En tinieblas

EL HORROR est¨¢ a punto de volver a inundar, por unos d¨ªas, las pantallas y nuestras conciencias. Parece una pesadilla intratable que regresa del coraz¨®n de las tinieblas. Joseph Conrad sab¨ªa bien lo que se hac¨ªa cuando localiz¨® en el r¨ªo que da nombre a un hermos¨ªsimo y tenebroso pa¨ªs el coraz¨®n del horror: Zaire, el antiguo Congo Belga, la finca particular del dictador Mobutu Sese Seko, socio privilegiado de Occidente en los a?os sucios de la guerra fr¨ªa. Un gigante en descomposici¨®n.Al este de Zaire, medio mill¨®n de seres huyen aguijoneados por el miedo a una muerte que en esa regi¨®n de ?frica parece gratuita. Una zona que se desangra entre guerrillas, milicias, soldados corruptos, administradores envilecidos y refugiados condenados a no encontrar sosiego. En los peque?os y desgraciados Ruanda y Burundi la minor¨ªa tutsi (el 15% de la poblaci¨®n) controla todos los resortes del poder. Dos millones de refugiados hutus de ambos pa¨ªses no se atreven a regresar desde sus penosos campos en Tanzania y Zaire. El drama ha saltado ahora al vecino Zaire, un polvor¨ªn rodeado de incendiarios. Tutsis y hutus se enfrentan en la regi¨®n de Kivu con un Ej¨¦rcito como el zaire?o, entregado al pillaje y al mantenimiento de un r¨¦gimen fantasma, con un dictador en tratamiento m¨¦dico porc¨¢ncer en Suiza.

Millones de personas en la regi¨®n de los Grandes Lagos pueden verse afectadas por una cat¨¢strofe que ya ha comenzado y nadie parece saber c¨®mo evitar. Conferencias regionales, evacuaci¨®n de trabajadores humanitarios o fuerzas de interposici¨®n son medidas paliativas, tiritas para una hemorragia: como siempre que faltan iniciativas pol¨ªticas de envergadura para intentar encauzar crisis, que desbordan la imaginaci¨®n de este fin de siglo. La causa humanitaria no puede convertirse en el apagafuegos de una pol¨ªtica ausente, el taparrabos de la incapacidad de la Organizaci¨®n para la Unidad Africana, de la ONU, de la Uni¨®n Europea y de Occidente para articular una respuesta inmediata y eficaz a un desastre que se pudre desde hace dos a?os.

El secretario estadounidense de Defensa, William Perry, ha vuelto a proponer, con un eco a¨²n menor que en el caso de Burundi, la creaci¨®n de una suerte de afroej¨¦rcito, financiado por Estados Unidos, pero integrado por soldados africanos. En la propuesta de Washington, esa fuerza africana deber¨ªa no tanto servir para prevenir conflictos como para actuar de forma inmediata para proteger a poblaciones amenazadas. Pero Francia teme el aumento de la influencia estadounidense en su continente. ?Qu¨¦ hacer? Es dif¨ªcil encontrar una respuesta inmediata. Pero el mundo no debe tolerar que millones de seres sean exterminados por la crueldad y la ceguera de sus l¨ªderes y por la falta de visi¨®n pol¨ªtica y de capacidad de las Naciones Unidas.