El optimismo
La revista Quo, que mes tras mes ha logrado colocarse en el n¨²mero uno de las publicaciones mensuales, sabe lo que hace. Aparte de lo que, entre bromas y veras, da a aprender, procura no amargarse la vida con pensamientos tristes. El tema central de su ¨²ltimo n¨²mero est¨¢ destinado a exponer las ventajas de cultivar el buen humor o, bien, lo que una escuela psicol¨®gica llama el pensamiento positivo.La cuesti¨®n b¨¢sica es ¨¦sta: de poder elegir entre ser optimista o ser pesimista, es altamente preferible la primera opci¨®n. Con frecuencia, las personas son optimistas no porque les vayan las cosas bien; les van las cosas bien por su actitud optimista. ?sta es una de la tesis de Daniel Goleman con su nuevo libro Inteligencia emocional y es tambi¨¦n el repetido estribillo del libro que public¨® en 1990 Martin Seligman con el t¨ªtulo El optimismo (es una ventaja y un placer que) se adquiere.
Lo que dec¨ªa Martin Seligman entonces, tras sus largos estudios sobre depresi¨®n, es que el estado depresivo se fragua no s¨®lo a partir de disposiciones sociales o gen¨¦ticas, sino mediante una concatenaci¨®n de pensamientos que, favoreciendo la tristeza, concluyen en enfermedad real. Actuando sobre la cadena introspectiva, enderezando la interpretaci¨®n de la realidad, rompiendo la tendencia a eslabonar figuras sombr¨ªas, el desplome se corrige y es posible, mediante aprendizaje, afrontar la misma adversidad con resultados muy distintos.
No s¨®lo hay individuos que con su pensamiento negativo empeoran las cosas. Tambi¨¦n hay culturas pesimistas, religiones pesimistas, naciones pesimistas y hasta instituciones pesimistas que labran sus fracasos. La religi¨®n cat¨®lica es pesimista respecto al calvinismo, Espa?a o Portugal son naciones de deriva pesimista frente a Alemania o Estados Unidos, el Atl¨¦tico de Madrid arrastra una tradici¨®n de borrascas frente al soleado esp¨ªritu del Real.
Tomar conciencia de ese mecanismo que hace llamarse a un club "el pupas", y a un individuo, "perdedor", es el primer paso para ganar una liga o una copa, una felicidad y un mejor porvenir, sea en el deporte, en el amor o en la pol¨ªtica. En los an¨¢lisis de las elecciones norteamericanas desde 1948 a 1996, los candidatos que se manifestaron m¨¢s optimistas derrotaron siempre a sus adversarios. Eisenhower se impuso a Stevenson a pesar de la mayor capacidad de ¨¦ste; Johnson venci¨® a Goldwater; Kennedy super¨® a Nixon; Reagan se carg¨® al triste Carter; Clinton ha superado la dolorida imagen de Dole. La intensidad diferencial del optimismo es hasta capaz de presagiar el diferencial del escrutinio.
Seligman ha acu?ado un t¨¦rmino, pesrum, suma de pesimismo y rumiaci¨®n, siendo la rumiaci¨®n el efecto de airear los males existentes y no presentar -en pol¨ªtica, por ejemplo- una alternativa di¨¢fana. En esa tesitura, el elector queda afectado por la denuncia del mal y se envenena rumiando la desgracia. Si Aznar gan¨® por tan escaso margen de votos y los ha perdido tan pronto en los sondeos, la explicaci¨®n ser¨ªa que su imagen, de por s¨ª fosca, se ha oscurecido a¨²n m¨¢s con la carencia de perspectivas claras.
Las personas, los grupos, pueden cambiar efectivamente unas cosas y otras no. No puedo ser m¨¢s alto pero puedo ser mejor, es otro y m¨¢s reciente libro de Seligman. No es posible cambiarlo todo ni es prudente ser optimista a despecho de toda eventualidad. No convendr¨¢ a un individuo prescindir de sopesar los inconvenientes si se encuentra ante la tesitura de casarse, ni tampoco parece aconsejable descartar las eventualidades negativas en el trance de firmar un acuerdo millonario. No hay que ser a las locas optimista, pero, en innumerables coyunturas, confiar en un resultado positivo, trabajar con la expectativa de lo mejor, esperar respuestas productivas de uno mismo, de los delanteros centros o de los ciudadanos, contribuye, seg¨²n la ciencia, a redondear efectos triunfales. Y a ser m¨¢s feliz, m¨¢s amable y deseado, y m¨¢s capaz.
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