C¨®ndores y buitres
"Deber¨ªan haber venido tambi¨¦n los de la Legi¨®n C¨®ndor", dice el presunto historiador y estomagante ultramontano, Ricardo de la Cierva, autor de una caterva de fasc¨ªculos, op¨²sculos y ap¨®crifos sobre la guerra civil, cuando le preguntan su prescindible opini¨®n sobre el retorno de los supervivientes de las Brigadas Internacionales.La Legi¨®n C¨®ndor, contemplaba Espa?a, desde el aire, como un pol¨ªgono de tiro, campo de pruebas, escenario. para el ensayo general de una guerra de mayor envergadura, sus aviones hubieran bombardeado con igual sa?a Gernika que Nairobi, ajenos igualmente a lo que ocurriese a i ras de tierra, sus pilotos eran disciplinados profesionales de la milicia que no ten¨ªan nada personal contra sus posibles v¨ªctimas, cumpl¨ªan ¨®rdenes y gozaban con ello, los voluntarios de las Brigadas Intermacionales vivieron la guerra de Espa?a como un cromiso personal en la lucha contra el fascismo. Los brigadistas revelaron con su testimonio a un mundo de ciegos que la guerra de Espa?a no era un conflicto local ni un pronunciamiento militar como los (tantos) otros. Supieron ver el embri¨®n de un virus, de una epidemia que a?os despu¨¦s asolar¨ªa el mundo.
Hace 60 a?os por estas fechas los brigadistas defendieron Madrid como primera y ¨²ltima frontera de la libertad y ganaron la batalla aunque la guerra les fuera adversa. Los pa¨ªses dem¨®cratas, exquisitamente neutrales, que no quisieron entrometerse en nuestra dom¨¦stica querella no tardar¨ªan mucho en darse cuenta de su error de apreciaci¨®n. Cuando el patrono de la Legi¨®n C¨®ndor extendi¨® sus alas por Europa comenzaron a caer en la cuenta.
En Madrid yo he visto un monumento a los, pilotos de la Legi¨®n C¨®ndor, un pedrusco arrumbado en un rinc¨®n neutral de unos jardines junto a la M-30. Este siniestro pajarraco de presa, primo del buitre, no pertenece a una especie en v¨ªas de extinci¨®n como se crey¨® en momentos de optimismo, sus cr¨ªas se reproducen marcadas a fuego con la cruz gamada de la intolerancia y la violencia; camada negra y rapada, cr¨¢neos desnudos por fuera y por dentro a los que toda su fuerza se les va por las botas.
Son minor¨ªa, que alimentan, sin quitarse los guantes, don Ricardo de la Cierva y sus gerifaltes de anta?o, arriesg¨¢ndose a que los muy ingratos un d¨ªa les lleven el dedo de un picotazo. Pero frente a este legi¨®n de canallas vestidos de patriotas, hijos de la madre de todas, las limpiezas ¨¦tnicas, existe una m¨¢s numerosa de j¨®venes insumisos y solidarios, precoz y definitivamente esc¨¦pticos ante el poder y sus abusos. De los okupas que arrastran por los pelos los guardianes del orden a los pac¨ªficos luchadores contra las injusticias representadas por el 0,7 esas migajas que el avariento Estado se niega a repartir porque quiz¨¢s las necesita para comprar un nuevo cazabombardero, o un portaviones para protegerse de la invasi¨®n de los hambrientos que presionan sobre las fronteras del bienestar europeo. Don Ricardo y sus cofrades suelen engolar la voz cuando proclaman que prefieren la injusticia al desorden, sin repar en que el peor de los des¨®rdenes es precisamente la injusticia.
Desarmados y pac¨ªficos los luchadores de las brigadas de la solidaridad de hoy son tambi¨¦n internacionales, desprecian como los brigadistas de anta?o los sue?os nacionalistas y las cicatrices que dejan sus fronteras.- Ni los supervivientes de las Brigadas Internacionales ni los j¨®venes de las oeneg¨¦s precisan monumentos que loen su causa noble, y por tanto perdida. No quieren que el municipio ni la comunidad gasten ni un duro de su presupuesto en un mont¨®n de piedras o de bronces. No lo har¨¢n, por supuesto, y por tanto no cabe imginar lo que podr¨ªan urdir los asesores escult¨®ricos y monumentales del Ayuntamiento con un motivo as¨ª. Nadie necesita un monigote m¨¢s, un gnomo supernumerario para poblar ese bosque de Liliput que constituye la ¨²ltima estatuaria p¨²blica madrile?a.
Los supervivientes de la Legi¨®n C¨®ndor no han venido a celebrar su p¨ªrrica y cruenta efem¨¦rides con don Ricardo de la Cierva, pero si tanto les echa de menos podr¨ªa ir a buscarles y llevarles como regalo de cumplea?os una colecci¨®n de sus obras completas. No creo que sean muy aficionados a la lectura pero tales ladrillos podr¨ªan servirles para construir una barricada o como armas arrojadizas.
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