La superficie forestal espa?ola ha crecido m¨¢s de 400.000 hect¨¢reas en los ¨²ltimos 20 a?os
El II Inventario Forestal echa por tierra el mito ecologista de que el bosque se acaba
El III Inventario Forestal Nacional, cuyos datos definitivos se har¨¢n p¨²blicos en febrero, echa por tierra los t¨®picos que se manejan en los libros de texto y entre algunos ecologistas sobre la p¨¦rdida de bosques en Espa?a. Todo lo contrario. A falta de computar oficialmente las provincias de Sevilla y C¨¢diz, el inventario arroja un crecimiento de la superficie forestal en Espa?a, en los ¨²ltimos0 a?os, de 400.000 hect¨¢reas, un territorio equivalente a toda la provincia de Pontevedra. Este espectacular incremento de los montes se atribuye a la reforestaci¨®n y al abandono de actividades agroganaderas.
Sorpresas que dan los datos. Espa?a no sufre p¨¦rdida de bosques. El terreno abandonado por los agricultores y ganaderos por la p¨¦rdida de rentabilidad de sus actividades en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas ha sido de provecho para los montes, que lo han colonizado poco a poco, sin que apenas haya mediado la intervenci¨®n del hombre, salvo en algunas reforestaciones concretas, al amparo de las subvenciones que concede la Uni¨®n Europea.El Il Inventario Forestal Nacional, que refleja la situaci¨®n de 1995, aunque los datos han sido procesados durante 1996, ha sido elaborado por la Direcci¨®n General de Conservaci¨®n de la Naturaleza, del Ministerio de Medio Ambiente.
El estudio revoca las afirmaciones realizadas en los libros escolares y algunas proclamas de ecologistas mal informados sobre la p¨¦rdida de bosques en Espa?a.
Durante los ¨²ltimos 20 a?os -en comparaci¨®n con los datos del 1 Inventario, que reflejaba la situaci¨®n de 1975-, la masa forestal ha aumentado su superficie en 400.000 hect¨¢reas.
A Mart¨ª Boada, profesor de Ciencias Ambientales de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona y premio Global 500 de la ONU 1995, no le resulta nada extra?o. "Demuestra lo poco solventes de algunas afirmaciones sostenidas por colegas ecologistas, no ec¨®logos, y en libros de texto para escolares urbanos, donde se habla de la p¨¦rdida de bosques en Espa?a con datos inexactos y contrarios a la realidad".
Diferencias regionales
Para Mart¨ª Boada, no obstante, el incremento de la superficie arbolada es un hecho que hay que explicar. "No es lo mismo que se produzca en Galicia que en Extremadura, Alicante o Navarra". La geograf¨ªa hispana ofrece tal riqueza de matices que no se puede generalizar. "Cada paisaje y cada h¨¢bitat es diferente", precisa.
Esta salvedad tambi¨¦n la tienen en cuenta los autores del Il Inventario en la presentaci¨®n provisional de los datos, en la medida en que se ha aplicado una metodolog¨ªa diferente a la del primero. En esta ocasi¨®n se han considerado como superficies arboladas algunas que fueron clasificadas como desarboladas en el primero.
A pesar de ello, y por citar un monte bien conocido por Mart¨ª Boada, la revoluci¨®n energ¨¦tica de los a?os cincuenta (sustituci¨®n de la madera como combustible dom¨¦stico e industrial por otras fuentes energ¨¦ticas) ha dado unas alas colonialistas inusitadas a los montes. En el Montseny, por ejemplo, el n¨²mero de ¨¢rboles por hect¨¢rea ha pasado de 2.000 a 20.000.
Este exceso de ejemplares ha provocado un d¨¦ficit h¨ªdrico dram¨¢tico, porque el r¨¦gimen de lluvias apenas se ha modificado. "Es como si en la terraza de tu casa pasas de tener 20 geranios a 200. Necesitas una cantidad de agua 10 veces superior. Y como no ha llovido en la misma proporci¨®n, muchos ¨¢rboles se sean", dice Boada.
Otro dato relevante que contradice las manifestaciones del secretario general de Medio Ambiente, Borja Cardel¨²s, en apoyo de algunos grupos ecologistas beligerantes contra las denominadas especies no aut¨®ctonas, es el tipo de variedades que integran esta expansi¨®n forestal.
No son los eucaliptos los que encabezan esta propagaci¨®n. Por volumen de madera, el que m¨¢s ha crecido es el pino radiata (con un 86% de diferencia sobre el I Inventario), seguido del pino carasco (71%), el eucalipto y el alcornoque (50%), la encina (49%) y el roble. Si el incremento se mide por n¨²mero de ¨¢rboles, las frondosas ganan de calle a las con¨ªferas, con un 76% frente a un 25%.
El ec¨®logo Mart¨ª Boada tambi¨¦n quiere salir al paso de lo que ¨¦l llama dendrorracismo (racismo contra determinados ¨¢rboles). Le parece una cruzada de chovinismo ambiental. Y se pregunta: "Es que va a haber que coger a cada ¨¢rbol por el pecho, abrazarle y preguntarle ?cu¨¢ntos a?os llevas en Espa?a y de d¨®nde eres? Esto del autoctonismo forestal no es m¨¢s que una postura reaccionaria propia de conservacionistas neoburgueses".
Desde el neol¨ªtico, el bosque en Espa?a es el resultado de una interacci¨®n sostenida con las distintas culturas, a?ade el ec¨®logo, quien aboga para que no se descontextualice el discurso ecol¨®gico sobre la naturaleza del ¨¢mbito social en la que se encuentra.
La leyenda del salto de la ardilla
La bonita leyenda de que hace 2.000 a?os una ardilla pod¨ªa ir saltando de copa en copa por los ¨¢rboles desde los Pirineos hasta Gibraltar, atribuida al ge¨®grafo griego Estrab¨®n, es tan bonita y lapidaria como falsa.El profesor Mart¨ª Boada se ha tomado la molestia de repasar la obra Geografika de Estrab¨®n (del 63 al 19 antes de Cristo) y no ha encontrado la cita por ning¨²n lado. No da credibilidad al hecho de que la pen¨ªnsula Ib¨¦rica haya estado nunca en las condiciones boscosas que da a entender la leyenda de la ardilla. "No es rigurosa", afirma Mart¨ª Boada, "aunque Estrab¨®n describiera los paisajes ib¨¦ricos como selv¨¢ticos".
Sostiene Boada que desde el neol¨ªtico los bosques espa?oles son el resultado de una interacci¨®n sostenible, con los habitantes de la Pen¨ªnsula en un balance oscilante, siempre en funci¨®n de las necesidades de madera o la presi¨®n invasora de la agricultura. En este momento, la p¨¦rdida de protagonismo de ¨¦sta, muestra que los montes llevan las de ganar.
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