Consumidor receloso
EL EJERCICIO econ¨®mico de 1997 se inicia con algunos datos moderadamente favorables para el consunmidor. Las tarifas el¨¦ctricas bajan el 3%, las llamadas telef¨®nicas urbanas e interurbanas quedan congeladas, se anuncia para julio una reducci¨®n del 0, 5% en el precio del gas y en septiembre bajar¨¢ el peaje de las autopistas. En el otro lado de la balanza, suben las tarifas de Renfe, del transporte regular de viajeros, de algunos medicamentos y de las tarifas postales, aunque, con la excepci¨®n del correo, lo hacen por debajo del IPC.El an¨¢lisis pormenorizado de algunas de estas tarifas, como ser¨ªa el caso del recibo de la luz, demuestra que la reducci¨®n podr¨ªa haber sido mayor con s¨®lo aplicar la l¨®gica de una liberalizaci¨®n controlada del sector el¨¦ctrico, pero no cabe duda de que el Gobierno ha aplicado con esmero la regla, ya iniciada en los ¨²ltimos a?os, de contener la mayor¨ªa de las subidas por debajo de la inflaci¨®n prevista.
Estos datos son, objetivamente, una buena noticia; y as¨ª ser¨ªa percibida por los ciudadanos si tuvieran la disposici¨®n para traducir estas reducciones de precios en un mayor consumo. El Ministerio de Economia, en su ¨²ltimo informe mensual, reconoce que la actitud de los consumidores es "muy cautelosa". A pesar de que los costes de las hipotecas y de los cr¨¦ditos han disminuido, de que bajan los precios de algunas tarifas y de que la inflaci¨®n est¨¢ en m¨ªnimos hist¨®ricos, los ciudadanos se resisten a aumentar significativamente sus niveles de consumo. Las autoridades econ¨®micas han gastado casi un a?o en anunciar una reactivaci¨®n del consumo privado que no acaba de aparecer.
Dos incertidumbres b¨¢sicas explican la cautela de los consumidores. La primera es el aumento de la precariedad en el empleo. Quienes han accedido recientemente a un puesto de trabajo lo han hecho, por lo general, en peores condiciones de estabilidad, y, por tanto, no manejan sus ingresos con el mismo grado de confianza de generaciones anteriores, que s¨ª ocuparon empleos estables. La ¨²ltima crisis econ¨®mica, que empez¨® a detectarse en 1990 y restringi¨® duramente la inversi¨®n y el consumo a partir del verano de 1992, ha se?alado un punto de inflexi¨®n decisivo en el comportamiento de los consumidores, que en a?os no tan lejanos traduc¨ªan en consumo cualquier bonanza de la econom¨ªa. Los especialistas explican este cambio de actitud por la creciente precariedad del empleo. El segundo factor de incertidumbre es el futuro de las pensiones p¨²blicas. Los asalariados han acabado por desconfiar de estos ingresos futuros, animados no pocas veces por las continuas y confusas declaraciones de funcionarios y expertos sobre el particular.
Esta doble incertidumbre -sobre la continuidad en el empleo y las pensiones- ha disparado las tasas de ahorro, sin que las sucesivas bajadas de los tipos de inter¨¦s hayan tenido hasta ahora un efecto significativo sobre el consumo. La situaci¨®n, en s¨ªntesis, ser¨ªa la siguiente: los trabajadores obtienen la misma renta anual o un poco m¨¢s, con crecimientos salariales que rozan el 4%, pero de esa renta intentan consumir un poco menos y ahorrar un poco m¨¢s. De- ah¨ª que el ahorro tradicional -dep¨®sitos en bancos y cajas- siga creciendo, a pesar de que ha disminuido su remuneraci¨®n, y se disparen de forma espectacular los fondos de inversi¨®n.
El recelo de un gran n¨²mero de consumidores es la cara menos agraciada de la euforia financiera que el Gobierno pretende identificar con una reactivaci¨®n para el conjunto de la sociedad. El equipo econ¨®mico necesita una revitalizaci¨®n del consumo en 1997 para garantizar un crecimiento de la econom¨ªa del 3%, que a su vez es condici¨®n indispensable para reducir el d¨¦ficit presupuestario. Sin una reforma laboral a fondo, que permita aumentar la estabilidad del empleo aunque para ello sea preciso abaratar el despido, no habr¨¢ tal revitalizaci¨®n. Sindicatos y patronal est¨¢n negociando al respecto y no ser¨ªa bueno que las prisas del Gobierno dieran al traste con este proceso. Lo que le toca al Ejecutivo es abordar otras reformas pendientes o simplemente esbozadas: la sanidad, los colegios profesionales o el suelo. Lo que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y Rodrigo Rato vendieron en junio como Ias liberalizaciones que nos llevar¨¢n a Maastricht" son, seis meses despu¨¦s, poco m¨¢s que buenos prop¨®sitos.
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