?D¨ªas de independencia?
Lo malo de Independence Day no es lo que llega del cielo sino lo que brota del suelo patrio. Estamos tan acostumbrados a no esperar mensajes en el medio del cine americano de grandes efectos especiales que cuando la pel¨ªcula, despu¨¦s de tres cuartos de hora de cat¨¢strofes muy entretenidas, empieza a impartir doctrina mojigata y jingo¨ªsta, el espectador corre el riesgo de sentirse perfectamente alien¨ªgena. Qu¨¦ curioso, por otro lado, verse uno hoy escribiendo la palabra mensaje y pensando en las formas en el compromiso. Hace 30 a?os las personas se preguntaban unas a otras "?est¨¢s engag¨¦?", y con el uso frecuente del t¨¦rmino franc¨¦s, tan enarbolado por Sartre, se sab¨ªa que uno no preguntaba por el noviazgo sino por la militancia. El engagement sol¨ªa ser formal y duradero, y el novio de toda la vida para muchos y muchas casaderas (se trataba de afiliaciones unisex) era el comunismo. ?Qu¨¦ gran partido! Hab¨ªa naturalmente indecisos, flirteadores, calientapec¨¦s. Compa?eros de viaje los llamaban: su amor a la causa pol¨ªtica no era tan fogosamente carnal, y por eso prescind¨ªan del carn¨¦, manteniendo un estado de solter¨ªa ideol¨®gica.La semana pasada dos actos pusieron de relieve lo desusado, lo inc¨®modo, quiz¨¢, de nuevo, lo coherente del t¨¦rmino que en nuestros mayores y en los m¨¢s mayores de nosotros mismos fue parte esencial del vocabulario c¨ªvico y tambi¨¦n santo y se?a. Los ancianos brigadistas ven¨ªan a recibir un pasaporte y tuvieron problemas de identidad: los dirigentes del Gobierno no sab¨ªan con qui¨¦n ten¨ªan que entend¨¦rselas, si con vieos rivales o neonatos indeseados. La misma tarde del homenaje a las Brigadas Internacionales, la presentaci¨®n de un hermoso libro, Erase una vez la paz, patrocinado por la CEAR (Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda al Refugiado), llen¨® los salones del Casino de Madrid y sent¨® a la mesa, junto al incansable presidente de la comisi¨®n, Juan Mar¨ªa Bandr¨¦s, al ministro del Interior y al alcalde de Madrid, que no hablaron pero posaron mucho. Nada hay que objetar a que los pol¨ªticos con cargos de responsabilidad avalen con su presencia iniciativas tan ejemplares como las de la CEAR, que en esta campana emplear¨¢ los fondos recaudados con la venta del libro para desmovilizar y reeducar a los ni?os-soldados de Mozambique y Ruanda, pero a m¨ª, modesto representante en ese estrado de los escritores y pintores que han colaborado gratuitamente en el libro, se me plantearon dudas. ?Sirven a, la conciencia, al margen del necesario dinero, campa?as de ese tipo? ?Escuchan los pol¨ªticos al intelectual que hoy, en un mundo m¨¢s esc¨¦ptico pero no siempre m¨¢s justo que el de los a?os treinta, decide rescatar la noci¨®n del comporomiso?
El artista engag¨¦ ha sufrido a lo largo de este siglo largas cegueras, de uno y otro ojo, pero ser¨ªa tr¨¢gico borrar a cuenta de los errores dogm¨¢ticos los grandes actos de fe, valor y solidaridad. Hay un poema memorable de Jos¨¦ Angel Valente, John Cornford, 1936, que glosa la figura de este poeta ca¨ªdo a los 21 a?os en Andaluc¨ªa. Valente, al dirigirse al muerto con estos versos: "No quisiste huir de la vida / con el disfraz del pensamiento", resalta la cuesti¨®n siempre abierta de la grandeza o inutilidad del compromiso activo del intelectual, que en los ¨²ltimos tiempos goza de desprestigio. ?Basta el pensamiento, la raz¨®n progresista, para parar las guerras? ?Sirvi¨® el sacrificio de Cornford y los que como ¨¦l cambiaron la escritura por la escopeta? Conozco personas de bien que encontraron mal la intervenci¨®n de Susan Sontag y otros (pocos) escritores en Sarajevo; es posible que alguno pecara de exhibicionismo, pero me consta que hubo peligro real y eficacia en el alivio de muchas miserias. ?Sirve de algo un libro que otras buenas conciencias comprar¨¢n estos d¨ªas? ?Y si no, d¨®nde hay otras armas m¨¢s certeras? Temo ser incoherente al hablar con el coraz¨®n de quien no sabe ser h¨¦roe pero con la peque?a voz que busca un modo de presionar a los dirigentes mudos y tardos y la mano, la limitada mano de un escritor de ficciones deseoso de no escapar de la vida disfrazado de incr¨¦dulo, indeciso o independiente.
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