El salto sin red
Los chavales desamparados y criados en instituciones p¨²blicas o subvencionadas se quedan sin apoyo de la Administraci¨®n cuando cumplen la mayor¨ªa de edad
Un total de 180 chavales de los 2.000 tutelados en centros de protecci¨®n de la Comunidad de Madrid cumplir¨¢n la mayor¨ªa de edad en el pr¨®ximo a?o. Saltar¨¢n a la vida adulta sin una red que mitigue las ca¨ªdas m¨¢s peligrosas. Casi la mitad regresar¨¢n junto a su familia con la esperanza de bandear los problemas que les obligaron a vivir bajo el manto institucional. La otra mitad tendr¨¢n que buscarse la vida. Como otros j¨®venes. Pero con muchas m¨¢s dificultades.Ellos no cuentan con adultos que les apoyen si las cosas se tuercen y, adem¨¢s, los malos tragos pasados (abandonos, maltrato, pobreza ... ) les han dejado a menudo una gran inseguridad.
Los educadores del Instituto Madrile?o del Menor y la Familia, organismo de la Comunidad, y asociaciones que trabajan en este campo est¨¢n de acuerdo: hace falta un programa de apoyo para estos chicos. No para hacerles eternos clientes de las instituciones, sino para ayudarles en la b¨²squeda de empleo y vivienda o, simplemente, para ofrecerles un consejo adulto a trav¨¦s del padrinazgo de una familia.
El Instituto ha dise?ado un plan a cuatro a?os para ellos. Pero los 876 millones que cuesta no est¨¢n contemplados en los presupuestos regionales.
Francisco Javier Mart¨ªnez, un jardinero de 25 a?os que vivi¨® d¨¦cada y media bajo el manto institucional, no es amigo de las quejas. Cuando tiene un d¨ªa malo lo conjura haciendo kil¨®metros de marat¨®n. Pero las carreras no le impiden ver que su situaci¨®n es m¨¢s dif¨ªcil que la de otros compa?eros de su edad.
"No contar con apoyo familiar es muy duro. Yo, si no trabajo, no tengo donde cobijarme", explica este hombre. Su madre les dej¨® a ¨¦l y a su hermano mellizo a cargo de sus abuelos y cuando ¨¦stos no pudieron seguir afrontando el cuidado de los chiquillos los pusieron en manos de las instituciones.
Los a?os que vivi¨® en el piso de la asociaci¨®n Paideia, una de las que tienen convenios con el Gobierno regional para atender a menores tutelados, los recuerda con cari?o. Por eso, aunque se fue de all¨ª con la mayor¨ªa de edad, a¨²n perdura el contacto.
Llad1
La lucha que no cesa
"Primero compart¨ª una casa con otros chicos procedentes de colegios tutelados, pero aquello no funcion¨®; despu¨¦s me march¨¦ a una pensi¨®n", a?ade. A¨²n recuerda lo s¨®lo que se sinti¨® en la casa de hu¨¦spedes. Ahora comparte un piso en Getafe, con su hermano. "A veces me digo, hombre, no te va mal, tienes curro, amigos y has salido adelante, pero me planteo lo que tengo que luchar para ganar un dinero que s¨®lo me permite sobrevivir y me como el coco, ?ser¨¢ toda la vida as¨ª?", plantea.
Cree que, dentro de lo que cabe, ha tenido suerte. "Deben existir m¨¢s apoyos como el que tengo yo con la gente de Paideia, porque te pueden aconsejar, ellos te conocen y saben lo que es la vida de los que nos hemos criado sin padres", apostilla.
Miguel Melendro, responsable de coordinaci¨®n de centros en el Instituto Madrile?o del
Menor y la Familia, quiere dejar claro que a nadie se le ponen las maletas en la puerta. "Pero desde que los chavales son adolescentes se trabaja para que con la mayor¨ªa de edad consigan ser aut¨®nomos", indica.
"Parece injusto que, en - una ¨¦poca en que los j¨®venes se emancipan tarde, estos chicos tengan que buscarse la vida con 18 a?os, pero hay que evitar la dependencia institucional, porque es m¨¢s peligrosa que la familiar", a?ade. "El problema es que no existe un programa de apoyo para ellos una vez que dejan la red, y hace falta, porque trabajar con estos chicos, y muchos est¨¢n en el filo de la navaja, es prevenir casos de delincuencia y marginaci¨®n", apostilla.
"Algunos siguen en contacto con los educadores, pero porque hay buena relaci¨®n, no como un recurso al que pueden recurrir al margen de que se lleven mal o bien", a?ade Melendro.
Antonio Santiago, Tony, es uno de los 61 mayores de 18 a?os que siguen viviendo en la red de centros regionales. Como est¨¢ estudiando el primer ciclo de Formaci¨®n Profesional en electr¨®nica, le han permitido continuar un tiempo en el piso donde habita desde los 13 a?os. Mientras, ayuda como monitor en otros hogares con chavales m¨¢s peque?os y trabaja de camarero cuando tiene posibilidad.
"Si tuviera que marcharme ahora mismo no s¨¦ qu¨¦ har¨ªa, porque trabajar, estudiar y llevar una casa es bien duro", apostilla. Tony tiene algo claro. Su familia no le puede ayudar. "Mi padre siempre ha bebido y ah¨ª empezaron todos los problemas, ahora dice que se ha desintoxicado, pero no s¨¦; mi madre no anda nada bien, si me ayuda a m¨ª, ella se queda sin comer", explica.
En los primeros a?os de internado a?oraba a su madre. "Pero dej¨¦ de comerme el coco, a casa no pod¨ªa volver y me hice a la idea de que tendr¨ªa que salir adelante solo", reflexiona.
?l cree imprescindible cualquier apoyo que se d¨¦ a los j¨®venes que salen de instituciones. "Hay demasiada gente que acaba en la c¨¢rcel o con problemas de drogas", concluye. Eso mismo piensa V¨ªctor Ruiz, de 19 a?os. Desde que cumpli¨® la mayor¨ªa de edad vive en un piso con su novia. Atr¨¢s quedaron 11 a?os de tutela. Pero para pagar las 65.000 pesetas del alquiler a veces lo pasan mal. Y no porque no intenten salir adelante.
?l trabaja de camarero en un restaurante de comida americana. A veces media jornada y a veces entera. En buenos locales y en otros peores. Pero est¨¢ lleno de planes. Y eso que algunos le han salido mal, como la tiendecilla de frutos secos que mont¨® con su novia en Tetu¨¢n gracias al aval de unos amigos. "Todav¨ªa andamos pagando el mill¨®n que pedimos de cr¨¦dito", explica.
"Mi familia vive en un agujero"
Lo que necesita V¨ªctor es alguien que le aconseje sobre todos estos avatares econ¨®micos y personales por los que est¨¢ pasando. Y ese alguien no parece que pueda ser su familia. "Ir a visitar a mi madre es deprimente; malvive en Fuencarral, en una casucha sin luz, con dos hermanos m¨ªos y sus ni?os; es como si estuvieran metidos en un agujero, del que no saben salir", asegura." No me entienden cuando les cuento que pago un alquiler y que curro ocho horas, pero tampoco veo que lo suyo sea una alternativa; es lo que he conocido siempre: hacer chapuzas, vivir sin luz ni agua, ir de deshaucio en deshaucio y estar rodeado de drogas", apostilla.Al hablar de los problemas de su casa no dramatiza. Pero le gustar¨ªa ofrecer a sus sobrinos una vida mejor. Sin los correazos que ¨¦l y sus hermanos recib¨ªan de un padre alcoh¨®lico.
Antonio Lozano, presidente de Paideia, una asociaci¨®n que en 10 a?os ha acogido a 38 chavales en sus tres pisos tutelados, asegura que a¨²n mantienen contacto con buena parte de estos chicos. "Les apoyamos cuando tienen problemas personales o de vivienda y empleo, por afecto, no porque est¨¦ contemplada una l¨ªnea de trabajo as¨ª", asegura.
"Otras asociaciones hacen lo mismo; el problema mayor est¨¢ en los que salen de los centros de la Comunidad, donde las relaciones son menos estrechas y los educadores cambian; ah¨ª se pierde el contacto", concluye.
De los 180 chavales que cumplir¨¢n la mayor¨ªa de edad en un a?o, 90 viven en pisos de las asociaciones Mensajeros de la Paz, Paideia, Punto Omega... Otros 22 en pisos propios de la Comunidad y el resto en centros de la red, sobre todo en hogares.
Melendro cree que no se trata de volver a tiempos pasados, cuando hab¨ªa chavales que segu¨ªan en centros hasta los 25 a?os: "Hablamos de crear una infraestructura de apoyo". Es decir, una malla contra las malas ca¨ªdas.
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