De extradiciones, rehenes y asilos
El Gobierno uruguayo no negoci¨® la liberaci¨®n de su embajador en Per¨², uno de los secuestrados por el movimiento Tupac Amaru, se?ala el autor.
El Uruguay es un pa¨ªs en paz. Desde 1985 en que recuperamos en calma nuestro tradicional sistema democr¨¢tico, se ha vivido sin zozobras. Con momentos econ¨®micos mejores o peores, con debates apasionados, con plebiscitos y refer¨¦ndums de todo tipo, pero en paz. ?sta no se comprometi¨® ni a¨²n en 1989 cuando en medio de una acalorada discusi¨®n se realiz¨® un refer¨¦ndum para derogar o ratificar la ley de amnist¨ªa a los militares por presuntos delitos de la ¨¦poca de facto y que fuera en definitiva avalada por el voto popular.En medio de ese clima pac¨ªfico, cada tanto nos ha venido de afuera alg¨²n ramalazo que, como corresponde a nuestra tradici¨®n, hemos asumido como propio, en lo que correspond¨ªa.
En 1994, lo vivimos con etarras. Espa?a hab¨ªa pedido su extradici¨®n y los jueces, luego de sus tr¨¢mites, denegaron algunas extradiciones y concedieron otras. Cuando las negaron, quedaron en libertad los inculpados y nada pas¨®. Cuando las concedieron, se organiz¨® un mitin de resistencia, que termin¨® en un episodio violento, con un muerto incluso. El Gobierno de la ¨¦poca dijo que la sentencia judicial deb¨ªa cumplirse y punto, del mismo modo que se hab¨ªan cumplido las otras, favorables a los acusados. Nosotros, entonces fuera del Gobierno, apoyamos al Gobierno, como todo el sistema pol¨ªtico, salvo nuestros consabidos radicales de izquierda que los tenemos a¨²n ignorando la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y so?ando con la revoluci¨®n que ya no fue. Y bien, all¨¢ marcharon a Espa?a los dos extraditados, que terminaron luego de tanto azareo liberados en Espa?a misma. Aquel episodio no pas¨® de ser eso, un episodio, pero en su momento conmovi¨®.
Con ese recuerdo fresco en la memoria, cuando la Cumbre Iberoamericana de Bariloche, en 1995, propusimos que se estudiaran nuevas normas de asilo y extradici¨®n, pues deb¨ªamos tener en cuenta el terrorismo y el narcotr¨¢fico, realidades que no estaban presentes cuando se redactaron los tratados que hoy nos rigen, b¨¢sicamente desde 1889. El tema estaba en que a veces los narcotraficantes alegaban situaciones pol¨ªticas y los terroristas por su parte lograban envolverse en las normas del delito pol¨ªtico, pensadas para las confrontaciones cl¨¢sicas productos de las revoluciones o las v¨ªctimas de los golpes de Estado.
En esos cambios se avanz¨® mucho y nuestro pa¨ªs impuls¨® una nueva normativa. Con Espa?a, con Argentina, con Chile, con Francia, ya hemos suscrito instrumentos internacionales que excluyen claramente el terrorismo del delito pol¨ªtico. Esto es muy importante, porque queda claro que un terrorista no puede pedir asilo y queda claro tambi¨¦n que en un caso de extradici¨®n no puede alegar que est¨¢ dentro de un delito pol¨ªtico para resistirla. Es m¨¢s: se definen las acciones de terrorismo considerando en ellas el atentado contra personas que tienen inmunidades, el secuestro de aviones, el magnicidio, etc¨¦tera, precisi¨®n conceptual que es un avance sustancial en la negociaci¨®n en la materia.
En eso est¨¢bamos cuando se nos viene otra tormenta, ahora desde Per¨² y nos quedamos con nuestro embajador de reh¨¦n, mientras en la Justicia se ven¨ªa tramitando la extradici¨®n de dos miembros de la organizaci¨®n subversiva organizadora del inicuo asalto a la Embajada de Jap¨®n. La extradici¨®n se hab¨ªa pedido en marzo, el juez de Primera Instancia la hab¨ªa concedido, en mayo fue apelada y pas¨® al Tribunal de Apelaciones respectivo. All¨ª dos jueces fueron partidarios de no conceder la extradici¨®n, otro s¨ª, y como no hab¨ªa tres votos conformes tal cual exige la ley, se comenz¨® un proceso de integraci¨®n que fue llev¨¢ndose todo el a?o hasta que sorpresivamente se produce el ataque, en la inminencia de un pronunciamiento, justo antes de la Feria Judicial Mayor. Viene el fallo no concediendo la extradici¨®n y mucha gente en Per¨² y algunos otros pa¨ªses pens¨® que hab¨ªa existido un acuerdo para la liberaci¨®n de nuestro embajador, que se produjo de inmediato.
Tal suposici¨®n es totalmente falsa:
1. El Gobierno uruguayo desde el primer momento declar¨® p¨²blicamente que no negociar¨ªa y no negoci¨®, al punto que nadie, por circunstancia alguna ha podido mostrar un hecho probatorio o indiciario de esa afirmaci¨®n.
2. El Gobierno uruguayo, como ya va dicho, ven¨ªa trabajando activamente para que nuevas normas superaran la jurisprudencia favorable a reconocer como delitos pol¨ªticos aun aquellos cometidos por medios terroristas, dentro de un contexto revolucionario.
3. Los jueces uruguayos son independientes y si bien aciertan y equivocan como todos, en much¨ªsimos casos discrepando con los criterios del Gobierno (como en ¨¦ste), act¨²an como les place, cosa que en Espa?a se puede entender (porque la situaci¨®n es igual) pero en otros lugares no.
4. Los jueces uruguayos que actuaron, todos, los que opinaron a favor de la extradici¨®n y los que opinaron en contra, estos ¨²ltimos mayor¨ªa en definitiva, mantuvieron las posiciones sustentadas en casos anteriores, como el de los etarras vascos o los carapintadas argentinos. De modo que nadie puede leg¨ªtimamente sospechar de nada, pues todos actuaron seg¨²n y conforme criterios ya comprometidos.
Al Gobierno uruguayo no le correspondi¨® ning¨²n rol, salvo cumplir las ¨®rdenes judiciales. En este caso fue liberar a los requeridos. Del mismo modo que hubiera hecho lo contrario, costara lo que costara, de haberse concedido la extradici¨®n, como es la invariable tradici¨®n del pa¨ªs. El Uruguay nunca negoci¨® con los terroristas y cuando tambi¨¦n sufri¨® el mal, en los a?os sesenta, as¨ª actu¨®. Fue una posici¨®n bastante solitaria entonces, que sigue siendo bastante solitaria, pues hoy mismo en el caso de Per¨² hemos visto negociar directamente con los terroristas, como nosotros no hicimos ni har¨ªamos. Sin embargo, en algunos peri¨®dicos y en apresuradas opiniones pol¨ªticas, se pretendi¨® cuestionar la actitud uruguaya injustamente, como si el Gobierno tuviera algo que ver en el asunto o como si los jueces uruguayos no actuaran con total independencia. Realmente fue lamentable el modo tan apasionado como injusto con que lo hicieron. Pero los hechos se van aclarando y la verdad, a¨²n lentamente, va resplandeciendo.
De aqu¨ª hacia el futuro, est¨¢ claro que lo que debemos hacer es mejorar nuestros tratados y que as¨ª como lo hicieron Uruguay y Espa?a debi¨¦ramos hacerlo todos. Para tener las reglas m¨¢s claras y sobre todo m¨¢s adaptadas a estas realidades.
Con ellas definidas, los jueces y gobiernos tendr¨¢n un solo camino a seguir, nadie podr¨¢ llamarse a sorpresa y los terroristas tambi¨¦n sabr¨¢n que su m¨¦todo no les ganar¨¢ contraprestaci¨®n alguna.
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