Los goles no calientan el Camp Nou
El Bar?a despacha al Rayo con un juego m¨¢s efectivo que s¨®lido y vistoso
Media docena de goles y para casa. El Bar?a despach¨® al Rayo con una actitud de funcionario aplicado y tritur¨® el fantasma del descalabro ante el H¨¦rcules. El grupo de Paquito lo puso f¨¢cil: su defensa muri¨® de inanici¨®n.Pero nadie se llama a enga?o: los seis goles maquillaron un partido que no despert¨® entusiasmo en la grada. Ni convence este equipo ni seduce su f¨²tbol. Y, dentro de tres d¨ªas, no se vislumbra que la defensa del Madrid sea un queso gruy¨¦re como la de los de Vallecas. No hay nada peor que abandonar un estadio con seis goles en el cesto y tener la certeza de que el equipo no marcha. Ni siquiera el hattrick de Ronaldo aliment¨® el optimismo.
La situaci¨®n no permit¨ªa muchas alegr¨ªas. Robson confi¨® en los mismos hombres que golearon al Betis y s¨®lo dio descanso a Blanc para reservarlo ante el Madrid. Giovanni, el otro brasile?o, y Stoichkov, los dos fichajes de la directiva, calentaban banquillo y grada. Pocas bromas: pesaba a¨²n en el ambiente el estrepitoso rid¨ªculo ante el H¨¦rcules y el miedo a saber qu¨¦ Bar?a, que parece una monta?a rusa, tocaba en suerte: si el que es capaz de vencer en Riazor o en el Villamar¨ªn, salvando momentos m¨¢s que delicados, o el que hab¨ªa cerrado y abierto el a?o con la censura del p¨²blico ante el Celta y el H¨¦rcules.
Fue un encuentro de guante blanco. El Bar?a se deshizo con una pasmosa facilidad del Rayo gracias a que exprimi¨® como un lim¨®n la mejor virtud que atesora: su eficacia brutal ante puerta. El grupo azulgrana continu¨® siendo un pu?ado de futbolistas descolocados, que sobreviven sin centro del campo y que aprovechan las galopadas por las bandas de Figo y de Sergi, de las piernas de Ronaldo y de un hombre que convierte en oro todo lo que su cabeza toca: Luis Enrique.
El asturiano salv¨® con su fe el complicad¨ªsimo partido en el campo del Betis y ayer abri¨®, de jugada de pizarra, el compromiso ante el Rayo. Ganaba el Bar?a a los 13 minutos. La grada suspir¨® aliviada.
El partido se contagi¨® de un ritmo alocado: No hab¨ªa juego, pero empez¨® una vertiginosa cascada de goles y de jugadas dudosas. Ronaldo demostr¨® que no es Dios: envi¨® a las nubes un remate en solitario ante Contreras y el Rayo respondi¨® desplegando el fantasma del H¨¦rcules. Klimowick se zaf¨® de un defensa, tuvo tiempo de ver como V¨ªtor Ba¨ªa estaba adelantado y envi¨® una vaselina que rebot¨® sobre la misma l¨ªnea de gol. Una jugada para congelar en televisi¨®n. El Rayo casi ni reclam¨® gol. No tuvo casi tiempo despu¨¦s de reaccionar ante el segundo tanto del Bar?a -Sergi, un zurdo, peg¨® un potent¨ªsimo disparo con la derecha- y ante el tercero, de Ronaldo. El recuerdo de Zaragoza fue inevitable: Ronaldo dej¨® sentado a Contreras, se escor¨® demasiado a la derecha, el bal¨®n se pase¨® por la l¨ªnea de gol, rebot¨® en un poste y un defensa del Rayo la sac¨® de la porter¨ªa de cuchara. Ronaldo no suele mentir: no se le conoce que se haya tirado a la piscina. El brasile?o reclam¨® gol, el ¨¢rbitro consult¨® durante unos minutos con su l¨ªnier y lo condeci¨® ante la sorpresa y algarab¨ªa de la grada.
Qued¨® el Rayo visto para sentencia. Llegaron dos goles m¨¢s -otros dos de Ronaldo- y el equipo, m¨¢s tenso que en otras ocasiones, se dedic¨® a contemporizar con el marcador que se?alaba un clamoroso 5-0. Robson dio, tras el descanso, salidas a los suplentes y reserv¨® a sus titulares para el Madrid. Es dif¨ªcil falsear la realidad: el Bar?a puede golear, pero no crece. No se salv¨® tampoco de silbidos de desaz¨®n. Este equipo es el m¨¢s eficaz de la Liga, pero su f¨²tbol tiene una consistencia de cristal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.