Chicago
En la Universidad de Chicago, una de las cinco m¨¢s importantes del mundo, Enrico Fermi, en 1942, logr¨® la primera reacci¨®n nuclear controlada en cadena. Para este experimento se construy¨® un s¨®tano acorazado bajo las gradas del campo de deportes. Una escultura de Henri Moore recuerda el nacimiento del hongo at¨®mico en este lugar, pero hoy sobre el campo de deportes desaparecido se levanta la biblioteca moderna de la universidad que contiene 20 millones de vol¨²menes y en -una de sus salas situada en la vertical de la creaci¨®n de la bomba nuclear hace unos d¨ªas tuve el honor de dar una conferencia y en ella habl¨¦ de algunos escritores espa?oles muertos y vivos que admiro. Ir a Chicago y preguntar por Capone es como llegar a Calatayud y preguntar por la Dolores, una ordinariez que no comet¨ª; no obstante, aquel g¨¢nster sigue siendo el alma negra de la ciudad y yo le pagu¨¦ el consabido ?mpuesto acudiendo a o¨ªrblues en el Green Mill, el garito de Broadway adonde ¨¦l sol¨ªa acudir las noches en que no mataba a nadie. En Chicago vas por la calle e inevitablemente alguien te dice: en esta esquina balearon a Dillinger, en este garaje se produjo la matanza de San Valent¨ªn, esta licorer¨ªa fue una tapadera de Luciano. Pero en Chicago tambi¨¦n se produjo la carnicer¨ªa de obreros, origen de la fiesta 1 de mayo en todo el mundo excepto en Norteam¨¦rica. En los mataderos de Chicago hay hilo musical y la voz de Julio Iglesias bala como una cabrita sobre el ganado que penetra por un t¨²nel antes de que all¨ª unas enormes cuchillas les sieguen las patas a la altura de los ijares, de modo que el coraz¨®n de los animales todav¨ªa vivo sigue bombeando para facilitar el desangrado, mientras Julio canta: me va, me va, me va. La Universidad de Chicago ostenta m¨¢s de 50 premios Nobel. En el campus cada uno de ellos tiene un aparcamiento reservado con su nombre y ¨¦se parece ser el honor que m¨¢s aprecian: poder estacionar el coche. All¨ª tuve el gusto de hablar acerca de algunos escritores que admiro.
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