Aquelarre y carnaval
El pintor y escritor Guti¨¦rrez Solana retrat¨® el carnaval madrile?o como un aquelarre con las sombr¨ªas pinceladas de sus cuadros y los agrios plumazos de sus cr¨®nicas. No frecuent¨® las fiestas de los casinos, c¨ªrculos y pe?as donde se divert¨ªan los se?oritos calaveras, sino los bailes populares de los merenderos de Cuatro Caminos y Tetu¨¢n donde no hab¨ªa mascaritas sino mascarones, pat¨¦ticos travestidos "a los que se les ve el bigote a trav¨¦s de las rotas caretas", travestidas "con el pantal¨®n negro estallando en las caderas" comparsas de m¨²sicos lisiados vestidos de marineritos de la flota del 98, falsos moros del Rif con una toalla liada a la cabeza y la cara pintada con corcho quemado, falsos curas, monjas y monaguillos llevando en blasfema procesi¨®n un Cristo hecho con patatas y tiras de bacalao. Hace fr¨ªo, el cielo est¨¢ encapotado y una irritante llovizna desti?e y reblandece las caretas y los disfraces de cart¨®n, los trajes mojados se ci?en al cuerpo y el barro surge por todas partes. En una esquina, un hombre vestido de oso baila al son que le marca su domador con un garrote y simula fieras dentelladas. El pintor Solana toma nota en su cuaderno de la sensaci¨®n de aplastamiento y aburrimiento, de la tristeza de estos carnavales bizarros. En la puerta de un teatrucho de madera anuncia sus bailes de m¨¢scaras la sociedad recreativa La Uni¨®n (antes La Alegr¨ªa).Para afrontar las calles de la ciudad en carnaval resulta m¨¢s pr¨¢ctico disfrazarse de oso en extinci¨®n que de bailarina caribe?a, las bajas temperaturas causan estragos entre las gentiles bayaderas dispuestas a dar un toque de tr¨®pico imposible en las carnestolendas madrile?as. Quiz¨¢ fue ¨¦ste del clima uno de los motivos por los que el caudill¨ªsimo, tan dado por otra parte a los disfraces de corte castrense, prohibi¨® los carnavales en todo el territorio bajo su mando. En C¨¢diz y Tenerife, donde los carnavales contaban con fuerte arraigo popular se recurri¨® al eufemismo, el carnaval se disfraz¨® como fiestas de invierno.
En Madrid los carnavales resucitaron espont¨¢neamente tras la muerte de Franco. El primer a?o fueron unos carnavales pos-solanescos y asilvestrados. Sin que mediara convocatoria p¨²blica o privada alguna, las calles de Malasa?a se poblaron de improvisadas m¨¢scaras y abigarrados maquillajes. El Ayuntamiento no tard¨® mucho en incorporar la impl¨ªcita solicitud popular y convoc¨® desfiles, bailes y concursos. Tierno Galv¨¢n que sab¨ªa lo suyo, entre otras cosas de disfraces, presid¨ªa, a cuerpo, disfrazado de alcalde, sin abrigo ni bufanda, el desfile de carrozas en la Gran V¨ªa. Los primeros a?os se notaba que el personal ten¨ªa muy buena voluntad, pero andaba desentrenado. El desfile de carnaval no ten¨ªa la enjundia, ni la gracia, ni la agresividad de otros tiempos. Antes del par¨¦ntesis franquista, un alcalde madrile?o prohibi¨® que los asistentes al desfile arrojaran confeti de diferentes colores. Tan enigm¨¢tica y sabia medida ten¨ªa como objeto impedir que el p¨²blico reciclara los papelillos ca¨ªdos y pisoteados del suelo para volver a lanzarlos, aprovechando para recoger tambi¨¦n alg¨²n pedrusco o desecho que otro con el que acertar todas las cabezas de los pr¨®ceres, in¨²tilmente disfrazados.Los carnavales de Madrid siempre fueron m¨¢s valencianos que venecianos, a pesar del toque refinado de los bailes de m¨¢scaras del C¨ªrculo de Bellas Artes, cita indispensable de la tradici¨®n carnavalesca de la capital. En otros tiempos la aut¨¦ntica fiesta, con ribetes de bacanal, empezaba en el C¨ªrculo, al grito de: "Que se vayan las personas decentes". Por supuesto- que nadie se daba por aludido. Hoy los carnavales madrile?os son unos carnavales decentes, convocados por un alcalde mucho m¨¢s cuaresmal que carnal. Resulta dif¨ªcil imaginar a don Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano convocando al pueblo de Madrid a la lujuria y al desenfreno, al desacato y a la s¨¢tira, caracter¨ªsticas de estas fiestas paganas. A nuestro primer edil le queda m¨¢s convincente llamar a la oraci¨®n y a la celebraci¨®n del Mi¨¦rcoles de Ceniza y no a la del domingo de pi?ata.
Vivimos en un tiempo de confusi¨®n, inmersos en un caos que ha terminado por afectar tambi¨¦n al calendario. Todo el a?o es carnaval y hay quien no se quita la m¨¢scara de persona decente ni para dormir. Todo el a?o es tambi¨¦n Cuaresma, tiempo penitencial, v¨ªa crucis y abstinencia.
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