Clinton, y 2
LOS CIUDADANOS estadounidenses han repartido las cartas: quieren seguir como durante los ¨²ltimos dos a?os, con un presidente dem¨®crata en la Casa Blanca y un Congreso dominado, aunque menos, por los republicanos. Clinton hab¨ªa intuido previamente este mensaje y, en consecuencia, ha ocupado un centro pol¨ªtico que le ha asegurado una clara victoria. Debe sentirse c¨®modo con este resultado. El llamamiento que realiz¨® en su discurso victorioso va en este sentido, a favor de un consenso entre los dos grandes partidos para resolver los problemas que tiene el pa¨ªs.Clinton ha salido personalmente reforzado. Los votos de la mitad de los electores masculinos y de una gran mayor¨ªa de mujeres le han permitido pasar del 42% con que gan¨® en 1992 a cerca del 50% ahora. Ha ganado en 31 de los 50 Estados, y en particular en Florida y California. Sin duda, la presencia de un tercero en discordia le ha servido -aunque menos que en 1992, pues Ross Perot ha obtenido un 8% de los votos- para aumentar la distancia con su contrincante republicano, Bob Dole. En el lado negativo de la balanza est¨¢ la abstenci¨®n m¨¢s elevada de la historia americana, uno de cada dos electores. Cabe meditar sobre los cauces de participaci¨®n pol¨ªtica de esa otra mitad de la poblaci¨®n.
?C¨®mo ser¨¢ este segundo y ¨²ltimo mandato de Clinton, el primer presidente dem¨®crata reelegido desde Franklin D. Roosevelt, y que le llevar¨¢ hasta el m¨ªtico a?o 2000? El pasado reciente muestra que las segundas partes no han sido gloriosas, sino salpicadas por esc¨¢ndalos, ya sea el Watergate con Nixon o el asunto Ir¨¢n-Contra con Reagan. Sobre la cabeza de Clinton pesan a¨²n varios casos, y el dominio republicano del Congreso puede llevar a crear algunas comisiones de investigaciones inc¨®modas para el presidente.
Pero libre ya de la presi¨®n psicol¨®gica de la rev¨¢lida de la reelecci¨®n, Clinton tiene ambiciones para su segunda etapa. ?0 se trata m¨¢s bien de una tercera? En el primer cuatrienio ha habido dos Clinton. El primero, entre 1993 y 1994, con una mayor¨ªa dem¨®crata en el Congreso, se lanz¨®, a un programa de gasto p¨²blico e impuestos m¨¢s elevados, y puso a su esposa, Hillary, en primera l¨ªnea de la pol¨ªtica. El segundo, tras la revoluci¨®n conservadora que en las elecciones legislativas de 1994 llev¨® al Congreso a un pleno dominio republicano, es un Clinton que, demostrando sus dotes t¨¢cticas y negociadoras, ha pactado con los legisladores, ha hecho suyas algunas iniciativas republicanas, ha prometido una modesta reducci¨®n de impuestos y recortado gastos del Estado de bienestar, y ha retirado a Hillary a un papel discreto. Lo m¨¢s probable es que el Clinton de los pr¨®ximos cuatro a?os se parezca mucho al de los ¨²ltimos dos, aunque ahora ponga m¨¢s el ¨¦nfasis en la pol¨ªtica educativa y en la sanitaria, y aunque los republicanos se moderen tambi¨¦n.
Los relevos que probablemente efectuar¨¢ en los departamentos de Estado y de Defensa deber¨ªan proporcionar una clara indicaci¨®n de hacia d¨®nde se va a dirigir la pol¨ªtica exterior de la naci¨®n m¨¢s poderosa de la Tierra de aqu¨ª al 2000. Clinton tiene ambiciones de pasar a la historia como un gran pacificador. Hay urgencias inmediatas, pues algunos procesos se han visto paralizados en buena parte por las elecciones norteamericanas: Oriente Pr¨®ximo y Zaire. Otros, como Bosnia -sin acabar- o Irlanda del Norte, aguardan un nuevo impulso, mientras Chipre espera su ocasi¨®n.
Pero, salvo sorpresas, la agenda de este fin de siglo est¨¢ en principio bastante definida para Clinton: transformaci¨®n de la OTAN, relaciones con la Europa de la moneda ¨²nica, integraci¨®n de Rusia, reforma de una ONU en la que Washington no cree, y en general, como se?al¨® ayer Clinton, la "terminaci¨®n de los asuntos no terminados de la guerra fr¨ªa", entre los que se podr¨ªa sospechar que figura Cuba. ?Sabr¨¢ Clinton que tiene una posibilidad de apertura, en vez de empecinarse en mantener o reforzar un embargo al que se opone Europa por el efecto de medidas como las de la ley Helms-Burton? ?Sabr¨¢ no obsesionarse con supuestos enemigos como Ir¨¢n, Irak o Libia?
Con Clinton, su compa?ero de ticket, Al Gore, no s¨®lo se ha garantizado cuatro a?os m¨¢s en la vicepresidencia, sino que se ha forjado una excelente imagen con vistas a su eventual candidatura a la Casa Blanca en el 2000, para desesperaci¨®n de los republicanos, que tendr¨¢n que hacer serios esfuerzos para buscar un candidato v¨¢lido. Por otra parte, dos de los referendos locales celebrados en esa jornada marcan un cambio de tendencias que puede ir m¨¢s all¨¢ de los Estados que los han votado: la legalizaci¨®n de la marihuana para usos terap¨¦uticos -en Arizona y California-, y en esta ¨²ltima, el fin de la discriminaci¨®n positiva, es decir, las medidas que beneficiaban a las mujeres y a las minor¨ªas raciales.
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