Argelia y el silencio de los intelectuales
?D¨®nde se han metido los intelectuales europeos? Su silencio es ensordecedor.La tragedia argelina se ha convertido en algo tan trivial que no hay ninguna movilizaci¨®n de intelectuales a la vista. Y, sin embargo, bajo el cielo argelino se est¨¢n cometiendo cr¨ªmenes incalificables. No se trata s¨®lo de una lucha a muerte entre dos clanes armados que s¨®lo tienen un punto en com¨²n: la falta absoluta de respeto por el individuo ni por sus derechos elementales. Tambi¨¦n se trata de una guerra despiadada que se ensa?a preferentemente con los inocentes.
El papel de los intelectuales ha consistido generalmente en ponerse del lado de los m¨¢s d¨¦biles, de aquellos que no tienen voz ni voto, de quienes no est¨¢n representados, de los m¨¢s necesitados de apoyo y protecci¨®n. Y en Argelia no pasa un solo d¨ªa sin que mujeres y ni?os sean degollados. ?De qu¨¦ se les acusa? De nada. Son el objeto de un intercambio de m¨¦todos odiosos: sembrar el terror para obligar al poder a ceder. Y en esta escalada de violencia asistimos a una puja por qui¨¦n comete las mayores atrocidades.
Hoy m¨¢s que nunca deber¨ªan alzarse las voces de los intelectuales europeos, ¨¢rabes y africanos para pedir el final de las matanzas y dar apoyo a los dem¨®cratas, a los que piensan que la soluci¨®n se encuentra en el di¨¢logo y en la negociaci¨®n. No es ¨¦ste el caso del presidente Liamin Zerual.
Elegido democr¨¢ticamente en medio de una tragedia que no acaba nunca, Liamin Zerual es un jefe de Estado poco com¨²n. Es un general de un Ej¨¦rcito que pr¨¢cticamente no ha abandonado el poder desde la independencia del pa¨ªs en 1962. Cuando ese Ej¨¦rcito recurri¨® a un civil, Mohamed Budiaf, figura hist¨®rica de la guerra de liberaci¨®n, para que dirigiera el pa¨ªs, ¨¦ste s¨®lo pudo gobernar durante un corto periodo de tiempo, pues fue asesinado a los seis meses de acceder al poder. El Ej¨¦rcito ha vuelto a hacerse cargo de la situaci¨®n. Liamin Zerual puede hacer alarde de una legitimidad obtenida por sufragio universal, pero no deja de ser el portavoz de unas Fuerzas Armadas que no acostumbran a practicar el di¨¢logo en pol¨ªtica y que se enfrentan a una situaci¨®n de guerra civil con la violencia propia de todo ej¨¦rcito cuya situaci¨®n es cuestionada por una oposici¨®n alzada en armas.
En este sentido debe entenderse la referencia realizada por Zerual en su discurso del viernes 24 de enero a las "personalidades argelinas", a las que acus¨® de "obstaculizar el progreso de Argelia". Estas personalidades son las responsables pol¨ªticas de varios partidos y movimientos argelinos, entre ellos el Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n, que en noviembre de 1994 se reunieron en Roma, bajo la ¨¦gida de la comunidad cat¨®lica de Sant' Egidio, para proponer al Gobierno "una soluci¨®n pol¨ªtica y pac¨ªfica a la crisis argelina". Y lo que se ha reprochado a estas personas que piensan que la violencia no resuelve todos los problemas es preconizar el di¨¢logo para salir de la crisis. Zerual alude a Sud¨¢n e Ir¨¢n cuando habla de "la conspiraci¨®n tramada por fuerzas extranjeras". Con toda probabilidad, los activistas isl¨¢micos reciben ayuda financiera e incluso armamento (la polic¨ªa alemana acaba de desmantelar una red de tr¨¢fico de armas con direcci¨®n a Argelia), y el Gobierno argelino ya ha acusado. expl¨ªcitamente a estos dos pa¨ªses. Pero no basta para explicar la proliferaci¨®n de matanzas y de atentados.
Acusar a "la mano extranjera", pese a que esta eventualidad no sea totalmente imposible, significa un reconocimiento de impotencia. Minimizar la importancia de las matanzas cometidas por la oposici¨®n armada y acusar a la prensa de ser complaciente con ella se inscribe tambi¨¦n dentro de esa voluntad de cerrar los ojos. La prensa argelina sufre cotidianamente la censura. M¨¢s de 60 periodistas han sido asesinados desde el comienzo de la guerra.
Desde hace varias semanas, el primer ministro, Ahmed Uyahia, no deja de asegurar a los argelinos "que el terrorismo ha sido derrotado", que s¨®lo se trata de un "terrorismo residual". La respuesta a esas afirmaciones ha sido una oleada de atentados en pleno centro de la ciudad y el asesinato con arma blanca de varias decenas de mujeres y ni?os. Desde el comienzo del mes del Ramad¨¢n, m¨¢s de 250 personas han sido asesinadas en Argelia.
El discurso de Zerual persiste hoy en esta rigidez pol¨ªtica. Promete "exterminar a los terroristas". Pero la pol¨ªtica de "erradicaci¨®n" preconizada desde el principio no ha hecho m¨¢s que reforzar la voluntad de la oposici¨®n armada de combatir el poder actual. Y precisamente de eso se trata: la guerra que tiene lugar en Argelia desde hace cinco a?os es una guerra por el poder. En ella, el pueblo es tomado como reh¨¦n y se convierte en el blanco de unos y de otros. Degollar a mujeres y ni?os es alcanzar un nivel raras veces logrado en el ejercicio de la barbarie. Es tambi¨¦n el s¨ªndrome de una irracionalidad que escapa a cualquier an¨¢lisis. No tiene nada que ver con la religi¨®n musulmana ni con la historia del mundo ¨¢rabe. Atacar a la poblaci¨®n inocente es una forma de subrayar la gran inseguridad en la que vive el pueblo argelino y acusar al Gobierno de ser responsable del deterioro de la situaci¨®n. ?sta es, sin duda, la raz¨®n por la que el ministro del Interior ha creado una "polic¨ªa municipal" (50.000 hombres) y una milicia compuesta de 60.000 hombres. Es una forma de hacer perdurar una guerra civil a la que un periodista denomina "la guerra contra los civiles".
Los dem¨®cratas argelinos buscan un mediador, alguien neutral y con poder que intervenga con la esperanza de lograr detener la tragedia. El l¨ªder del Frente de Fuerzas Socialistas, Hozin A?t Ahmed, ha lanzado un llamamiento a Estados Unidos. Bill Clinton ha respondido enseguida con una negativa. Francia est¨¢ en una posici¨®n poco adecuada. Queda la Comunidad Europea. Tal vez consiga hacer algo. Mientras tanto, vemos impotentes c¨®mo se deg¨¹ella a un pueblo y toda la indignaci¨®n del mundo no sirve para nada. Ha llegado la hora de actuar para salvar a ese pueblo atenazado entre los que deg¨¹ellan y los que erradican.
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