Milagro con rostro de ni?a
PonetteDirecci¨®n y gui¨®n:, Jacques Doillon. Fotografia: Caroline Champetier.
M¨²sica: Ph. Sarde. Productor: Alain Sarde. Francia, 1996. Int¨¦rpretes:
Victoire Thivisol, Marie Trintignant,
Xavier Beauvois, Claire Nebout. Estreno en Madrid: cine Princesa.
Ponette sin llevarse (aunque por poco) el Le¨®n de Oro, fue la pel¨ªcula m¨¢s viva, sorprendente y revulsiva de las veintitantas que concursaron en septiembre en el ¨²ltimo festival de Venecia. Tiene dentro maravillas, comenzando por una luminosa, tensa, transparente y original met¨¢fora (con un deje de reportaje realista incrustado en el entrelineado de un poema l¨ªrico que roza lo m¨ªstico) y un admirable retroceso de la, tentaci¨®n de hacer rizos de estilo ante la inmediatez y la contundencia del objeto filmado. El autocontrol del director del filme, Jacques Doillon -que desde sus comienzos suele arrastrar inclinaciones a la alquimia de verbo, imagen y montaje proverbiales en el cine franc¨¦s atrapado por el prurito o esprit o cursiler¨ªa intelectualista-, es m¨¢s que evidente, pues el filmador Doillon da aqu¨ª una lecci¨®n de total entrega a lo filmado, adem¨¢s de alt¨ªsima precisi¨®n en su oficio y un elegante acatamiento a la superioridad de lo que ve a trav¨¦s de la lente sobre su manera de verlo.
Algo ha sujetado el gusto de Doillon por el juego al matiz estiloso y le ha llevado a lavar la mirada de su c¨¢mara de bucles, para ir directamente al grano de lo que hay delante de ella. Con humildad, sagacidad e inteligencia -virtudes que van siempre juntas en un mismo paquete del comportamiento art¨ªstico, cuando realmente lo es- Doillon reconoce t¨¢citamente eso en su manera de componer esta maravillosa e, irrepetible pel¨ªcula, que est¨¢ m¨¢s all¨¢ de donde pueden llegar las ocurrencias del ingenio de su escritor y director.
Y es que lo que hay delante de su mirada es un prodigio insuperable de expresi¨®n empe?ada a su vez en otro prodigio de lucidez y de tenacidad: la ni?a Victoire Thivisol (menos de cuatro a?os cuando estaba delante de la c¨¢mara de Doillon) y su obstinada decisi¨®n de hacer que resucite a toda costa su. madre muerta.
M¨¢gico encuentro
La peque?a obtuvo, y fue un premio simp¨¢tico pero no caritativo -lo que enoj¨® a los actores brit¨¢nicos- la c¨¦lebre Copa Volpi al mejor int¨¦rprete protagonista. Los veteranos de la actuaci¨®n, a quienes esta decisi¨®n no agrad¨®, dicen una verdad cuando arguyen que una ni?a de tan m¨ªnima edad no es ni puede ser, int¨¦rprete de nada o nadie. Pero sobre su verdad hay otra de rango superior en cine: esa ni?a, que obviamente juega a interpretarse a s¨ª misma, es literalmente un milagro de fotogenia y expresividad humana que se merece cualquier reconocimiento que le den, hasta el punto de que la -so?ada por miles de actores y actrices en todo el mundo- Copa Volpi le queda cort¨ªsima a la hondura de su trabajo, o juego, o lo que sea aquello que hace y dice, porque eso que hace y dice es tan singular y tan hermoso que turba e incluso perturba, si se trae a colaci¨®n la gravedad de la pirueta o aventura espiritual que representa: el rechazo de un entendimiento humano puro a considerar realidad, la muerte y su acogimiento como realidad al misterio de la resurrecci¨®n (es decir: el milagro por excelencia) que as¨ª visto no es un suceso sobrenatural, sino enteramente natural. El resultado de este m¨¢gico encuentro entre un Doillon inesperadamente directo y humilde -y por tanto verdadero artista, pues quien se dice artista henchido de si mismo no lo es, ni crear¨¢ -nunca verdaderas ficciones, sino simulacros destinados a ser desmantelados por el paso del tiempo- y una ni?a de asombrosa expresividad, es una pel¨ªcula emocionante y en muchos aspectos sobrecogedora, de esas que se huele uno -tras las vueltas y revueltas de centenares de festivales de cine, que han curtido al cronista en el espejismo de esos rostros que, se abren paso como trenes bufando y al cabo de un lustro son parsimoniosas orugas en busca del eco de un recuerdo dentro del olvido- que quedar¨¢, como qued¨® el m¨¢s claro antecedente de esta pel¨ªcula: aquella magn¨ªfica Juegos prohibidos que Ren¨¦ Clement realiz¨® en los a?os cincuenta y que convirti¨® al rostro de Brigitte Fossey (con menos de cinco a?os) en un icono imborrable en la memoria del cine. Medio siglo despu¨¦s, la pasi¨®n por el milagro de su peque?a compatriota Victoire Thivisol logra lo que se propone: resucita aquel rostro para que le haga compa?¨ªa.
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