Culpables
Hay humanos que saltan de la cama en plena noche creyendo haber sufrido el roce de un reptil; gente que nunca usa el ascensor; personas que temen a las brujas pirujas o que se estremecen ante la posibilidad de ser enterradas vivas. Miedos remotos, en suma, que nos persiguen sin una raz¨®n conocida y que pueden terminar envenenando nuestra existencia. Y, no es por nada, pero yo tengo dos: el infinito y la c¨¢rcel. Poco quiero decir del primero, como no sea que est¨¢ muy delgado; pero en lo que ata?e a la c¨¢rcel, s¨ª se me ocurren cosas.Todo empez¨® con El fugitivo, una serie televisiva que combinaba a partes iguales la tenacidad, la intriga y la desesperaci¨®n. De peque?o, yo era una criatura muy sensible (en caso de duda, preg¨²ntese a mi madre), y de ah¨ª que me enganchara a las causas perdidas sin frenos en el manillar. De este modo, cada semana, y despu¨¦s del correspondiente cap¨ªtulo, entraba en trance, me pon¨ªa a pensar en el doctor Kimball y, por ilaci¨®n, en las personas que injustamente sufr¨ªan pena de c¨¢rcel. Me imaginaba entonces su mundo: la desnudez de las celdas, el chirriar de los cerrojos, el paso de las horas, la lluvia de oto?o y la misma mente de aquellos inocentes cazados por el destino. Y, a continuaci¨®n, ya metido en faena, me atrev¨ªa a bajar por el pozo y permanec¨ªa en el fondo de sus almas hasta que mi pensamiento se deten¨ªa, solicitaba una tregua y, sin esperar respuesta, se echaba a dormir.
Inocentes en la c¨¢rcel: una circunstancia poco habitual; tal vez un caso entre 10.000, entre 30.000 si se quiere, aunque poco importa la cifra exacta ya que cualquier porcentaje basta para deducir que han sido miles los seres, desde que habitamos el mundo, obligados a sufrir esta tortura.
Sin embargo, tambi¨¦n es cierto que los hombres, repetidamente, cometen atrocidades contra sus cong¨¦neres y que algunos delitos son bien dificiles de disculpar: la tortura y la violaci¨®n, por mencionar dos de los m¨¢s abyectos. Tal vez el asesinato sea, en efecto, la operaci¨®n m¨¢s brutal y definitiva que puede ejercerse sobre otro, pero incluso en este caso podr¨ªa existir una disculpa si nos apoyamos en el trastorno o la locura. Trat¨¢ndose de una violaci¨®n, no obstante, cuesta comprender este tipo de ceguera, como no sea recurriendo a la enfermedad. Pobre consuelo, desde luego, pero no por ello desde?able. Y es que quiz¨¢ no existan realmente culpables, y s¨ª v¨ªctimas de una alteraci¨®n gen¨¦tica. Hay indicios cient¨ªficos que parecen apuntarlo, pero todav¨ªa no han cuajado las investigaciones y, de momento, s¨®lo nos queda esperar.
Y, en relaci¨®n con la c¨¢rcel y los violadores, el pasado martes 10 de diciembre -se public¨® en El Pa¨ªs Madrid una noticia referente a un sujeto -en r¨¦gimen abierto- que hab¨ªa violado a una mujer en un inmueble de la calle General Per¨®n. Seg¨²n lo publicado, el supuesto agresor hab¨ªa sido ya detenido en 1987 por robo con violaci¨®n, y condenado a 24 a?os de c¨¢rcel. A partir de abril de 1995 empez¨® a disfrutar del tercer grado y, desde entonces, s¨®lo estaba obligado a pernoctar en el centro penitenciario. Sin entrar a considerar el da?o causado, es innegable que, despu¨¦s de haber pasado ocho a?os en la c¨¢rcel, y con una condena pendiente de 16, nadie en sus cabales arriesgar¨ªa tanto si no es porque le domina un mal viento, irreductible y superior.
La duda est¨¢ en saber si los medios de comunicaci¨®n, a la hora de ofrecer la noticia, deber¨ªan o no hacer hincapi¨¦ en el historial penitenciario del presunto agresor: en el detalle del tercer grado, si conviene dar prioridad a la verdad desnuda o, por el contrario, relegar ¨¦sta a un segundo plano en beneficio de todos los que lealmente se acogen al r¨¦gimen abierto para salir del pozo. El mundo, en conjunto, es un poquito canalla, y no duda en aplastar a quienes han cometido un error: se preocupa dejos presos cuando salen a la luz sus aspectos negativos, pero nunca menciona sus logros.
Asunto correoso ¨¦ste de la c¨¢rcel; terrible. Mucho m¨¢s que escribir en presente de indicativo. Por ello, convendr¨ªa no subvertir la realidad y empezar a hablar tambi¨¦n de todos aquellos que, hall¨¢ndose en esta situaci¨®n, se comportan de un modo intachable y luchan por dejar atr¨¢s el pasado. Casi todos, sin lugar a dudas.
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