Mercados y ciudadanos
Sean cuales fueren las razones, la confianza en la capacidad de la econom¨ªa espa?ola para superar la rev¨¢lida monetaria aumenta d¨ªa a d¨ªa al tiempo que bajan los tipos de inter¨¦s y sube la Bolsa hasta alcanzar otro m¨¢ximo hist¨®rico. Es m¨¢s, cabe sospechar que los "fundamentales" est¨¢n por debajo de la imagen, es decir, que lo que impulsa al alza las expectativas es m¨¢s la buena imagen de la pol¨ªtica econ¨®mica que sus verdaderos resultados. De hecho, muchas de las famosas medidas liberalizadoras (del suelo, de colegios profesionales y otras) est¨¢n atascadas, el paro no acaba de disminuir y el consumo no acaba de repuntar. Se dir¨ªa que -como nos suele ocurrir- los inversores extranjeros tienen m¨¢s confianza en nuestra econom¨ªa que los espa?oles. Pero, en todo caso, se ha conseguido hacer cre¨ªble la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno y los mercados comienzan a descontar su ¨¦xito. No es poca cosa porque esa din¨¢mica tiene mucho de profec¨ªa que se autocumple; cuando m¨¢s se crea en ella m¨¢s viable ser¨¢. Lo que contrasta con la pol¨ªtica a secas en la que s¨®lo se cosechan fracasos incluso cuando deber¨ªan ser ¨¦xitos. La estrategia de los globos sonda o del stop-and-go unido a una mala gesti¨®n de los escenarios de crisis (ya sean las autonom¨ªas o Cuba) y una manifiesta deficiencia en la explicaci¨®n p¨²blica le otorgan al Gobierno una imagen de biso?ez mezcla de ingenuidad e incompetencia.
Lo cierto es que lo que ocurre con la (no) pol¨ªtica del PP no deber¨ªa sorprender. Era evidente que un partido cuyos militantes y bases sociales se mueven entre el centro-centro de la antigua UCD y la derecha-derecha del m¨¢s antiguo franquismo, a caballo entre el corporativismo cat¨®lico y el neoliberalismo, que no tuvo necesidad como partido de oposici¨®n de generar una plataforma propia, pues le bastaba con explotar el esc¨¢ndalo de cada d¨ªa, y a cuya confusi¨®n de origen se suma la causada por el inevitable pacto con los partidos nacionalistas (hasta ayer, los grandes enemigos; hoy, incluso Arag¨®n y Canarias son "naci¨®n"), ten¨ªa que cojear por alg¨²n lado. O no andar. En alguna ocasi¨®n he se?alado que si durante la oposici¨®n el PP carec¨ªa de programa ello no era tanto una estrategia consciente para evitar la cr¨ªtica externa, sino el objetivo resultado de la dificultad de dar voz ¨²nica a un gallinero. El silencio es el mejor modo, de no comprometerse. Pero si en la oposici¨®n se puede no decir nada (eso s¨ª, a voces), en el Gobierno incluso el silencio (o su inarticulado sustituto: el ruido) es elocuente. Porque muestra que bien no se sabe qu¨¦ decir, bien se desconf¨ªa de poder convencer al p¨²blico. Y lo que queda es la "buena gesti¨®n".
De modo que, justo cuando Felipe Gonz¨¢lez descubre que Marx se equivoc¨® en casi todo, justo entonces, la mercanc¨ªa deviene el sujeto ¨²nico del pensamiento- ¨²nico y se adue?a del discurso: Maastricht como destino, la reforma laboral como camino, el Estado de bienestar como enemigo.
Pero el Estado de bienestar, al menos desde Beveridge, no fue (no es) sino el modo de reconciliar el principio de "un hombre, un voto", que funda la democracia, con el efecto Mateo, que funda la econom¨ªa, reconciliando aqu¨¦lla con ¨¦sta y al ciudadano con los mercados. Y, as¨ª, si algo hemos aprendido estos ¨²ltimos a?os es que cuando se ataca la crisis fiscal y los mercados se regocijan con-tienza la crisis de legitimidad y los ciudadanos salen a la calle para regresar a sus casas cuando aqu¨¦llos empiezan a desconfiar. De modo que, al tiempo que los mercados se apuntan, los electores se desapuntan. Y, lo que es peor, se desapuntan de todos, pues lo que los recientes sondeos muestran es no s¨®lo- que el PP pierde votos que el PSOE no gana, sino algo peor: que si el 65,6% tiene poca o ninguna confianza en Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, el 57,6% tiene el mismo recelo de Felipe Gonz¨¢lez. Es m¨¢s, casi uno de cada tres electores ha "olvidado" que les vot¨® y su recuerdo de voto es muy inferior al real.
S¨®lo un poderoso impulso pol¨ªtico que genere un discurso coherente y organice las "mil flores" del gallinero podr¨¢ impedir que, junto con la malhadada peseta, se nos vayan los electores a otra parte.
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