Malraux y la perennidad literaria de la guerra espa?ola
A la memoria de Herv¨¦ Elmalch.
"No es general que los escritores franceses, aficionados a saltarse los Pirineos a la torera, sepan d¨®nde caen", escrib¨ªa Corpus Barga, el mayor "afrancesado" espa?ol del primer tercio del siglo XX. Andr¨¦ Malraux s¨ª lo sab¨ªa en julio de 1936, al incorporarse activamente a la defensa de la Segunda Rep¨²blica, con la r¨¢pida creaci¨®n de la escuadrilla a¨¦rea Espa?a. Consigui¨® aviones y reclut¨® pilotos (algunos mercenarios), pese a las dificultades derivadas de la triste par¨¢lisis del Gobierno de Blum. La intrepidez de Ma1raux tuvo una enorme resonancia en los ¨¢mbitos intelectuales de Europa y las Am¨¦ricas. Era entonces uno de los j¨®venes escritores europeos m¨¢s reconocidos fuera de las fronteras de su patria: y se le vio como un Byron del siglo XX. Hubo, claro est¨¢, en la Francia conservadora -reci¨¦n derrotada en las elecciones de 1936 por el Frente Popular- intentos varios de equipararlo con el personaje de Daudet, Tartar¨ªn de Tarasc¨®n. En vano, porque Malraux se jugaba la vida en la Espa?a del julio sangriento de 1936: y era la suya una vida espl¨¦ndidamente dotada con una inteligencia excepcional y una capacidad de articulaci¨®n literaria extraordinaria. Su novela de 1937, L'espoir (La esperanza) fue el testimonio de su entrega a la defensa de la Espa?a republicana y marc¨® el comienzo de la gran literatura generada por aquella gesta.
Ma1raux se hab¨ªa revelado como un original novelista con su obra de 1933 La condici¨®n humana -laureada con el Premio Goncourt-, y desde entonces era ya un "cl¨¢sico" de la literatura francesa contempor¨¢nea. Uno de los m¨¢s destacados cr¨ªticos literarios franceses, Ram¨®n Fern¨¢ndez, se?al¨® (en su rese?a al aparecer La condici¨®n) c¨®mo Malraux hab¨ªa sabido fundir el "an¨¢lisis" y la "acci¨®n" que hasta ¨¦l eran polos opuestos de la narrativa francesa. Otros lectores de Ma1raux acentuaron su conciencia tr¨¢gica -determinada por el sentimiento del peso de la fatalidad en la vida humana- y el entusiasmo vital que siempre se desprend¨ªa del dinamismo de su prosa. Era, as¨ª, enteramente l¨®gico que Malraux viera en la Espa?a de aquel siniestro julio de 1936 el lugar casi predestinado para ¨¦l y, por tanto, para su novela en aquella hora de Europa: esto es, en la Espa?a republicana pod¨ªa ser brillante hombre de acci¨®n y "analista" de los personajes y de los sucesos mismos. La esperanza fue un ¨¦xito mundial: y cabe conjeturar que quiz¨¢s determin¨® a alg¨²n lector a acudir a las oficinas de reclutamiento de las Brigadas Internacionales. Recordemos, -precisamente, que Malraux viaj¨® extensamente por Estados Unidos en 1937 para solicitar fondos para la ayuda humanitaria a la Espa?a republicana: y un colega universitario me narr¨® el frenes¨ª que creaba Malraux -su capacidad oratoria en franc¨¦s era incomparable- en los campus norteamericanos. Aquel colega dedic¨® desde entonces su actividad intelectual a Malraux y fue el autor de uno de los mejores libros sobre ¨¦l: MaIraux y la imaginaci¨®n tr¨¢gica (Wilbur M. Frohock, 1952; notemos que no ha recibido a¨²n la atenci¨®n de ser vertido al franc¨¦s). Claude Roy tambi¨¦n ha relatado c¨®mo ¨¦l y dos amigos ¨ªntimos, en los a?os terriblemente sombr¨ªos de 1940 y 1941, le¨ªan-o m¨¢s bien se apoyaban en L'espoir- para mantener justamente su esperanza de patriotas franceses. La novela fue para ellos el comienzo de una "conversaci¨®n infinita", ya que L'espoir es un constante di¨¢logo, o m¨¢s precisamente un di¨¢logo central en el cual confluyen otros di¨¢logos. Podr¨ªa as¨ª verse La esperanza como un ejemplo de autocr¨ªtica de una inteligencia que no, pretende nunca "ense?ar" (t¨¦rmino absolutamente odioso para Malraux). Jean Lacouture, su mejor bi¨®grafo (?y qu¨¦ ejemplo biogr¨¢fico para espa?oles!) ha podido hablar del "humanismo activo y perentorio" de Malraux teniendo presente el trasfondo sem¨¢ntico del "humanismo" (estudioso distante y dilatorio). Y sin duda Malraux construy¨®- como buen quijote muy siglo XX- "castillos en Espa?a", dicho a la francesa, que mereci¨® la gratitud del pueblo espa?ol (recordemos la maravilla imperecedera de la pel¨ªcula hecha con Max Aub). Ser¨ªa oportuno ahora considerar en qu¨¦ medida actu¨® la novela sobre los defensores internacionales de la Segunda Rep¨²blica, que la habr¨ªan conocido: no es, desde luego, una novela "comunista" (aunque Malraux, en la pr¨¢ctica b¨¦lica, se identificara mucho m¨¢s con los chinos -usando el vocabulario de la ¨¦poca- que con los anarquistas), pero s¨ª es un nobil¨ªsimo texto comunitario: ?cu¨¢ntas voces singulares y qu¨¦ profundo sentimiento de fraternidad! Su lectura, hoy, para j¨®venes espa?oles, conscientes de su historia (?cu¨¢ntos?) y deseosos de proseguirla, les permitir¨ªa ver c¨®mo en aquellos h¨¦roes de 1936, for¨¢neos y espa?oles, actuaba un m¨®vil profundo: la defensa de la dignidad humana.
Otros escritores europeos y de las dos Am¨¦ricas acudieron tambi¨¦n a la Espa?a republicana, haciendo de aquella guerra un lugar de encuentro intelectual tanto como emocional. Un n¨²mero apreciable de los m¨¢s j¨®venes -sobre todo ingleses procedentes de Cambridge y Oxford-, sin obra anterior, dejaron sus versos como testimonios de nobles vidas truncas. Iniciaron as¨ª una tradici¨®n l¨ªrica, en lengua inglesa, que contin¨²a todav¨ªa en su patria y en Canad¨¢ y Estados Unidos que podr¨ªamos llamar la recreaci¨®n retrospectiva de la guerra espa?ola. No cabe olvidar, por supuesto, el gran poema Spain, de W. H. Auden, y tantos textos l¨ªricos m¨¢s de poetas de varios idiomas y pa¨ªses: la perdurabilidad de la guerra espa?ola en las letras universales es patente. Por supuesto, ah¨ª est¨¢n las grandes voces hispanoamericanas, como las de Neruda y Vallejo entre otros. Mas hay tambi¨¦n las obras que podr¨ªamos considerar como de decepci¨®n: la m¨¢s le¨ªda en todo el mundo es la de George Orwell Homenaje a Catalu?a (1938): es pertinente se?alar de paso que el libro de Orwell es la "fuente" principal de la pel¨ªcula reciente Tierra y libertad. Se ha dicho por un escritor franc¨¦s (C. Simon) que la obra de Orwell ha alcanzado un prestigio "hist¨®rico" que no corresponde a la objetividad de los hechos narrados. Podr¨ªa incluso mantenerse que el valor literario de la obra de OrweIl -que le ha dado un lugar permanente en la literatura de lengua inglesa- reduce considerablemente la validez hist¨®rica del testigo Orwell. Entramos aqu¨ª en una muy vasta cuesti¨®n de la relaci¨®n entre historia a y literatura que podr¨ªa ser tema de una "conversaci¨®n infinita" a la Malraux.
No quisiera concluir estas breves l¨ªneas sin mencionar una obrita maestra, completamente olvidada: me refiero a Vida y muerte de un pueblo espa?ol (1937), de Elliot Paul. Se refiere a Santa Eulalia del R¨ªo, en Ibiza, y es, sin duda, un recuerdo l¨ªrico que no por ello debe considerarse un espejismo.
premio nacional de Historia 1996, es historiador y profesor em¨¦rito de la Universidad de Harvard.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.