Canciller y europeo
EL PATRIARCA de la pol¨ªtica europea alcanza esta semana un hito propiamente alem¨¢n, pero tambi¨¦n europeo: haber superado en su estancia en la Canciller¨ªa la marca de Konrad Adenauer de algo m¨¢s de 14 a?os. Pero si el fundador de la Rep¨²blica Federal de Alemania dej¨® el cargo a la edad de 87 a?os, Helmut Kohl, a sus 66, tiene cuerda para rato. Si se presenta y gana las pr¨®ximas elecciones de 1998, podr¨ªa gobernar hasta el 2002 -algo que entra dentro de lo posible- Con ello Kohl batir¨ªa incluso la marca de Bismarck, canciller durante 19 a?os.Kohl y Bismarck tienen algo en com¨²n: unificaron Alemania. Si ¨¦ste lo hizo tras la derrota militar de Francia en 1870, Kohl lo ha logrado tras el derrumbamiento del muro de Berl¨ªn, que marc¨® el fin de la guerra fr¨ªa. Y si Kohl es el unificador de la m¨¢s peque?a de las Alemanias unificadas, tambi¨¦n es un europeo convencido: desde el principio de la gran trnsformaci¨®n en Europa se percat¨® de que la unificaci¨®n alemana ten¨ªa que ir de la mano de la integraci¨®n europea. As¨ª ha logrado que Alemania recupere una estatura pol¨ªtica an¨¢loga a su fuerza econ¨®mica.
Sin Kohl, Europa hubiera sido distinta. Arquitecto junto a otros del Acta ?nica y del Tratado de Maastricht, este ¨²ltimo habr¨ªa sucumbido, de no ser por su voluntad pol¨ªtica, en las aguas agitadas en que se est¨¢ fraguando la moneda ¨²nica europea.
Una de las razones del ¨¦xito de Kohl -historiador de formaci¨®n, aunque habitualemente no se d¨¦ aires de intelectual- estriba en que ha sabido reconocer a tiempo hacia d¨®nde giraba el viento para zambullirse en la piscina de la historia. Convencer a Gorbachov, Bush, Mitterrand e incluso a al Tacher de la bondad de la unificaci¨®n de Alemania, sin despertar excesivas suspicacias, fue todo un ejercicio de encantamiento de serpientes. Pero lo consigui¨®.
Impuso -contra la opini¨®n de los t¨¦cnicos- la equiparaci¨®n de las dos monedas alemans, lo que tuvo consecuencias recesivas inmediatas. Pero Kohl ha entendido siempre la prevalencia de la pol¨ªtica y la necesaria subordinaci¨®n de la econom¨ªa a algo tan grande como la uni¨®n de Alemania. Lo que no significa que desprecie el dictado de la ortodoxia, imprescindible para llevar a buen puerto la convergencia europea. L¨ªder democristiano, ha gobernado desde el centro, desde la econom¨ªa social, y ha deso¨ªdo los cantos de sirena ultraliberales que hubiesen terminado con el consenso entre los agentes sociales y el Gobierno, caracter¨ªstica central del modelo alem¨¢n de posguerra.
Espa?a apoy¨® plenamente la unificaci¨®n cuando la vio en el horizonte. Sac¨® sus frutos, con unarelaci¨®n excepcionalmente buena con la Alemania de Kohl que sit¨²a a Madrid como elemento complementario esencial del indispensable eje Par¨ªs-Bonn. Dicha relaci¨®n se ha cultivado a la sombra de una profunda amistad de Felipe Gonz¨¢lez y Kohl, sobre la que ahora puede construir Aznar.
?Tiene otros secretos Kohl para su ¨¦xito? Sin duda. Ha sabido llegar a su gente con un lenguaje compresible. Bajo su campechaner¨ªa se esconde un verdadero animal pol¨ªtico que en su largo recorrido ha dejado el camino sembrado de cad¨¢veres pol¨ªticos, de su partido -la Uni¨®n Democristiana (CDU)- y de sus adversarios ideol¨®gicos. Hoy, en su derredor, como ha quedado patente en el reciente congreso de la CDU, nadie le hace sombra. Tampoco enfrente. Y ah¨ª radica otra de las claves de sus repetidos tiunfos: la incapacidad de la oposici¨®n socialdem¨®crata para convertirse en alternativa, sin haber encontrado un sustituto de la talla de Willy Brand o de Helmut Schmidt.
Kohl es el ¨²ltimo gran l¨ªder de la quinta de Maastricht. ?Ser¨¢ tambi¨¦n el primero de la era pos-Maastricht?
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