La necesidad de la Audiencia Nacional
Si hay dos ¨¢mbitos en que nuestro pa¨ªs requiere una profunda reforma y un fuerte impulso transformador son la justicia y la ciencia. Ambos tienen que ver con el conocimiento y la racionalidad. Tambi¨¦n, aunque con connotaciones muy distintas, con el poder. La justicia es, o debe ser, un poder racional y, por esa causa, cabalmente justo. El sistema judicial, como poder racionalizado, no s¨®lo intenta solucionar controversias entre ciudadanos, o de ¨¦stos con las administraciones. Adem¨¢s de ello cumple una funci¨®n esencial que distingue a una democracia de una dictadura: disciplina al poder pol¨ªtico -y al econ¨®mico- y los mete dentro de la ley aprobada por todos.Si el poder pol¨ªtico leg¨ªtimo se salta la ley y delinque, tortura, asesina, roba, la ¨²ltima defensa que tiene el Estado de derecho es el juez. Tambi¨¦n ocurre. -yo creo que m¨¢s a menudo- que los grandes poderes empresariales hacen lo propio y vulneran las normas del tr¨¢fico econ¨®mico. Tambi¨¦n aqu¨ª, la ¨²nica defensa es el juez, apoyado, naturalmente, por las fuerzas de seguridad.
Eso es lo que ha sucedido en el caso GAL, en el caso Banesto y en los sumarios del narcotr¨¢fico. Quienes est¨¢n siendo investigados tuvieron o tienen mucho poder. Por eso ha saltado el encontronazo con la justicia, m¨¢s exactamente, con la Audiencia Nacional, a causa de sus competencias sobre terrorismo o actividades de bandas armadas, o sobre
la gran delincuencia del narcotr¨¢fico o de las finanzas.
La Audiencia Nacional concentra capacidad jurisdiccional de gran impacto. Porque est¨¢ encargada de perseguir los delitos de mayor entidad o significaci¨®n pol¨ªtica, No hay, a mi juicio, muchas alternativas a que un ¨®rgano judicial centralice la persecuci¨®n de la delincuencia m¨¢s sofisticada y de dimensiones m¨¢s generales en nuestro Estado. Porque ello necesita tambi¨¦n de una concentraci¨®n de medios y esfuerzos.
El precio que se paga es la presi¨®n soportada por la Audiencia. Empezando por la de los medios de comunicaci¨®n, altamente alineados en ocasiones.
La entidad medi¨¢tica de la Audiencia permite que entre jueces y medios de comunicaci¨®n se haya establecido una relaci¨®n de amor/ odio. Hasta el punto de que el litigio judicial tiene su paralelo en la televisi¨®n o la prensa, lo que puede llegar a convertir a los periodistas en los verdaderos ¨¢rbitros. Los mass media seleccionan y amplifican. Los editoriales sustituyen en ocasiones a los jueces; dicen el "sentido" del pleito. Justicia y comunicaci¨®n llegan a instrumentalizarse rec¨ªprocamente, y, a veces, el "tiempo r¨¢pido" y discrecional de los media se impone al "tiempo lento" de la justicia, y hasta el juez puede sentir la tentaci¨®n de opinar en vez de juzgar.
Este fen¨®meno se da, como es l¨®gico, principalmente, en los grandes procesos, es decir, en aqu¨¦llos en que el poderoso se sienta en el banquillo o es investigado. Es el papel que le ha tocado a la Audiencia, junto a la lucha contra el terrorismo. La Audiencia Nacional es as¨ª, el foco de atenci¨®n -y de cr¨ªtica- porque, por primera vez en la historia de Espa?a, se ha reunido en un ¨®rgano judicial el enjuiciamiento de grav¨ªsimos delitos cometidos por el poder pol¨ªtico y el poder econ¨®mico.
Este hecho, y no otro, es el que ha desencadenado la diatriba contra la Audiencia, porque siempre hay alguien poderoso afectado por la acci¨®n de este tribunal. No porque Garz¨®n tenga un supuesto af¨¢n de notoriedad, o investigue con t¨¦cnicas inquisitoriales o tenga fallos en la instrucci¨®n. No porque G¨®mez de Lia?o adopte resoluciones sorprendentes o pronuncie conferencias sobre la corrupci¨®n de las instituciones. Esto es el pretexto para pasar de la cr¨ªtica puntual a la descalificaci¨®n de toda la Audiencia y a pretender nada menos que su desaparici¨®n.
Probablemente es momento de reformar la Audiencia, pero para potenciarla no para destruirla. La Audiencia necesita m¨¢s medios, m¨¢s personal, m¨¢s especializaci¨®n y formaci¨®n en los jueces y m¨¢s apoyo t¨¦cnico, modificaciones en la forma de acceso, descarga, quiz¨¢, de lo contencioso administrativo. Pero la lucha contra el terrorismo, la delincuencia econ¨®mica organizada y el narcotr¨¢fico debe ser llevado por un ¨®rgano como la Audiencia.
La Audiencia es hoy el resorte judicial m¨¢s importante para combatir el delito que se comete desde el poder, el que m¨¢s da?o social produce, el m¨¢s dif¨ªcil de evitar y perseguir. Una desactivaci¨®n de esa lucha, por medio del desperdigamiento de las atribuciones penales de la Audiencia en otros tribunales, ser¨ªa un golpe muy fuerte a lo que ahora es, desgraciadamente, s¨®lo el embri¨®n de lo deseable: un sistema judicial mucho m¨¢s preparado para combatir la delincuencia del siglo XXI. Cuando la Uni¨®n Europea propone un espacio judicial europeo, no tiene sentido romper ese ¨®rgano judicial de dimensi¨®n estatal, nacido hace 20 a?os (justo el mismo d¨ªa en que se public¨® en el BOE la Ley para la Reforma Pol¨ªtica que abri¨® el camino del derribo del franquismo) .Un ¨®rgano que, dentro del vetusto sistema judicial espa?ol, tiene, a pesar de todo, un car¨¢cter modernizador, al que no se le ha sacado todo el partido posible.
La Audiencia Nacional ha tenido y puede tener fallos -que la Fiscal¨ªa General del Estado o el Consejo General del Poder Judicial tienen la obligaci¨®n de sancionar si llega el caso-, pero es, en la actualidad, un puntal del Estado de derecho. Un elemento fundamental de control legal de las inmunidades pretendidas del poder. No es una prioridad de la reforma judicial el desmembramiento de la Audiencia Nacional, sino su fortalecimiento y la preservaci¨®n de su independencia frente a las presiones que inevitablemente sufrir¨¢ desde todas las direcciones.
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