que, siendo diputados, mantienen conversaciones sobre planes urban¨ªsticos con autoridades municipales o que, despu¨¦s de asesorar la venta de cuadros a un museo mientras dirigen su Asociaci¨®n de Amigos, acaban en el patronato del mismo. Estos casos corresponden a realidades distintas, algunas de las cuales rondan el negro de la infracci¨®n y otras merodean por los grises de los comportamientos dudosos.
La democracia es el ¨²nico sistema de gobierno que permite y obliga a la distinci¨®n entre lo p¨²blico y lo privado porque s¨®lo en ella es posible una sociedad aut¨®noma respecto del Estado. Para dejar claras las fronteras entre lo p¨²blico y lo privado utiliza dos f¨®rmulas. Los ultraliberales a veces olvidan que un rasgo esencial suyo es la existencia Je reglas claras y precisas sin las cuales el mercado se convierte en el Puerto de Arrebatacapas. Con demasiada frecuencia, unos y otros olvidan aquella frase de Camus: "Cuando no se tienen principios, son necesarias las reglas". En efecto, lo m¨¢s caracter¨ªstico de las democracias en otras latitudes es la existencia de unos c¨®digos de conducta, muy exigentes para lo p¨²blico, que hacen, por ejemplo, que el presidente de Estados Unidos no pueda recibir regalos cuyo valor supere los 50 d¨®lares.Esas reglas son perfeccionadas con el transcurso del tiempo. Hace poco, el informe de lord Nolan en Gran Breta?a aconsej¨® crear un registro de las asesor¨ªas de los diputados abogados, prohibir las relativas a varias materias y establecer una especie de "Defensores del Pueblo" -Comissioners- destinados a controlar los nombramientos en instituciones paragubernamentales o la posible colusi¨®n de intereses de los antiguos cargos p¨²blicos cuando pasan a la vida privada. Cualquiera de esas medidas resultar¨ªa revolucionaria en Espa?a. Adem¨¢s, un buen sistema de c¨®digos de conducta evitar¨ªa la sobresaltada sorpresa de los pol¨ªticos cuando reciben reproches, entre iracundos y regocijados, despu¨¦s de una actuaci¨®n en la que hacen piruetas en tre lo p¨²blico y lo privado.
Lord Nolan no se limita a hacer propuestas concretas sino que da reglas generales para mantener un alto nivel de exigencia en la vida p¨²blica. La primera y principal se refiere a la transparencia, porque nada ni nadie puede sustituir al conocimiento y la exigencia del ciudadano. Pero -a?ade- resulta tambi¨¦n imprescindible el liderazgo en el ejemplo por parte de la clase pol¨ªtica, incluso pas¨¢ndose de rosca. Hace muchos a?os, un escritor espa?ol, Ram¨®n P¨¦rez de Ayala, lo dijo de una forma m¨¢s rotunda y m¨¢s castiza. Un hombre p¨²blico que queda mal en p¨²blico -aseguro- resulta peor que una mujer p¨²blica que queda mal en privado.
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