Un a?o despu¨¦s del crimen, ?qui¨¦n mat¨® a Rabin?
Desde luego no fue la derecha israel¨ª la que, hoy hace un a?o, mat¨® a Rabin. Ni el Likud, ni los colonos de CisJordania, ni la comunidad ortodoxa jud¨ªa, ni los halcones. Pero las palabras de odio que se pronunciaron contra Ra-bin proced¨ªan de representantes de estas tendencias, mientras que algunos de sus l¨ªderes, que podr¨ªan haber contenido la oleada anti-Rabin, prefirieron instigarla. Y ahora, aparentemente se ha aplazado el examen de conciencia que tanta falta hace: parece que tienen asuntos m¨¢s urgentes que atender.En realidad, muchos de estos l¨ªderes tienen un objetivo y s¨®lo uno: la idea de un Gran Israel. En nombre de esta idea, algunos de ellos han pintado la paz con los colores del desastre y han convertido el debate p¨²blico sobre la paz en una caza de traidores. Pero no, ¨¦sta no es la gente que asesin¨® a Rabin. ?stos son gente muy religiosa.
La gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n de Israel desea, con algunas condiciones, establecer un acuerdo hist¨®rico con los palestinos y dividir el pa¨ªs en dos entidades nacionales. Conscientes de ello, algunos de los intransigentes partidarios de la ideolog¨ªa del Gran Israel se han cambiado ahora de chaqueta. Pretenden ser los guardianes de la seguridad de Israel y los custodios de las violaciones palestinas de los acuerdos de Oslo. Sin embargo, es bien sabido que, aunque los acuerdos de Oslo hubieran proporcionado a Israel una paz ideal, sin una sola violaci¨®n por parte palestina ni una v¨ªctima israel¨ª, esta misma gente seguir¨ªa sosteniendo que no hay raz¨®n para hacer ning¨²n tipo de concesi¨®n a los palestinos.
Este a?o, de abril a septiembre, hubo muy pocas violaciones de los acuerdos por parte de los palestinos, y ¨¦stas s¨®lo provocaron un peque?o n¨²mero de v¨ªctimas israel¨ªes. Lleno de arrogancia, ese mismo grupo de devotos interpret¨® esa relativa calma como la luz verde para abrir el controvertido t¨²nel de Jerusal¨¦n, llevar a cabo un nuevo despliegue en Hebr¨®n e incrementar los asentamientos jud¨ªos en Cisjordania. La l¨®gica intransigente que se esconde tras esto es la siguiente: ahora que todo est¨¢ en calma en el frente palestino, ?por qu¨¦ concederles nada? ?Por qu¨¦ no quitarles, acre a acre, la tierra que todav¨ªa les pertenece? Y si lafrustraci¨®n de los palestinos provoca un violento estallido de odio, es seguro que no conseguir¨¢n ni un solo mil¨ªmetro por apuntamos con sus pistolas. Sin embargo, aun siendo inflexibles, no fueron los partidarios del Gran Israel los responsables del asesinato de Rabin. ?stos son gente muy religiosa.
Durante 30 a?os, los elementos fundamentalistas pertenecientes al bando de los halcones del espectro pol¨ªtico israel¨ª han estado reduciendo el juda¨ªsmo a la ritualizaci¨®n de los Santos Lugares. Un coro de furiosos rabinos, que jam¨¢s se han preocupado de pronunciar una sola palabra de moralidad jud¨ªa sobre el hambre o la falta de vivienda de la sociedad, sobre sus mujeres maltratadas, sobre su justicia o injusticia, o sobre su compasi¨®n, han constre?ido la idiosincrasiajud¨ªa a los santos sepulcros de los patriarcas. Ellos pueden muy bien ser los responsables de apartar a toda una generaci¨®n de israel¨ªes de su propia condici¨®n de jud¨ªos, pero no son culpables de haber matado a Rabin. Despu¨¦s de todo, son gente aut¨¦nticamente religiosa.
Por supuesto, s¨®lo el propio asesino y sus c¨®mplices son culpables de asesinar a Rabin. Nadie m¨¢s. Con todo, la incitaci¨®n al magnicidio puede haber surgido perfectamente del templo de Kiryat Arba, erigido en memoria de otro asesino jud¨ªo, Baruch Goldstein, que muri¨® tras matar a 30 ¨¢rabes religiosos, y se ha convertido en el h¨¦roe de una secta religiosa ultranacionalista. Esta secta rinde culto a la memoria de Goldstein y organiza peregrinaciones a su tumba, donde se ha construido un monumento, en lo que probablemente es "suelo p¨²blico". Al asesino de Rabin le habr¨ªa resultado f¨¢cil llegar a la conclusi¨®n -mientras maquinaba su crimen de que ¨¦l, como Goldstein, ser¨ªa elevado a los altares. Y de que, al matar a Rabin, tambi¨¦n alcanzar¨ªa una especie de santidad, "en nombre del Gran Israel".
No, los partidarios del Gran Israel no est¨¢n relacionados con la muerte de Rabin: al fin y al cabo, son gente muy religiosa. No obstante, algunos de ellos son responsables de extender la monstruosa idea de que todos los medios son sagrados con tal de lograr el Gran Israel. Un fin que justifica todos los medios no es un fin, sino una obsesi¨®n perversa. Y esta particular obsesi¨®n se cierne todav¨ªa sobre el monumento al asesino de Hebr¨®n, as¨ª como sobre otros lugares dondese inculca a la gente que para alcanzar la causa sagrada del Gran Israel, todo vale. All¨ª permanece ese templo ultrajante, d¨ªa tras d¨ªa, hora tras hora, atrayendo a beatos y peregrinos, como aprobaci¨®n del asesinato de Rabin e incitaci¨®n a que se siga derramando sangre inocente. El culto a Goldstein debe ser prohibido, sin m¨¢s demora.
Si, tras la masacre de inocentes perpetrada por Goldstein, todos los sabios de la Tora, el conjunto del clero jud¨ªo, y todos los rabinos se hubieran mostrado un¨¢nimes en excomulgar y exorcizar su culto, en borrar su nombre y su recuerdo, es posible que Isaac Rabin siguiera hoy entre nosotros. Por desgracia, algunos rabinos parecen haber convertido a Rabin, y no a Goldstein, en el blanco de la condena religiosa y de una violenta excomuni¨®n. Esto ha ocurrido, tal vez, porque alguna de esa gente tan religiosa son m¨¢s devotos del Gran Israel que del sexto mandamiento.
Ha pasado un a?o desde la muerte de Rabin. Todos le lloramos y despu¨¦s volvimos a nuestra vida cotidiana, convencidos de que Rabin hab¨ªa dado su vida por la paz. Est¨¢bamos equivocados: Rabin muri¨® en -la batalla por saber qui¨¦nes somos y qu¨¦ es realmente esta naci¨®n.
Es cierto que para las generaciones anteriores las tumbas santas de la Tierra de Israel eran segmentos simb¨®licos del sentido de identidad jud¨ªa. Tal un d¨ªa vuelvan a ser contempladas de la misma forma. Pero por ahora, los fundamentalistas jud¨ªos han logrado que estos sepulcros, de s¨ªmbolos de nuestra idiosincrasia pasen a ser una oscura amenaza para nuestra identidad colectiva. Al ondear banderas con vehemencia sobre antiguas tumbas, esta gente no duda en provocar que sea necesario cavar tumbas nuevas.
Isaac Rabin muri¨® porque dio -y nos anim¨® a dar- la espalda a las tumbas. Opt¨® por una vida acorde con la Tora, que nos dicta que elijamos siempre la vida.
No glorifiquemos la memoria de Rabin, ni su tumba. Glorifiquemos la vida, la justicia, la libertad, la raz¨®n y el realismo: porque fue por estos valores por los que Rabin vivi¨® y muri¨®.
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