?Que hablen bien!

En la antig¨¹edad cl¨¢sica se amaba la palabra. El hombre p¨²blico, si aspiraba al reconocimiento, deb¨ªa conocer la ret¨®rica y dominarla. Muchos discursos eran vanos o de puro compromiso, pero el orador, tambi¨¦n en estos casos, buscaba la emoci¨®n y el deleite, pues la oratoria era apreciada como g¨¦nero literario, y un discurso, como un mon¨®logo teatral en el que el auditorio ponderaba la armon¨ªa, el ritmo, los golpes de efecto, la disposici¨®n de las palabras, la cuidada elecci¨®n de las mismas...Durante siglos se sigui¨® cultivando el arte de hablar, imitando generalmente los tratados antiguos adaptados ahora a las lenguas romances. A¨²n hoy resuenan los muros de la patria con algunas memorables p¨¢ginas pronunciadas durante los a?os de la Rep¨²blica... Pero en nuestros descre¨ªdos tiempos o¨ªmos a la mayor parte de nuestros pol¨ªticos perorar insulsamente a toda hora, en el Parlamento, en la televisi¨®n, en una cena de homenaje. Siempre hablan, sea cual sea el tema, sobre lo insignificante o lo divino, en una entrevista o como contertulios, siempre hablan. Siempre las mismas palabras huecas, el mismo l¨¦xico de pol¨ªticos correctos, los mismos ademanes... Si s¨®lo nos queda resignaci¨®n, si nuestros o¨ªdos han de ser diana de "flexibilidades, credibilidades, ajustes", todo por el bien de los ciudadanos, si es ineludible que no callen, entonces, que hablen..., pero ?que hablen bien!-