La vida de Sabina Spielrein destapa las miserias ocultas de Jung y Freud
Su bi¨®grafo, Karsten Alnaes, rescata su dram¨¢tica memoria ¨ªntima
Karsten Alnaes, periodista e historiador noruego, desconoc¨ªa la existencia de Sabina Spielrein hasta que su esposa, maestra de escuela en Oslo, ley¨® un art¨ªculo sobre la paciente y amante de C. G. Jung, v¨ªctima de plagio en alguna teor¨ªa psicoanal¨ªtica por parte de Sigmund Freud, y finalmente carne de ca?¨®n de los nazis, ya que, por pertenecer a una familia jud¨ªa, la fusilaron con sus dos hijas frente a, la sinagoga de Rostov, en la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica. La biograf¨ªa novelada de una personalidad extremadamente conflictiva e inusual estaba por hacer, pens¨® Karsten Alnaes. Y decidi¨® que val¨ªa la pena intentarlo.
Karsten Alnaes estudi¨® el diario ¨ªntimo y las cartas de Sabina Spielrein, hallados accidentalmente en el Instituto Rousseau de Ginebra por una mujer de la limpieza. Al parecer, Sabina los olvid¨® all¨ª en un descuido de ¨²ltima hora, cuando ya hab¨ªa decidido regresar de la URSS, falsamente ilusionada con la idea de crear all¨ª un centro especial para el tratamiento de ni?os mentalmente perturbados. En el Instituto Rousseau de Ginebra, Sabina Spielrein trabaj¨® como psicoanalista, una vez que fue dada de alta por su terapeuta C. G. Jung y abandonada por ¨¦ste en calidad de amante suyo.El historiador Alnaes visit¨® los lugares donde hab¨ªa vivido Sabina Spielrein y entrevist¨® a cuantas personas pudieran suministrarle informaci¨®n de primera mano acerca de ella. Una vez recopilado todo el material disponible, regres¨® a su casa de Oslo, lo orden¨® pacientemente y comenz¨® a redactar el libro que dar¨ªa por concluido al cabo de dos a?os.
Pero cuando el autor ya hab¨ªa entregado su manuscrito a los editores tuvo conocimiento del hallazgo en archivos rusos de nuevos escritos de Sabina, sobre todo cartas, que completaban ciertas lagunas en su historial cl¨ªnico producido durante su tratamiento psicoanal¨ªtico a cargo de C. G. Jung. Estos informes, por ejemplo, revelaban que de ni?a hab¨ªa sido v¨ªctima de palizas propinadas por sus padres (¨¦l, un distinguido comerciante; y ella, una dentista educada en Odessa), as¨ª como que Sabina, que se sent¨ªa incomprendida y estaba desesperada, amenaz¨® a su familia con suicidarse en varias ocasiones. La violencia f¨ªsica la excitaba sexualmente hasta el punto de que cuando su padre la maltrataba ella sent¨ªa la urgencia de masturbarse.
Estos y otros rasgos de la personalidad de Sabina intuidos por Alnaes en la novela confirmaban con los documentos lo certero que hab¨ªa sido su perfil biogr¨¢fico. La imaginaci¨®n del novelista hab¨ªa llenado perfectamente las lagunas del historiador. Todo esto se ha incluido oportunamente en la versi¨®n espa?ola del libro, a cargo de Ediciones Siruela, donde se ofrece un ep¨ªlogo que completa y potencia el valor documental de la obra.
Una profetisa
"De todas formas, lo que deseo resaltar de mi trabajo", dijo Alnaes en la entrevista mantenida en su casa de Oslo, "es la imagen de Sabina Spielrein que me ha quedado fija en la mente despu¨¦s de escribir el libro, del que todav¨ªa no he conseguido liberarme. Es la imagen de la Sibila, de una profetisa, de lo que en los pa¨ªses n¨®rdicos llamamos la volva, una persona elegida, excepcional, alguien que a trav¨¦s del destino de su pueblo y de su propio sufrimiento fue capaz de penetrar en el fondo del alma, en la profundidad del ser humano". Y, como es l¨®gico, a?ade Karsten Alnaes, "una persona as¨ª jam¨¢s es aceptada en su tiempo, nadie la cree, es sistem¨¢ticamente rechazada por todos".Rechazada y explotada. Aunque Alnaes no se ensa?a con los santones del psicoan¨¢lisis Freud y Jung, como otros autores menos imparciales que ¨¦l podr¨ªan hacerlo, el lector queda perfectamente persuadido de la mala fe demostrada por ambos con Sabina, as¨ª como de la manipulaci¨®n a que, por distintas razones, la sometieron. De ello da prueba la correspondencia entre uno y otro, donde la culpa de Jung (un analista no puede ¨¦ticamente practicar el sexo con su paciente) encuentra en la absoluci¨®n interesada de Freud el espaldarazo para el ascenso profesional que a ambos beneficiaba.
En cuanto a la talla moral de Freud mismo, el libro de Alnaes -y sus palabras en esta entrevista- dejan poco espacio para la duda: "Freud se sent¨ªa esc¨¦ptico ante la tesis de Sabina sobre un instinto de autodestrucci¨®n, siendo m¨¦rito de ella haberlo desvelado en los c¨ªrculos psicoanal¨ªticos que se limitaban a conceder importancia ¨²nicamente a la fuerza de la libido. Lo que hace Freud es copiar la tesis de Sabina Spielrein y simplificarla creando el instinto de muerte. Se limita a citar, en M¨¢s all¨¢ del principio de placer, a Sabina en una sola nota. Pero esto es algo que Freud acostumbraba a hacer. Tomaba cosas de otros. Las utilizaba, las falsificaba o las incorporaba en su obra".
Seg¨²n explica Alnaes, los freudianos noruegos no han rechazado su visi¨®n poco elogiosa de la figura de Freud. Nadie puede negar que en 1911 y en una de las reuniones de los mi¨¦rcoles en casa de Freud, en Viena, Sabina expuso la conexi¨®n existente entre el retorno a la materia de origen y el volver a nacer, y en la relaci¨®n entre el elemento agresivo y destructor en lo er¨®tico del comportamiento humano, algo que ella, por su experiencia personal, estaba mejor capacitada que otros para intuir.
"Sabina aparece como una Casandra moderna que anticipa el destino, que vislumbra, cuando nadie lo vislumbra, el holocausto y la tragedia. Ella advierte a sus colegas de los peligros que todav¨ªa nadie ve", afirma Alnaes. Y por eso la considera tambi¨¦n v¨ªctima y m¨¢rtir del psicoan¨¢lisis.
En la URSS
El regreso de Sabina, como el de tantos otros intelectuales y artistas jud¨ªos, a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, lo atribuye Alnaes a la fe que ¨¦stos depositaban en un futuro id¨ªlico que les garantizaba verse libres de persecuciones. "Sabina, que hab¨ªa publicado art¨ªculos, que hab¨ªa psicoanalizado a Jean Piaget, crey¨® que sus conocimientos deb¨ªa ponerlos a disposici¨®n de la nueva URSS. All¨ª deseaba abrir una cl¨ªnica para ni?os con trastornos ps¨ªquicos, como ella lo hab¨ªa sido, y confiaba en que el psicoan¨¢lisis recibir¨ªa, . si no un apoyo abierto, s¨ª, al menos, una satisfactoria tolerancia oficial. Se equivoc¨®. Lo que encontr¨® fue la muerte".Estas p¨¢ginas finales del libro (como las del comienzo, cuando la enfermedad avanza hacia ella) son las m¨¢s conmovedoras. Karsten Alnaes reconstruye aquella procesi¨®n forzosa de jud¨ªos por las calles de Rostov. Es el a?o 1941. Sabina va con ellos, de la mano de sus dos hijas, hacia la sinagoga, donde encuentran armados a los nazis que hab¨ªan vuelto a adue?arse de la ciudad. Los camiones que se llevar¨ªa a los ejecutados esperan con los motores en marcha. El oficial Fritz Neuman dio la se?al. Todo fue r¨¢pido.
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