El entusiasmo y el deber
Texto ¨ªntegro del discurso de Jos¨¦ Ortega Spottorno en la celebraci¨®n de su aniversario
Queridos amigos: Me vais a perdonar que no tenga otro remedio que leer -y no improvisar- estas palabras m¨ªas porque, aparte de mi escasa memoria, acentuada ahora por la edad, quiero ser preciso y no balbucear.Agradezco a Jes¨²s de Polanco, desde lo m¨¢s profundo de mi coraz¨®n, su gentil iniciativa de convocaros a esta reuni¨®n entorno a mis 80 a?os. La vejez no se adquiere poco a poco, sino por saltos: hoy faltla este lado, ma?ana aquel otro. Proust dec¨ªa que el hombre es como una cebolla que va perdiendo sus sucesivas capas, por desenga?os, por tragedias o simplemente por el correr de la vida, hasta reducirse al hombre barom¨¦trico, sensible s¨®lo a polaridades elementales, como el fr¨ªo y el dolor. Yo todav¨ªa no estoy en el l¨ªmite porque a¨²n siento fervores e indignaciones hacia algunos de nuestros semejantes y creo, con mi cada vez m¨¢s admirado Ram¨®n, "que la vida, en fin, es que vayan apareciendo arrugas, pero hay que procurar que todas ellas lleven una sonrisa en el pliegue".
La vida de cada cual es dif¨ªcil que la entiendan los dem¨¢s. Permitidme que os explique aIgo de la m¨ªa.
Si algo he hecho en esta vida ha sido trabajar. Y mi problema estuvo siempre en que me han gustado demasiadas cosas la vez. Me han gustado las matematicas, de las que fui profesor en una academia de preparaci¨®n para ingenieros mientras cursaba mi carrera. Me gusta la literatura y soy un stendhaliano empedernido. Me ha gustado la agronom¨ªa aunque diga en broma que la estudi¨¦ porque era una carrera que ten¨ªa mucho campo- Y me ha gustado ser editor, es decir, sentir esa especial voluptuosidad de imaginar libros y colecciones.
Pero al final de una vida quedan siempre varados, como ese fest¨®n de conchas y algas que deja en la playa la bajamar, muchos proyectos, ciertas ideas que no pasaron de intentos o de meras intenciones. Sin duda, en lo que he hecho y no he hecho a lo largo de mi vida ha influido decisivamente una circunstancia m¨ªa, ¨¦sta:
Soy hijo de un espa?ol excepcional cuya generosa pupila mir¨® a todos los cuadrantes de la vida y me ense?¨® a ver ese m¨¢s all¨¢ que tienen todas las cosas del mundo, las egregias y las humildes, si se las mira con amor. Como dijo su gran colaborador Fernando Vela: "Ortega ha sido en Espa?a, por su magnitud, por su excepcionalidad, m¨¢s que un hombre, un acontecimiento". Pero la tormenta de la guerra civil arras¨® las empresas universitarias, editoriales y personales y tuvo que vivir muchos a?os fuera de Espa?a. Si para Octavio Paz, estamos condenados a rebelarnos contra nuestros padres, y as¨ª imitarlos", para m¨ª, las ideas y prop¨®sitos de mi padre no pertenecen al pasado sino al porvenir. Por ello, al plantearme en 1939 en aquel Madrid aterido tras la tremenda contienda, qu¨¦ hacer, pens¨¦ que ten¨ªa sentido continuar la labor editorial de la Revista de Occidente, en la medida de mis modestas fuerzas y de lo que me permit¨ªan las dif¨ªciles condiciones, de todo orden, de nuestra posguerra. All¨ª procur¨¦ acoger a sus disc¨ªpulos, muchos de ellos perseguidos, y a varios autores del exilio. -interior y exterior-, y tuve la satisfacci¨®n de que mi padre, cuando regres¨® a Espa?a, pudiera reanudar su tertulia -que era como el ox¨ªgeno para ¨¦l- y preparar, desde aquel despachito de B¨¢rbara de Braganza, su ¨²ltima navegaci¨®n intelectual que fue el Instituto de Humanidades. Esa labor editorial, que culmin¨® con la reanudaci¨®n de la Revista de Occidente misma en 1963, yo creo que no ha sido suficientemente reconocida, salvo en una tesis americana reciente.
Toda esa labor, y otras afines, las hice yo por deber filial. Porque las cosas, queridos amigos, se hacen unas veces por entusiasmo y otras por deber, y ocurre que estas ¨²ltimas no suelen alcanzar total plenitud. Quiz¨¢ porque no se ven con objetividad, quiz¨¢ porque uno se cree con determinadas obligaciones, quiz¨¢ porque uno se empe?a en seguirlas hasta su consunci¨®n.
Luego vino la etapa de Alianza Editorial, creada para publicar en ediciones de bolsillo no s¨®lo las obras literarias, sino tambi¨¦n las grandes obras del pensamiento libre que hasta entonces la censura s¨®lo las toleraba en ediciones completas y caras. Tuvo, creo yo, esta colecci¨®n la virtud de su oportunidad al poner al alcance de los j¨®venes de entonces a Freud y a Borges, a Toynbee y Clar¨ªn, a Proust y Nietzsche, a Max Weber y Castelao, a Aza?a y Hermann Hesse, etc¨¦tera.
Pero una de las cosas que he hecho con mayor entusiasmo fue precisamente el emprendimiento de EL PA?S. Me gusta emplear esta palabra -emprendimiento-, que parece indicar que algo se emprende desde la nada. Yo ten¨ªa en el momento de imaginarlo s¨®lo dos cosas en mi haber: de un lado, las ganas de hacer un peri¨®dico moderno, a la altura de los tiempos, movido quiz¨¢ por la tradici¨®n familiar de El Imparcial y de El Sol; por otro lado, la sensaci¨®n de gozar entonces de un cierto poder de convocatoria, quiz¨¢ consecuencia de mi probada independencia en mis actividades editoriales, como se demostr¨® a la hora de buscar accionistas y en la expectativa que despert¨® el proyecto. El tipo de peri¨®dico pensado y la oportunidad de su salida creo que fueron mis principales aportaciones a esta aventura.
Pero yo me daba cuenta de que para esa aventura hab¨ªa que contar con un verdadero empresario, cosa que yo no soy ni lo he sido propiamente nunca. Por eso, desde el primer momento, una vez constituida la sociedad PRISA, ped¨ª a Jes¨²s de Polanco, cuyas capacidades empresariales conoc¨ªa como colega editorial, que aceptase el cargo de consejero delegado, como as¨ª sucedi¨®. T¨² recordar¨¢s, Jes¨²s, que, como siempre que se pone la vida seriamente a algo, tuvimos que pasar por muchos avatares: atravesar las tierras de los desalmados, evitar el promontorio de los tontos, no perecer en las arenas movedizas de los propios errores y vacilaciones, defenderse de los que llegan despu¨¦s de la procesi¨®n queriendo alzarse con el santo y la limosna y, sobre todo, doblar el cabo de las desesperanzas. No necesito a?adiros, porque es bien notorio, que, gracias a la intuici¨®n empresarial de Polanco, PRISA se ha convertido en uno de los grupos de comunicaci¨®n mas poderosos de Espa?a, no sin padecer ¨¦l ataques y calumnias miserables.
Pero tampoco era yo periodista, oficio que exige, como todos los oficios, profesionalidad. Nombramos como futuro director a Carlos Mendo, que se hab¨ªa acercado a m¨ª al tener noticia de mi proyecto. Hubiera sido un excelente director, pero lealtades ineludibles le obligaron a intentar otros quehaceres, y nos quedamos, sin ¨¦l, un poco en el vac¨ªo. Yo tante¨¦, antes de proponerlo al Consejo, a Miguel Delibes, pero acababa de fallecer su mujer en Madrid y rechazaba de antemano cualquier quehacer que radicase en esta ciudad. Buscando entonces un periodista joven y con un pasado sin telara?as, surgi¨® el nombre de Juan Luis Cebri¨¢n, que trabajaba entonces en Informaciones bajo la maestr¨ªa de Jes¨²s de la Serna. Gran acierto tuvimos al ofrecerle la direcci¨®n de EL PA?S -todav¨ªa inexistente-, porque a ¨¦l se debe la calidad, la originalidad y el envite de las p¨¢ginas de ese peri¨®dico, al que pronto situ¨® en el liderazgo de difusi¨®n en toda Espa?a, a la par que en el liderazgo de difusi¨®n fuera de su lugar de edici¨®n.
Doble liderazgo que hace de EL PA?S el diario m¨¢s nacional, liderazgo que han sabido mantener sus sucesivos directores, Joaqu¨ªn Estefan¨ªa y Jes¨²s Ceberio.
Y voy a terminar:
EL PA?S me ha proporcionado no pocas alegr¨ªas y no pocas enemistades, incluso en ¨¢mbitos muy cercanos. Pero la experiencia que yo tengo o¨ªda a mis antepasados con El Imparcial y con El Sol confirma que siempre ocurre as¨ª cuando un ¨®rgano de opini¨®n se hace muy influyente.
Ahora, para la ¨²ltima vuelta del camino, como dir¨ªa Baroja, me dedico al oficio de escritor. Es una nueva aventura por la que siento: cierta ilusi¨®n, no exenta a veces de la duda de si no estar¨¦ escribiendo sobre la arena. Pero no siento prisa, aunque sea consciente de tener los d¨ªas contados, al menos los d¨ªas de lucidez. Gracias a todos, queridos amigos, por vuestra compa?¨ªa. Al menos aquel proyecto de EL PA?S ha tenido la virtud de poder estar con vosotros en este d¨ªa inolvidable para m¨ª.
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