Dionisio contra Apolo
Al escritor peruano y b¨¦tico Fernando Iwasaki le encanta discutir de f¨²tbol como si estuviera hablando del profundo sentimiento tragic¨®mico de los pueblos. Aun m¨¢s, como si estuvi¨¦ramos asistiendo a un enfrentamiento de los pueblos representados por sus dioses. Una lucha entra divinidades mayores. Y hoy es el d¨ªa del gran enfrentamiento, de la gran fiesta que, sin duda, ser¨¢ dionisiaca. Es decir, ser¨¢ atl¨¦tica, que es el grande de los equipos dionisiacos. O lo que es lo mismo, de los equipos sensuales e instintivos frente a la representaci¨®n m¨¢xima de los apol¨ªneos, el Real Madrid, siempre m¨¢s cerca de la raz¨®n, el orden y la armon¨ªa.En otros tiempos, el apol¨ªneo Real Madrid sol¨ªa dar esa cosa que el amante de las artes y las letras conocido por Valdano -?cuando se desmelenar¨¢ en dionisiaco!- llam¨® miedo esc¨¦nico. Ese miedo ya no es lo que era, no hac¨ªa falta que los titanes extreme?os lo demostraran, hace tiempo todos los que cantamos los himnos sensuales de Dioniso lo sabemos. Adem¨¢s, no somos tr¨¢gicos resentidos, sabemos movernos bien en el desorden que significa perder y sabemos beber para olvidar. Somos otra cosa. Hijos de otros excesos. Somos populares. y arbitrarios, desgarrados y siempre dispuestos al renacimiento, a la pelea, al desorden de nuestro nombre. Venimos de una pierna de Zeus y eso imprime car¨¢cter. Es cierto que no tenemos la apostura de los blancos, delicados amantes de las hojas de laurel, tan acostumbrados a los triunfos, tan mimados y tan dispuestos a dejarse mimar por una ninfa o por un peque?o h¨¦roe. Nuestra sensualidad puede ser pervertida, pero nadie puede negar que, al menos, hay sensualidad.
Nos falta, eso s¨ª, que nuestro simb¨®lico dionisiaco, nuestro representante mayor, nuestra cosa llamada Gil, sea capaz de moderar sus org¨ªas de s¨ª mismo. Que se calle en las fiestas o que reparta el vino y se emborrache y duerma. Y ya puestos, que se asesore de Capello en el vestir, que se cambie de ch¨¢ndal, de peinado, y de cabeza, que se vaya a tomar vientos a Los ?ngeles de San Rafael, que vuelva m¨¢s apol¨ªneo. Tanto como para quedarse por los alrededores de la Castellana. El resto que nos lo deje a nosotros, a los ca¨®ticos, a los que pensamos que con dioses tan fecundos y populares como Caminero o Kiko, ?para qu¨¦ nos sirve un presidente tan razonable? Y es que no se pueden confundir las fiestas dionisiacas con las cabalgatas de los reyes blancos.
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