Baile de 'Macarena' ante los polic¨ªas
Las horas m¨¢s duras en la noche callejera de Belgrado se hacen llevaderas gracias a las bandejas de comida que pasean algunas amas de casa. Hay caf¨¦ caliente y algo de vino casero de mala calidad. Tres ricachones han montado en la mitad de la calle una humeante barbacoa; otros, aburridos de danzar, juegan al f¨²tbol como ronaldos blancos en una Copacabana de asfalto junto a la plaza de la Rep¨²blica.Cada relevo de cord¨®n - policial es recibido con algarab¨ªa. A los agentes que se van se les despide con aplausos y adioses. ?stos, tras el turno, dormitan en autobuses hasta que son reemplazados por otros de refresco. Los hay tambi¨¦n que matan el tiempo de guardia con una manita de cartas. No es mus, pues el ¨®rdago est¨¢ en la calle. A las siete de la ma?ana suena la inevitable Macarena (debe ser el despertador para los atolondrados): varias chicas con jers¨¦is prietos se contornean ante la mirada at¨®nita de los antidisturbios, reblandecidos por el deseo carnal.
Tras superar las 72 horas de acampada, los estudiantes se han organizado por facultades. A las nueve de la ma?ana, un grupo recoge los desperdicios acumulados y los quema en una tuber¨ªa rota que sirve de chimenea. Huele a basura quemada, como en las calles de Sarajevo cuando resist¨ªa vivo el embate ciego del nacionalismo. Ahora, otras calles aguantan otro envite: el del poder absoluto.
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