Los buenos terroristas
Estaba leyendo Las soledades de G¨®ngora, cuando todos los canales de la soleada Miami abrieron sus noticiarios con la noticia del audaz golpe de mano, en Lima, del MRTA (Movimiento Revolucionario T¨²pac Amaru), que ocup¨® la Embajada del Jap¨®n con m¨¢s de 400 rehenes en el interior, entre ellos diplom¨¢ticos, ministros de Estado, empresarios, militares, altos funcionarios y los habituales tigres del c¨®ctel, all¨ª reunidos para celebrar el onom¨¢stico del Emperador. Lo primero que se me vino a la cabeza fue una consideraci¨®n del todo fr¨ªvola: la extraordinaria coincidencia de haber retomado ahora, cuando ocurr¨ªa esta haza?a terrorista, un libro que le¨ª afanosamente en todos mis momentos libres durante la campa?a electoral peruana de 1989-1990, cuando el MRTA perpetr¨® sus operaciones m¨¢s ruidosas.Desde entonces, la fr¨ªa y perfecta belleza de la poes¨ªa gongorina est¨¢ indeleblemente asociada en mi memoria a la sangre y los estruendos de la violencia terrorista que marc¨® aquella campa?a. Y, por lo visto, en el futuro aquel misterioso parentesco entre el m¨¢s diestro hacedor de met¨¢foras de la lengua castellana y el salvajismo pol¨ªtico en mi pa¨ªs continuar¨¢, sin la menor esperanza de que la muerte (las muertes) los separe.
Escribo estas l¨ªneas al cuarto d¨ªa de la captura de la embajada, cuando no se insin¨²a a¨²n ninguna soluci¨®n, y haciendo votos, desde luego, porque ¨¦sta sea pronta y pac¨ªfica, y devuelva salvos a sus hogares a todos los rehenes, entre los cuales tengo muchos conocidos y algunos amigos. Pero, aunque haciendo todos los esfuerzos debidos para no parecer imprudente ni echar m¨¢s le?a al fuego, no puedo dejar de comentar la manera como los grandes medios de comunicaci¨®n a mi alcance han venido informando sobre los sucesos.
Escucho en la televisi¨®n de Estados Unidos, y leo en su prensa, que en el Per¨² hay dos organizaciones terroristas: una radical y fan¨¢tica, Sendero Luminoso, y otra, moderada y m¨¢s pol¨ªtica, el MRTA. Aqu¨¦llos son m¨¢s crueles e intransigentes por su filiaci¨®n mao¨ªsta y tener como modelo de la sociedad a que aspiran a la China de la revoluci¨®n cultural y la Camboya de los j¨¦meres rojos, y ¨¦stos son m¨¢s flexibles y pragm¨¢ticos porque s¨®lo son castristas y, eventualmente, podr¨ªan transformarse, como sus colegas colombianos del M 19 con quienes colaboraron en el pasado en el llamado "Batall¨®n Am¨¦rica" de la guerrilla de aquella naci¨®n con voluntarios peruanos, en un partido pol¨ªtico que operar¨ªa en la legalidad. Como prueba de la moderaci¨®n del MRTA se esgrime el buen trato que ha dispensado a sus rehenes, las cordiales controversias sobre pol¨ªtica econ¨®mica que el l¨ªder de la operaci¨®n ha sostenido con alg¨²n empresario secuestrado, y las charlas que los secuestradores han ofrecido a sus v¨ªctimas ilustr¨¢ndolos sobre sus ideales revolucionarios. La verdad, esta nomenclatura entre terroristas 'radicales' y 'moderados' me ha parecido siempre una falacia y ahora m¨¢s que nunca, a juzgar por los acontecimientos en curso. Si es verdad que entre Sendero Luminoso y el MRTA hay diferencias ideol¨®gicas marcadas, en cuanto a lo que realmente importa, pues es lo que define a un movimiento pol¨ªtico -sus m¨¦todos-, aquellas diferencias son poco menos que invisibles. Es verdad que los senderistas han matado mucha m¨¢s gente, pero no porque los emerretistas fueran m¨¢s benignos, sino porque siempre fueron menos numerosos y con una capacidad de destrucci¨®n m¨¢s limitada. Pero, su prontuario, desde que se fund¨® el MRTA, en 1983, hasta el presente, est¨¢ impregnado de sangre inocente y de cad¨¢veres, de asaltos y raptos por dinero, de exacciones de todo orden y de una alianza org¨¢nica con los traficantes narcos del Huallaga, a los que, a cambio de millonarias remuneraciones, presta protecci¨®n armada hace muchos a?os. Es posible que mi juicio peque de subjetividad -un comando del MRTA trat¨® de aniquilarme a m¨ª y a mi familia en el aeropuerto de Pucallpa, durante aquella campana electoral y como no lo consiguieron se contentaron con coser a tiros a un pu?ado de campesinos que los descubri¨®-, pero lo cierto es que me parece una grotesca aberraci¨®n el empleo del adjetivo 'moderado' a un movimiento que, en nombre del para¨ªso socialista futuro, ha asesinado a incontables personas y hecho del secuestro por dinero su especialidad. Todos los grandes plagios ocurridos en el Per¨² en los ¨²ltimos diez a?os figuran en su haber, y ellos le han significado un abultado n¨²mero de millones de d¨®lares, invertidos, presumiblemente, en armas y municiones para posibilitar nuevas operaciones que engrosen sus arcas y dejen nuevas secuelas de sufrimiento y horror.
Uno de mis amigos m¨¢s cercanos fue una de sus v¨ªctimas. Durante seis meses lo tuvieron enterrado en una cueva min¨²scula, donde no pod¨ªa tenerse de pie, y donde -era la ¨¦poca siniestra de los apagones- pas¨® largos per¨ªodos sumido en las tinieblas, con la crujiente compa?¨ªa de las cucarachas, a las que aprendi¨® a matar a una velocidad astron¨¢utica y gui¨¢ndose s¨®lo por el o¨ªdo. Su familia, mientras tanto, era sometida a una diaria tortura psicol¨®gica, con llamadas telef¨®nicas y casetes con grabaciones maquiav¨¦licamente concebidas para destrozarles los nervios. Esta persona sali¨® airosa de la terrible prueba, pero otras no sobrevivieron a ella o quedaron ps¨ªquicamente destruidas. Si ¨¦stos son los moderados del terror, c¨®mo ser¨¢n los extremistas. Un compatriota al que le hac¨ªa esta reflexi¨®n, me respondi¨®: "Sendero Luminoso vol¨® un edificio de apartamentos, en la calle Tarata, de Miraflores, por la sola raz¨®n de que en la vecindad hab¨ªa varios bancos. Comparado con un crimen colectivo de ese calibre, los secuestros y las bombitas del MRTA ?no son acaso juegos benignos?". Mi opini¨®n es que no, y que el n¨²mero y la escala en que se ejecuta el terror de ninguna manera aten¨²a la iniquidad ¨¦tica del crimen.
?sa es la raz¨®n por la que, desde el primer momento, he combatido con la misma convicci¨®n y severidad a Sendero Luminoso y al MRTA, sosteniendo que, m¨¢s importante que sus divergencias ideol¨®gicas, es la identidad que existe entre ambas por la vileza de su conducta, pues ambas consideran perfectamente l¨ªcito para lograr sus fines pol¨ªticos el exterminio de los adversarios y de gente inocente, as¨ª como el robo, los asaltos y secuestros o las alianzas con el narcotr¨¢fico. Y, por esa misma raz¨®n, he criticado la insensatez de todos los peruanos que aplaudieron al r¨¦gimen de Fujimori cuando, para combatir con m¨¢s 'eficacia', a los terroristas, se prest¨® de ellos sus m¨¦todos, y generaliz¨® el empleo de la tortura, de las desapariciones o asesinatos desembozados (como los de los alumnos y profesores de La Cantuta) o el recient¨ªsimo secuestro, en las calles de Lima, por un comando militar, del general Robles, quien hab¨ªa tenido el corajede denunciar p¨²blicamente al comando Colina, de siniestra fama, dependiente del Servicio de Inteligencia del Ej¨¦rcito, como autor del atentado contra una estaci¨®n de televisi¨®n, en Puno, en represalia por su actitud cr¨ªtica frente al gobierno y sus denuncias sobre la colusi¨®n entre el narcotr¨¢fico y el asesor presidencial y hombre fuerte del r¨¦gimen, VIadimiro Montesinos.
La complacencia con el terror de Estado es, por desgracia, muy extendida en pa¨ªses donde la inseguridad y la desesperaci¨®n que causan en la opini¨®n p¨²blica las acciones del extremismo, llevan a grandes sectores a aprobar la pol¨ªtica de la mano dura, el contraterrorismo, como la medicina m¨¢s eficaz para restablecer el orden. Se trata de una pura ilusi¨®n, de un enga?oso espejismo. Lo cierto es que cuando el Estado hace suyos los m¨¦todos de los terroristas para combatir el terrorismo, son estos ¨²ltimos los que ya han ganado, pues han conseguido imponer su l¨®gica y lesionado profundamente las instituciones. ?C¨®mo puede sobrevivir una legalidad digna de ese nombre en una sociedad donde comienza por violarla, ejercitando el terror, quien est¨¢ encargado de velar por su imperio? El resultado inevitable es la generalizaci¨®n de la violencia y, a su amparo, de la corrupci¨®n, que sigue a aqu¨¦lla como su sombra. El Per¨² lo comprueba en estos d¨ªas amargos, cuando despierta del sue?o autoritario que abraz¨® con tanto entusiasmo: un r¨¦gimen de autoridad, no mediatizado por partidos pol¨ªticos, prensa libre, jueces independientes ni parlamentarios representativos, que golpear¨ªa sin misericordia al terrorismo y acabar¨ªa con las 'politiquer¨ªas' de la supuesta democracia. Pues, resulta que cuatro a?os despu¨¦s del golpe de Estado que acab¨® con la democracia en el Per¨², el terrorismo no estaba fulminado, como dec¨ªan los propagandistas del gobierno. El MRTA, por lo menos, ha dado la prueba m¨¢s espectacular de su existencia, ocupando desde hace cuatro d¨ªas todas las primeras planas de la prensa y las horas estelares de la televisi¨®n del mundo entero.
Y, en cuanto a lo dem¨¢s, en los ¨²ltimos meses, el llamado 'modelo peruano' que hizo brillar los ojos a tantos golpistas latinoamericanos en los ¨²ltimos a?os, aparece cada vez menos como un r¨¦gimen de paz y progreso econ¨®mico, y cada vez m¨¢s, como una versi¨®n apenas maquillada de las tradicionales dictaduras continentales, es decir, corrompido, con militares de la jerarqu¨ªa org¨¢nicamente vinculados al negocio del narcotr¨¢fico, con medios de comunicaci¨®n arrodillados mediante el soborno o la intimidaci¨®n, una econom¨ªa que comienza a hacer agua por muchos huecos, un conflicto social creciente por la agravaci¨®n del desempleo y la pobreza y, consiguientemente, un desencanto. progresivo con el r¨¦gimen autoritario, de una opini¨®n p¨²blica que poco a poco parece ir redescubriendo los beneficios de la libertad y la legalidad desaparecida.
Quiero terminar por donde empec¨¦: haciendo votos porque todos los rehenes de la embajada del Jap¨®n salgan de all¨ª sanos. y salvos, aunque el precio de ello sea el viaje a La Habana ,-a tostarse en las doradas arenas de Varadero con la conciencia del deber cumplido y las alforjas forradas de d¨®lares- del camarada N¨¦stor Cerpa y sus 24 moderados compa?eros.
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