"In mem¨®riam"
Le conoc¨ª en La ladrona, su padre y el taxista y no hubiera dado entonces un duro por Mastroianni, ahora uno de los emblemas de la cinematograf¨ªa secular, portavoz de la melancol¨ªa ca¨®tica de Fellini, y tal vez sea la melancol¨ªa ca¨®tica el ¨²nico balance cognoscitivo inocente que nos deje el siglo de las luces fundidas. El primer aviso de que Mastroianni, como la vida , iba en serio fue La dolce vita, pero, lo que me impact¨® fue el uso del actor que hizo Fellini en Otto e mezzo, tan bien narrado por Camila Cederna en el libro del mismo t¨ªtulo dedicado a la trastienda de la pel¨ªcula. Ya lo traduje en 1963 por encargo de Carlos Barral, desde la disposici¨®n an¨ªmica del veintea?ero asombrado ante la crisis de identidad del cuarent¨®n Fellini, que delega sus malversaciones ¨ªntimas en el actor como m¨¦dium.Luego Mastroianni demostr¨® que aunque asum¨ªa la paradoja del actor -no emocionarse para emocionar-, progresivamente le quedaban en- el rostro las arqueolog¨ªas de tantos aprendizajes de conductas, por m¨¢s distanciamiento diderotiano o brechtiano que ejerciera. El Mastroianni de Ginger e Fred, de Fellini, o La nuit de Varennes y Giornata particolare, de Ettore Escola, ya hab¨ªa cumplido el precepto de Pavese: "Todo hombre a partir de los 40 a?os es responsable de su cara". Con m¨¢s esperanza de vida, ahora somos responsables a: partir de los 50.
El viernes reprodujeron una entrevista televisiva con Mastroianni. Ecce Horno Pereira. Ojos de animal viejo, melanc¨®lico, enfermo y un mostacho hip¨®critamente melifluo por canoso, ya in¨²til parapeto ante los otros. Definitiva responsabilidad del rostro, la muerte obscena, reaccionaria, asomaba en las canas agusanadas del bigote de Marcello. Urgentemente comprob¨¦ en el espejo la amenaza de mi mostacho canoso, residuo y aviso de un fracasado ocultamiento. Justiciero, me lo afeit¨¦. In mem¨®riam.
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