Una matrona llamada Juanjo
El primer comadr¨®n de la Comunidad de Madrid sufri¨® discriminaci¨®n laboral por ser un hombre
Las secretarias de administraci¨®n de la Escuela de Matronas de la Cruz Roja debieron pen sar que aquel joven tan educa do que ped¨ªa con toda naturalidad una solicitud de ingreso les estaba gastando una broma: "Mira chico, esta es una profesi¨®n de mujeres y no se admiten hombres". Esto ocurr¨ªa en 1981 en la escuela que entonces estaba situada en la madrile?a calle de Reina Victoria, y a pesar de la negativa, Juanjo Juanas, un ATS de 20 a?os, no se rindi¨®. Se fue directo a la Facultad de Medicina y reclam¨® en el decanato. Tal como supon¨ªa, no hab¨ªa ning¨²n impedimento para que un hombre cursara los estudios de matrona. Otra cosa es, que en la comunidad de Madrid no se le hubiera ocurrido antes a ning¨²n otro, y en toda Espa?a s¨®lo a dos varones m¨¢s en Bilbao. Con una carta firmada por el decano de Medicina, aquel mismo a?o Juanjo Juanas se convirti¨® en el primer alumno de la Escuela de Matronas de Madrid. M¨¢s dif¨ªcil que la t¨¦cnica de ayudar a los beb¨¦s a salir a este valle de l¨¢grimas fue para ¨¦l aprender c¨®mo moverse en un territorio controlado por mujeres y ganarse su confianza, sobre todo despu¨¦s de escuchar lo que le dijo una de sus profesoras: "Mientras yo est¨¦ aqu¨ª no se te ocurra venir a pedir trabajo". Con los ginec¨®logos no lo tuvo m¨¢s f¨¢cil. Tanto o m¨¢s extra?ados por su situaci¨®n, cuando les ped¨ªa un puesto en su equipo les respond¨ªa: "?Y qu¨¦ vas a hacer t¨² entre mis chicas". "Hubo uno que se pas¨® todo el curso dici¨¦ndome que yo deb¨ªa tener un gen retorcido", recuerda el pionero comadr¨®n, quien explica que hasta el tercer a?o de enferme r¨ªa, cuando se estudia la asignatura de Ginecolog¨ªa y Obstetricia, no sinti¨® una curiosidad especial por los partos. "Tambi¨¦n hubo un sector de matronas que entendi¨® y asumi¨® perfectamente mi elecci¨®n y les halag¨® en cierto modo que un hombre quisiera acercarse al mundo femenino. Otras, llevadas por un feminismo radical, con sideraron sin embargo que era un terreno exclusivo de ellas y que hab¨ªa que impedir por todos los medios que los hombres entraran". La oportunidad de llegar definitivamente al coraz¨®n de sus compa?eras le lleg¨® a Juanjo en 1984. En un acto para debatir las nuevas previsiones de la profesi¨®n, le toc¨®, sin haberlo previsto, subir al estrado. Nervioso, se dio la vuelta y se encontr¨® con 400 mujeres que le observaban en silencio y entonces comenzo su intervenci¨®n diciendo: "Nosotras, las matronas..." Le interrumpi¨® un un¨¢nime y emotivo aplauso que nunca olvidar¨¢. Su primer trabajo fue como matrona rural. "En 1983 las comadronas de los pueblos estaban a punto de desaparecer. El Ministerio de Sanidad alegaba que las mujeres ya no daban a luz en las casas. Entonces hice una propuesta para que las matronas nos ocup¨¢ramos del seguimiento de la embarazada, preparaci¨®n al parto, cuidado posparto y la primera atenci¨®n al reci¨¦n nacido. Present¨¦ un informe al Ministerio y junto con las compa?eras de algunos pueblos -Colmenar Viejo, Majadahonda, Mejorada del Campo, Pinto y Guadarrama, entre otros- formamos una comisi¨®n para defender nuestro papel en el mundo rural. Conseguimos que se mantuvieran 37 plazas para la comunidad de Madrid. A m¨ª me correspondi¨® la de Guadarrama".
Su labor en esta localidad se limitaba a la atenci¨®n primaria y no volvi¨® a asistir un parto hasta 1985: el de su primera hija, Laura. Este mismo a?o consigui¨® un puesto en La Paz. "Aqu¨ª fue donde entr¨¦ en contacto con matronas verdaderamente experimentadas y donde yo aprend¨ª a serlo. Mi mejor maestra fue Teresa Mu?oz. Ella me ense?¨® a potenciar mi lado femenino y fue la primera compa?era que conect¨® comnigo".
Jam¨¢s ha utilizado la palabra matr¨®n o comadr¨®n [reconocida por la Academia] y quiso desde el principio que en su bata apareciera el t¨¦rmino de matrona, el que siempre utiliza cuando le preguntan cu¨¢l es su profesi¨®n. "Mucha gente cree que soy homosexual. En realidad no creo que para ser matrona importe demasiado que seas hombre o mujer. Pero s¨ª es importante que se tenga un lado femenino para que se d¨¦ una cierta empat¨ªa con las mujeres y puedas comprender lo que sienten".
Cuenta que m¨¢s que las mujeres que van a dar a luz son los maridos o familiares los que se extra?an de su presencia, y ha escuchado exclamaciones de todo tipo. Desde "?pero si es un hombre?) hasta ?"ay por Dios, usted no mire!". Y luego est¨¢ el inevitable reproche que en el fragor del parto tiene que escuchar con frecuencia: "?Qu¨¦ sabr¨¢s tu de lo que duele esto!".
Por eso Juanjo, para tener una idea de lo que las mujeres sienten, les hace muchas preguntas y les ayuda a tranquilizarse, a tener confianza en s¨ª mismas y a romper con la maldici¨®n b¨ªblica de parir¨¢s con dolor. Aplica lo que ¨¦l llama "la cari?oterapia". "He comprobado que muchas mujeres se niegan psicol¨®gicamente a dar a luz. Llegan con muchos miedos y bastantes prejuicios, y la Iglesia cat¨®lica tiene una gran culpa de que as¨ª sea. De ah¨ª que mi objetivo profesional sea humanizar el parto y romper con ese estereotipo".
Se nota que este hombre de ojos azules, que lleva coleta y habla muy bajito, est¨¢ encantado de vivir rodeado de mujeres y de haber descubierto alguno de los secretos del universo femenino por el que se siente fascinado. Aunque vive en Guadarrama, trabaja desde hace tres a?os en el hospital de Nuestra Se?ora de Sonsoles, de ?vila, donde se ha integrado sin problemas en el equipo de matronas, con las que mantiene una excelente relaci¨®n.
Recuerda con satisfacci¨®n las muchas cartas de agradecimiento que recibe de madres a las que ha atendido:
"En el momento m¨¢s importante de nuestra vida", le escribi¨® un matrimonio, "queremos agradecerte que nos hayas ayudado a vivirlo con tanta intensidad".
De las 6.000 matronas que hay ahora en Espa?a, s¨®lo 60 son hombres. Ellos han tenido m¨¢s suerte que los pocos pero osados varones que en la Edad Media se colaron en un parto para satisfacer una l¨®gica curiosidad. A los que pillaron los quemaron en la hoguera.
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