?Ya se fueron!
Ya se fueron los brigadistas, los trescientos y pico ancianos que lucharon por la libertad y por Espa?a (no por Dios) hace 60 a?os. Algunos podr¨¢n respirar tranquilos. Ya se fueron los viejos testigos de cargo de la desverg¨¹enza de Europa, la del Comit¨¦ de no Intervenci¨®n, la de la rendici¨®n de M¨²nich, y de una parte de Espa?a en el horror de la guerra civil. Ya se fueron. No s¨¦ si se han ido como anglo-hispanos, como hispanogermanos o franco-hispanos, que esto de la doble nacionalidad no ha quedado muy claro. Ya se fueron sin que las m¨¢s altas autoridades de la naci¨®n se dignaran recibirles, seg¨²n record¨® en este mismo diario Antonio Mu?oz Molina; unas autoridades exquisitamente atentas a la vigilante conciencia del ala extrema de su partido, la misma que enarbolaba banderas anticonstitucionales el 3-M ante la sede de la calle de G¨¦nova.Ya se fueron. Los m¨¢s no volver¨¢n. No se preocupen los bienpensantes. Algunos los han llamado hombres de Mosc¨² y es verdad, entre ellos los hab¨ªa comunistas, pero si eran hombres de Mosc¨² lo eran solamente con los intereses del coraz¨®n. El vencedor de la guerra civil pidi¨® una sustanciosa cantidad para sumarse a la sublevaci¨®n, que deb¨ªa ser ingresada en un banco europeo si aqu¨¦lla fracasaba, y eso por lo visto, no era ser hombre de nada, ?Y los hombres de Berl¨ªn? ?Y los hombres de Roma? Ah, no, el cuento es viejo, aqu¨ª no hubo fascistas, aqu¨ª eran otra cosa. Que se lo cuenten a las v¨ªctimas de la represi¨®n en los a?os cuarenta. Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera fue probablemente una buena persona, que no simpatizaba con el militarismo africanista, como se sab¨ªa ya desde hace anos y corroboran los papeles recientemente publicados; pero fue hombre de Roma y de Berl¨ªn y fascista de alma, coraz¨®n y vida, y sus seguidores se encargaron de demostrarlo hasta las heces -s¨ª-, fieles a su consigna de exaltar la dial¨¦ctica de los pu?os y las pistolas y aborrecer el sufragio universal que invent¨® Rousseau, el "hombre nefasto". Ya se fueron. Con ellos se va un pedazo de oro de la dignidad del mundo de 1936-1939, que sigue siendo la dignidad de la libertad, por m¨¢s que hoy el fascismo no vista camisa parda y se agazape detr¨¢s del monetarismo y las macromagnitudes que se ofrendan d¨ªa tras d¨ªa al Moloch de la econom¨ªa ultraliberal. No en balde ya empieza a hablarse de "pensamiento ¨²nico", y eso algo significa.
Veinticinco a?os hab¨ªan pasado del inicio de la guerra civil, cuando el poeta Luis Cernuda se encontr¨® en Los ?ngeles con uno de estos brigadistas, un combatiente de la Brigada Lincoln, al t¨¦rmino de una lectura de versos. Conmovido ante la lealtad de aquel hombre, que un cuarto de siglo despu¨¦s hab¨ªa acudido a escuchar a un poeta de aquella lejana Rep¨²blica por la que se hab¨ªa jugado la vida, escribe Cernuda uno de sus mejores poemas, 1936, donde da cuenta de lo que significa la fe y la consecuencia de hombres as¨ª: "Recu¨¦rdalo t¨² y recu¨¦rdalo a otros... Este hombre solo, este acto solo, esta fe sola...". Tanta lealtad, pensaba el poeta, justificaba al entero g¨¦nero humano: "Uno, uno tan s¨®lo basta como testigo irrefutable de toda la nobleza humana".
Pues bien, los testigos de la nobleza humana ya se fueron. Yo vi, reci¨¦n llegado, en el aeropuerto de Barajas, a uno de ellos que, con voz en¨¦rgica y en buen castellano, recordaba su tiempo de Espa?a y de la guerra civil. Algunos han dicho estos d¨ªas -repitiendo papeles que tiempo atr¨¢s interpretaron- que no se debe hablar de algo tan desagradable y ya, por fortuna, lejano. Estoy de acuerdo, pero sucede que nunca han faltado escribas para defender a quienes se sublevaron contra el Gobierno leg¨ªtimo; para defenderlos o para tejer un respetuoso silencio en torno a sus figuras, mientras m¨¢s de una y de dos y de tres y de diez calles y plazas y colegios p¨²blicos y caballos estatuarios siguen recordando en toda Espa?a al vencedor de la guerra civil y a sus secuaces y algunos de sus colaboradores ocupan altos puestos en a democracia. De modo que el respetuoso silencio emite tambi¨¦n mensajes.
En contrapartida, s¨®lo m¨ªnimas se?ales rinden homenaje perdurable a estos hombres que vinieron a darlo todo por este pa¨ªs que para ellos era todos los pa¨ªses, pues era la imagen misma del universo agredido y escarnecido, y poco importa que sicarios del alma de hielo y tiranos de seminario quisieran enfangar un sue?o tan hermoso. Como el sue?o de aquel John Cornford, que ten¨ªa s¨®lo 21 a?os cuando cay¨® herido para siempre en diciembre de 1936, en la sierra de C¨®rdoba, y que era un excelente poeta. Camino de Huesca, meses antes, escrib¨ªa a su amiga y tambi¨¦n poeta Margot Heinemann estos versos de amor, que estaban asimismo dirigidos a su propia juventud, que tem¨ªa fuera sacrificada en ¨¦l ara cruel de Espa?a: "Y si la suerte acaba con mi vida dentro de una fosa mal cavada, acu¨¦rdate de toda nuestra dicha; no olvides que yo te amaba".
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