1997: Espa?a, en una OTAN renovada
La situaci¨®n en la que puedan quedar las islas Canarias en la nueva organizaci¨®n de los mandos de la OTAN ha despertado un inter¨¦s generalizado y han sido muy numerosas las preguntas formuladas al respecto a nuestros gobernantes. Este tema y otros igualmente importantes deber¨¢n ser debatidos a lo largo del a?o que acaba de comenzar, que ser¨¢ testigo de dos importantes acontecimientos para la Alianza Atl¨¢ntica: la aprobaci¨®n, dentro de pocos meses, de la nueva estructura de mandos y la decisi¨®n -que se tomar¨¢ a primeros de julio en la reuni¨®n en la cumbre que tendr¨¢ lugar en Madrid- de admitir como nuevos miembros de la OTAN a pa¨ªses que un d¨ªa pertenecieron al Pacto de Varsovia.Con ello culminar¨¢, en cierta forma, el proceso de transformaci¨®n de la Alianza iniciado en Londres en 1990, que se tradujo en la adopci¨®n de una nueva estrategia, pasando de la confrontaci¨®n a la cooperaci¨®n con nuestros antiguos adversarios y extendiendo el campo de actuaci¨®n de la OTAN a operaciones de mantenimiento de la paz bajo la autoridad de las Naciones Unidas (o de la OSCE).
Como es sabido, tras el refer¨¦ndum de 1986, Espa?a se integr¨® en la vieja Alianza cuando a¨²n est¨¢bamos en plena guerra fr¨ªa en unas condiciones especiales que dieron lugar al denominado "modelo espa?ol". Fue una soluci¨®n de circunstancia, posibilista e ingeniosa, que permiti¨® en el pasado una aceptable participaci¨®n pol¨ªtica y una limitada contribuci¨®n militar.
Pero la transformaci¨®n de la Alianza -aun manteniendo su esencia- ha sido tan intensa, tan profunda, que desde bastante tiempo atr¨¢s ven¨ªa resultando aconsejable abandonar nuestra situaci¨®n peculiar de aliados "de segundo orden". La inminente incorporaci¨®n de nuevos miembros convirti¨® esta necesidad en ineludible, si no quer¨ªamos quedar en condiciones de inferioridad respecto a los reci¨¦n llegados. De ah¨ª la importancia y pertinencia del acuerdo de nuestro Parlamento de incorporarnos a la estructura militar de la OTAN y normalizar nuestra situaci¨®n en la Alianza, acuerdo logrado adem¨¢s con un alt¨ªsimo grado de consenso, muy superior al que aval¨® nuestro ingreso en la Alianza en 1982 o la modalidad de participaci¨®n que fue sometida a refer¨¦ndum en 1986.
La seguridad y la defensa europeas son hoy radicalmente distintas a las de entonces. Han desaparecido conceptos como los de frentes, flancos o retaguardia. En el documento de la OTAN en el que se establece la estrategia militar de la Alianza predominan los escenarios de crisis sobre los de ambiente defensivo, hoy reducidos tan s¨®lo a uno y de car¨¢cter limitado. La amenaza ha sido sustituida por los denominados "factores de riesgo", que la OTAN agrupa en 20 ¨¢reas, de las cuales todas, menos dos, son terrestres. Los riesgos, las incertidumbres, son multidireccionales. La Alianza busca su seguridad no s¨®lo en el Este, como anta?o, sino en todo su entorno, con una clara preocupaci¨®n por la situaci¨®n en el Mediterr¨¢neo,y por el norte de ?frica, con varios de cuyos pa¨ªses se han institucionalizado los contactos. Los grandes despliegues terrestres fijos y predeterminados han dejado de existir. Tampoco son imaginables ni la batalla aeronaval del Atl¨¢ntico, ni la lucha por la superioridad a¨¦rea, ni el plan de refuerzo r¨¢pido de Europa, concebidos durante el enfrentamiento entre bloques. Por ello, el denominado "modelo espa?ol" hace tiempo que hab¨ªa dejado de tener sentido. De ah¨ª el acierto de la decisi¨®n tomada.
La contribuci¨®n militar de Espa?a a la Alianza se ha venido realizando hasta ahora en el marco de los llamados acuerdos de coordinaci¨®n, que limitan la contribuci¨®n de Espa?a a la Alianza a la defensa de nuestros territorios y su entorno y muy poco m¨¢s, con un car¨¢cter claramente restrictivo que arrastra las correspondientes contrapartidas negativas para las Fuerzas Armadas espa?olas, entre las que destaca nuestra ausencia de los cuarteles generales aliados en los que se toman las grandes decisiones militares, apenas paliada por nuestra activa presencia en el Comit¨¦ Militar de la OTAN y por nuestras misiones de enlace. Un claro ejemplo ha sido la participaci¨®n espa?ola junto a los aliados en el conflicto yugoslavo (que nada tiene que ver con lo que fue la guerra fr¨ªa), que se ha desarrollado ateni¨¦ndonos a nuestro "modelo", con el contrasentido. de prestar una contribuci¨®n militar mucho m¨¢s importante que la de varios pa¨ªses aliados y, sin embargo, no poder hacer o¨ªr nuestra voz con la misma fuerza que nuestros compa?eros de otros pa¨ªses.
En la actual estrategia militar de la OTAN, enfocada prioritariamente a la gesti¨®n de crisis, Espa?a mantiene su privilegiada posici¨®n geoestrat¨¦gica continental, mediterr¨¢nea y atl¨¢ntica, pero ha dejado de ser retaguardia de la Alianza para ser vanguardia, frontera y enlace con el norte de ?frica. Los territorios insulares balear y canario tienen hoy su valor como plataformas que prolongan la acci¨®n de la Pen¨ªnsula para un hipot¨¦tico apoyo a los pa¨ªses fraternos del Magreb, en caso necesario. El estrecho de Gibraltar, conservando todo su valor geoestrat¨¦gico como punto focal de la navegaci¨®n mundial, es hoy tambi¨¦n para la Alianza un puente para irradiar al norte de ?frica la seguridad y la estabilidad que todos deseamos para nuestros vecinos del otro continente. Ante una crisis en dicha zona, Espa?a podr¨ªa desempe?ar un papel an¨¢logo al que viene desempe?ando Italia en relaci¨®n con el conflicto yugoslavo.
Estos conceptos estar¨¢n siendo tenidos muy en cuenta, sin duda, al abordar todo lo relacionado con el mando de la OTAN que se instalar¨¢ en Espa?a. Lo realmente importante, m¨¢s que el nivel de mando en s¨ª, es la misi¨®n que se le asigne, la composici¨®n del cuartel general correspondiente y las fuerzas que pueda tener a su disposici¨®n (que debieran ser inexcusablemente combinadas e interej¨¦rcitos) en un momento dado.
Es necesario huir del "s¨ªndrome" de nuestro anterior modelo de participaci¨®n, hoy superado. A la hora de establecer un mando de la OTAN en nuestro suelo, en vez de adoptar una postura nacionalista a ultranza (como suced¨ªa con los acuerdos de coordinaci¨®n), a lo que debi¨¦ramos aspirar es a internacionalizar dicho mando lo m¨¢s posible, a implicar de lleno en ¨¦l a nuestros aliados, a comprometerles en el conocimiento a fondo de nuestro entorno. Lo mejor para nuestros intereses ser¨ªa que nuestros jefes militares y nuestras unidades estuvieran presentes y ocupasen puestos destacados en el mayor n¨²mero de mandos posibles, y que, en justa reciprocidad, tambi¨¦n estuvieran presentes nuestros aliados en el cuartel general que se instale en Espa?a. Un sistema de rotaci¨®n en los distintos puestos de militares de diversas nacionalidades facilitar¨ªa este intercambio.
La asignaci¨®n a Espa?a de un mando, de nivel subregional bien pudiera compensarse con otros elementos. Los acuerdos de coordinaci¨®n (en circunstancias m¨¢s dif¨ªciles que las actuales y sin el poderoso respaldo que ha supuesto nuestra actuaci¨®n en Yugoslavia) pueden servir de ejemplo de c¨®mo llevar a cabo negociaciones dif¨ªciles con nuestros aliados (pensemos en el acuerdo sobre el control del Estrecho) y hasta qu¨¦ punto son flexibles y razonables cuando se les presentan argumentos s¨®lidos y se es tenaz en su defensa. En la OTAN, todo -o casi todo- es posible.
La instalaci¨®n de un mando aliado en Espa?a debiera constituir un elemento catalizador de una aut¨¦ntica "modernizaci¨®n". No s¨®lo de nuestras Fuerzas Armadas, sino de nuestra sociedad, cuyo conocimiento e implicaci¨®n en temas de defensa est¨¢n hoy por hoy muy alejados del resto de nuestros aliados. Los debates sobre temas militares se reducen con frecuencia al tema del servicio militar obligatorio o voluntario y poco m¨¢s, cuando, desde el punto de vista estrictamente militar, ¨¦sta es una cuesti¨®n secundaria, aunque tenga una gran repercusi¨®n social.
Todos debi¨¦ramos aspirar a que Espa?a alcance en el plano militar el mismo nivel que el que hoy ocupa en el concierto mundial a nivel pol¨ªtico, econ¨®mico, industrial, etc¨¦tera. Nuestro pa¨ªs viene realizando un considerable esfuerzo para estar presente con fuerza en el campo internacional. Para que esta presencia sea eficaz debiera contar con el respaldo de unos ej¨¦rcitos coherentes con el resto de nuestras instituciones.
La cultura de defensa, el reservismo, la identificaci¨®n con las Fuerzas Armadas y el reconocimiento popular a su labor son cuestiones b¨¢sicas en las que a¨²n queda mucho por hacer. S¨®lo si se dan esas condiciones, Espa?a -y con ella sus Fuerzas Armadas- podr¨¢ alcanzar una aut¨¦ntica "modernidad". Junto a todo lo anterior est¨¢ la necesidad de una dotaci¨®n presupuestaria razonable que nos haga abandonar el furg¨®n de cola de los pa¨ªses de la OTAN. Para que sea realidad la manida frase de "unas Fuerzas Armadas m¨¢s reducidas, pero m¨¢s operativas" es necesario que, al igual que han venido haciendo otros pa¨ªses, contemos con un armamento y unos medios que compensen la sustancial reducci¨®n de efectivos.
A la hora de asignar responsabilidades y cometidos, ¨¦ste es tambi¨¦n un factor que pesa en la Alianza. Los F-18 de dotaci¨®n de nuestra Fuerza A¨¦rea permitieron que Espa?a ocupase un lugar relevante' en las operaciones en Yugoslavia, codo a codo con nuestros aliados norteamericanos. El portaaeronaves Pr¨ªncipe de Asturias est¨¢ prestigiando a Espa?a en t¨¦rminos insospechados. Afortunadamente, el Ej¨¦rcito de Tierra podr¨¢ contar pronto, tras una larga espera de m¨¢s de veinte a?os, con una artiller¨ªa de campa?a y unos carros de combate renovados.
El futuro es para nuestras Fuerzas Armadas ilusionante y exigente. Y la instalaci¨®n de un mando aliado en Espa?a debiera servir de acicate y de impulso para el esfuerzo nacional, como se viene haciendo en otros de la vida espa?ola, que necesitan las Fuerzas Armadas espa?olas para alcanzar el alto nivel de disponibilidad que los nuevos tiempos exigen.
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