Econom¨ªa y sociolog¨ªa, ?el reencuentro?
El nombramiento, en estos d¨ªas, del soci¨®logo Anthony Giddens como rector de la London School of Economics (LSE), la m¨¢s prestigiosa universidad inglesa en el campo de las ciencias econ¨®micas, invita a reflexionar sobre las posibles nuevas relaciones entre la econom¨ªa y la sociolog¨ªa. Un tema que, m¨¢s all¨¢ de la academia, puede ser que le afecte a usted m¨¢s de lo que cree.En principio, la noticia de la nueva direcci¨®n de la famosa LSE no es enteramente una sorpresa, aunque haya sorprendido a muchos y generado m¨²ltiples comentarios. Esta venerable instituci¨®n, fundada en 1895, siempre se caracteriz¨® por su apertura a todas las ciencias sociales; y la talla intelectual de Giddens, uno de los tres te¨®ricos m¨¢s importantes de la sociolog¨ªa mundial -junto con Habermas y Touraine-, puede reforzar la posici¨®n de la universidad con respecto al Gobierno y a las fundaciones financiadoras de investigaci¨®n. Tanto m¨¢s cuanto que Giddens, hasta ahora catedr¨¢tico de Cambridge, es asesor de Tony Blair, el futuro primer ministro en el caso de un probable triunfo laborista en las elecciones del a?o pr¨®ximo. Pero la decisi¨®n del Consejo de Administraci¨®n de la LSE de apostar por un soci¨®logo ilustre se produce en el momento en que la instituci¨®n refuerza sus programas hacia el mercado de las finanzas y los negocios, a?adiendo as¨ª una nueva l¨ªnea de economistas a su tradicional contribuci¨®n a las ¨¦lites pol¨ªticas y administrativas brit¨¢nicas: un n¨²mero considerable de diputados y altos funcionarios del Reino Unido, as¨ª como un amplio c¨ªrculo de l¨ªderes econ¨®micos internacionales, son ex alumnos de la LSE. El rector saliente, John Ashworth, centr¨® sus esfuerzos en esa conexi¨®n con el mundo empresarial, chocando con la izquierda de la instituci¨®n. Sin embargo, la elecci¨®n de Giddens por parte de un consejo con clara mayor¨ªa del establishment no pone en cuesti¨®n el ¨¦nfasis empresarial, sino que intenta combinarlo con un reforzamiento del contenido intelectual y pluridisciplinario de la ciencia econ¨®mica. Se busca con ello reforzar la capacidad de an¨¢lisis de la nueva econom¨ªa global e informacional, cuya comprensi¨®n desborda las f¨®rmulas tradicionales. Es una apuesta ambiciosa que, de resultar, puede constituir un ejemplo a nivel internacional en la reconstrucci¨®n de la capacidad intelectual de gesti¨®n de nuestras econom¨ªas, capacidad que est¨¢ en crisis, hoy por hoy. En efecto, en la ¨²ltima d¨¦cada, la ciencia econ¨®mica de los mejores departamentos universitarios, desde las grandes universidades norteamericanas a la Universidad Aut¨®noma de Barcelona o a la Carlos III de Madrid, ha reforzado su aparato te¨®rico-matem¨¢tico y se ha distanciado deliberadamente de las otras ciencias sociales, y en particular de la sociolog¨ªa, consideradas poco serias. Como bot¨®n de muestra de este clima de hostilidad, uno de los m¨¢s brillantes economistas y m¨¢s desagradables personajes de la nueva generaci¨®n americana, Paul Krugman, inicia uno de sus ¨²ltimos libros con la an¨¦cdota de un profesor de Econom¨ªa que amenaza a sus estudiantes con que, en caso de ser malos economistas, en su pr¨®xima reencarnaci¨®n ser¨¢n soci¨®logos Pero, en realidad, m¨¢s all¨¢ de las provocaciones, hay mucho de razonable y de positivo en esta preocupaci¨®n de las nuevas generaciones de economistas por el rigor y la matematizaci¨®n. Es, fundamentalmente, una vacuna contra los cantama?anas, una preocupaci¨®n particularmente necesaria en pa¨ªses como el nuestro, en donde la profesionalizaci¨®n de los economistas es, en t¨¦rminos hist¨®ricos comparativos, relativamente reciente. Y es una reacci¨®n l¨®gica contra la frecuente degeneraci¨®n en ideolog¨ªa y verborrea de una sociolog¨ªa a¨²n insuficientemente profesionalizada. Pero si el reforzamiento del rigor de ambas disciplinas y su autonom¨ªa intelectual son factores esenciales para su desarrollo, su divorcio irreconciliable acarrea consecuencias negativas para ambas y, lo que es m¨¢s importante, para la sociedad. Sin caer en el economicismo, la sociolog¨ªa no puede analizar seriamente la sociedad sin saber lo que pasa en la econom¨ªa; y como los que saben de esto son los economistas, los soci¨®logos tienen que fiarse, muchas veces, de los resultados de los economistas. Por ejemplo, la teor¨ªa de la productividad, cuyos misterios s¨®lo los economistas pueden descifrar, es esencial para entender la sociedad de la informaci¨®n. Pero tambi¨¦n los economistas dependen de la capacidad de an¨¢lisis de una sociolog¨ªa rigurosa, por ejemplo en la teor¨ªa de las organizaciones aplicada a las empresas, o en las relaciones geopol¨ªticas condicionantes del comercio internacional. Ello explica que, frecuentemente, las empresas y los gobiernos busquen a sus economistas en las escuelas empresariales m¨¢s que en los departamentos de ciencias econ¨®micas. O entre los economistas acad¨¦micos con apertura a la ciencia pol¨ªtica, como en el caso de Laura Tyson, la presidenta del Comit¨¦ Econ¨®mico de la Casa Blanca hasta hace unos d¨ªas. Al encerrarse exclusivamente en la teor¨ªa econ¨®mica formal, los economistas rompen su contacto con la realidad y, por tanto, con la transformaci¨®n de la teor¨ªa por la vida, que es el principio metodol¨®gico de cualquier ciencia experimental. Entre las cuales, hasta nueva orden, est¨¢ la econom¨ªa, a menos de convertirla en matem¨¢ticas de rango inferior.
La interacci¨®n constante de econom¨ªa y sociolog¨ªa, tan rigurosas como sea posible seg¨²n cada objeto de investigaci¨®n, es un elemento esencial para entender, y por tanto gestionar, la econom¨ªa. De modo que las pol¨ªticas de empleo, de rentas, de modernizaci¨®n tecnol¨®gica, de equipamientos sociales, de negociaciones de comercio internacional y por tanto la pol¨ªtica presupuestaria necesitan incluir tanto an¨¢lisis econ¨®micos como sociol¨®gicos en t¨¦rminos intelectualmente compatibles. Considerar los problemas sociales el lado "irracional" de las decisiones econ¨®micas "racionales" es, adem¨¢s de tecnocr¨¢tico, s¨ªntoma de una mentalidad cient¨ªfica primitiva, superada desde hace medio siglo, despu¨¦s de que Keynes indujera a reparar la econom¨ªa mediante la reforma de la sociedad, con el subsiguiente resultado del cuarto de siglo de desarrolloecon¨®mico y social m¨¢s productivo y equitativo de la historia del capitalismo, de modo que el que se puedan poner de acuerdo econom¨ªa y sociolog¨ªa tiene mucho que ver con el contenido de las decisiones pol¨ªticas y empresariales con las que usted y yo tenemos que vivir cotidianamente. Por eso, la nueva orientaci¨®n de la LSE, aunando el mundo de la finanza internacional con la comprensi¨®n de la nueva sociedad de la informaci¨®n, puede ser s¨ªntoma de un reencuentro para el que nunca ser¨¢ demasiado tarde, porque, en ¨²ltimo t¨¦rmino, en la sociedad de la informaci¨®n, el c¨®mo pensamos determina c¨®mo vivimos.
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