Blancanieve regresa a la sierra
La familia Arias, impulsora del desarrollo de Navacerrada, ha sobrevivido al buen tiempo
Hace apenas una semana mientras los madrile?os se debat¨ªan entre la expectaci¨®n y el miedo a que la ola de frio paralizara sus movimientos o les provocara alg¨²n traspi¨¦, Jos¨¦ Arias, desde su venta en el puerto de Navacerrada, se embobaba viendo subir implacablemente la nieve. Aunque lleva 74 a?os contemplando los mismos bosques y los mismos valles, el paisaje de Guadarrama todav¨ªa le emociona. "Estos d¨ªas, al levantarme, miraba el term¨®metro, me acercaba a la ventana y...". Las palabras que le faltan las suple con la fascinaci¨®n que refleja su cara. "Hace unos d¨ªas baj¨¦. a Cotos y en el camino tuve que parar el coche tres veces para contemplar el paisaje. La gente se asusta con nada. Yo", bromea, "he hecho a todos mis empleados campeones de Espa?a de fondo porque con nevadas mayores que ¨¦sta, cuando nos qued¨¢bamos aislados, baj¨¢bamos andando a Cercedilla y sub¨ªamos con veinte o treinta kilos de comida. Hac¨ªamos telesqu¨ª fisico".Son las siete de la tarde. Fuera sopla una ventisca heladora y la niebla apenas permite reconocer la luz de la venta, pero Jos¨¦ Arias, Pepe para todo el mundo, est¨¢ en su salsa. Su padre, Eleuterio, conocido como "el Sherpa de Cercedilla", fue el fundador de una saga de hosteleros y esquiadores que dieron a Madrid su peque?o para¨ªso blanco. Eleuterio ten¨ªa una taberna-pasteler¨ªa en Cercedilla donde se reun¨ªan los cazadores que impulsaron el desarrollo del puerto. En la larga lista de nombres destaca Manuel Amez¨²a, un apasionado de la monta?a que en 1904 descubri¨® a los serranos unos cachivaches llamados esqu¨ªes.
Eleuterio, desde el primer momento, hizo de gu¨ªa para Amez¨²a y sus amigos cuando los domingos bajaban del tren de Madrid y enfilaban la subida hacia El Ventorillo, llamada desde entonces "El Calvario". Siguiendo los consejos de aquel "bicho raro", como ve¨ªan a Amez¨²a los parroquianos, Eleuterio se convirti¨® en la intendencia del grupo y les al quilaba los trineos, dos caballos para subir las mochilas, las raquetas y las tablas, por las que en aquel entonces cobraba dos pesetas. Eleuterio contaba -en 1963 al diario Marca que los equinos los utilizaba tambi¨¦n "el elemento femenino" cuando a?os m¨¢s tarde decidi¨® aventurarse por la sierra, pero que los aguerridos monta?eros declinaban cabalgar "porque ellos si sub¨ªan a caballo no se consideraban deportistas".
Cuando en 1923 se inaugur¨® el ferrocarril hasta el puerto, Eleuterio traslad¨® all¨ª su tienda de alquiler, encerado y reparaci¨®n de esqu¨ªs que ¨¦l mismo fabricaba. El negocio prosper¨® tanto que, como se?alaba a Marca, "aquella chabola muchos a?os m¨¢s tarde pudo convertirse en el hotel Alpino". Pronto surgieron los primeros clubes -primero el Alpino, luego, en 1928, Pe?alara- y las primeras instalaciones. El telecable, destruido por la guerra, data de 1934, y tras la contienda lleg¨® el primer telesqu¨ª. Eleuterio tambi¨¦n aument¨® sus propiedades y en 1952 fund¨® la venta.
El Sherpa inculc¨® a sus hijos el amor por estos parajes y algunos pronto destacaron en el esqu¨ª. Pepe, sin ir m¨¢s lejos, tiene en su haber 38 t¨ªtulos nacionales y Luis, ya fallecido, fue tres veces ol¨ªmpico y uno de los impulsores de Baqueira Beret. Ambos crearon una buena cantera de esquiadores entre los j¨®venes de los alrededores. "Cuando en 1948 dej¨¦ Pe?alara, mont¨¦ el Siete Picos, del que han salido todos los ol¨ªmpicos. Mi hermano Luis y yo empezamos a recoger a los ni?os de los pueblos cercanos, Cercedilla, Navacerrada, Becerril, Balsa¨ªn.... y les ense?amos a esquiar". Francisco -Paquito-Fern¨¢ndez Ochoa a los 12 minutos de nacer era ya socio de Siete Picos. Su medalla de oro en Sapporo, uno de los mayores momentos de gloria para la sierra madrile?a,, no sorprendi¨® nada a Pepe. "El y Blanca se en mis brazos, y por tanto les conoc¨ªa muy bien". Arias, previsor, hab¨ªa preparado con mucho tiempo de antelaci¨®n el comit¨¦ de bienvenida.
Otro de los honores que recuerda es haber despertado la afici¨®n al esqu¨ª a don Juan Carlos, cuando a¨²n era pr¨ªncipe; a Carmen Mart¨ªnez-Bordi¨², o a Humberto de Saboya. "Les calc¨¦ sus primeros palos y cuando lo hago les inyecto el veneno". La predilecci¨®n de la familia real por Baqueira no es un desaire para Arias. "?Qu¨¦ va! Yo se lo descubr¨ª. Les envi¨¦ all¨ª por mi hermano Luis. Adem¨¢s, no hay vez que pasen por aqu¨ª que no vengan a verme".
Desde la venta, Pepe conoce de cerca la cr¨®nica negra de la sierra. Antes de que se crearan los cuerpos especializados de la Guardia Civil y Cruz Roja, la familia Arias y los vecinos del puerto organizaban los equipos de salvamento en busca de esquiadores y excursionistas accidentados o perdidos. "Te jugabas el tipo muchas veces. Siempre que sal¨ªa lo ¨²nico que ped¨ªa es que no hubiera muertos. Era horroroso dec¨ªrselo a las familias".
El pasado mi¨¦rcoles, el sal¨®n de la venta donde se fund¨® la Escuela Espa?ola de Esqu¨ª estaba vac¨ªo, pero esa calma se romper¨ªa de nuevo el fin de semana. El invierno, ahora inclemente con los urbanitas, es el mejor aliado para los serranos. "En mi pueblo", cuenta Arias, "dicen que desde que muri¨® Franco no nieva. A partir de 1975 dej¨® de nevar y hasta el a?o pasado han sido dos d¨¦cadas catastr¨®ficas". ?l ha resistido pero ha estado al borde de la ruina. "Antes ten¨ªa 23 empleados fijos, ahora s¨®lo cinco".
Dentro de poco convertir¨¢ el viejo guardaesqu¨ªs en un museo para aquellas primeras tablas que fabricaba su padre y su nombre se prender¨¢ para siempre en Guadarrama. El telesqu¨ª con el que Valdesqu¨ª conmemorar¨¢ su 25? cumplea?os se llamar¨¢ Jos¨¦ Arias.
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