Los j¨®venes
Todo el mundo, como siempre, quiere ser joven; pero ahora, a diferencia de otros tiempos, no es seguro que el modelo se concentre en los actuales j¨®venes.La moda de estos a?o no es la juventud de estos a?os sino la de los 70. En la m¨²sica, en los muebles, en las ropas, en los dise?os gr¨¢ficos, los setenta han regresado como la representaci¨®n de lo mejor. No constituyeron lo mejor econ¨®micamente hablando y acaso tampoco lo m¨¢s atractivo en el mundo del arte y de la moda pero fueron, simplemente, los a?os de la juventud de quienes hoy se encuentran en la cuarentena, ostentando el poder y la capacidad de consumo, sacando provecho de sus posiciones en los medios de comunicaci¨®n y en las propuestas sociales.
Pocas veces se ha producido una hegemon¨ªa de ascendencia tan larga como la que est¨¢n protagonizando los nacidos en los entornos de 1950. Subieron en la ¨²ltima ola de la utop¨ªa social, y disfrutaron el ¨²ltimo windsuffing con las ideolog¨ªas. En el impulso de la prosperidad internacional de los sesenta gozaron de una irrepetida oportunidad para lograr empleo y, como protagonistas de la revoluci¨®n sexual y el feminismo, la subversi¨®n contra los valores morales, las teor¨ªas del ahorro burgu¨¦s y el sacrificio, inauguraron una demanda de placer, libertad y consumo que han marcado -entre baladas de Bob Dylan, rockeros y emancipaciones vanguardistas- una ense?a cultural que todav¨ªa sigue latiendo. Los j¨®venes libertarios actuales, desde los okupas a los punkies, son r¨¦plicas de sus escuelas; aunque con una notable diferencia: aqu¨¦llos ten¨ªan futuro tras la gresca; los de ahora ven con frustraci¨®n que su algarada rebota contra los duros guardianes del sistema.
Entre el pavor del desempleo, el miedo al sida, la violencia creciente, la dureza social, la droga, la disgregaci¨®n familiar y educativa y el desamparo ideol¨®gico, la juventud de estos a?os busca antes sobrevivir que lanzar manifiestos sobre una nueva vida. Rechaza, como todas las juventudes, lo establecido, pero tanto por instinto como por resentimiento.
La violencia de la generaci¨®n dorada no trataba simplemente de abrirse paso sino de abrir, para todos, otro orden. No le conven¨ªa el desorden sin m¨¢s, sino la vigencia de una nueva organizaci¨®n donde, como pioneros, dirigir¨ªan el proyecto. Ahora, no obstante, se detecta menos un proyecto juvenil que la potencia desorganizada del rechazo. Un rechazo expresado en gestos destructivos y autodestructivos. No s¨®lo querr¨ªan que saltara en pedazos esta clase de sociedad sino cualquier otra, a falta de una altemativa por la que pugnar concertadamente. Los j¨®venes se agreden entre s¨ª por pandillas -de hinchas, de delincuentes, de tribus urbanas , en representaci¨®n de una batalla cerrada, dentro de un c¨ªrculo con aire suicida.
Ni en los gustos, ni, en los valores, ni en los comportamientos, se lee una relaci¨®n de principios. Por el contrario, todo parece dirigido a terminar; a desmontar lo visible sin vislumbrar otras formas de vivir. El grunge, las m¨²sicas m¨¢quinas, los rechazos a la escuela, los consumos de alcohol y estupefacientes, la violencia, el Sexo instrumental, forman un sistema de negaciones que redundan en la negaci¨®n como punto negro donde se absorbe la energ¨ªa.
La generaci¨®n de los cincuenta disfruta todav¨ªa en el escenario de sus ¨ªdolos cincuentones, lee los libros de su generaci¨®n y los que su generaci¨®n respetaba, asiste al revival de sus pel¨ªculas restauradas, se reencuentra en series de televisi¨®n trasladadas al cine o en las recuperadas formas de vestir o de pintar. Disfruta el desarrollo de sus carreras, interacciona con los l¨ªderes pol¨ªticos de su edad y se complace incluso con la proclamaci¨®n de su edad madura como un valor est¨¦tico en la cosm¨¦tica y en la iconograf¨ªa de las pantallas. Apenas hay j¨®venes que compitan con el imperio de esta generaci¨®n que dej¨® tras de s¨ª un paraje de predominio y se libr¨®, en complicidad con la historia, del tiempo de desolaci¨®n posterior.
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