Niebla repulsiva

Hace poco, alguna de las emisoras televisivas que conectamos repuso una pel¨ªcula menor que nos aporta ahora una met¨¢fora singularmente ejemplar sobre estos momentos de urbanidad catastr¨®fica a que asistimos: los habitantes contempor¨¢neos de una pen¨ªnsula muy marinera de la costa noreste norteamericana reciben la misteriosa invasi¨®n de una niebla repugnante, que resulta ser el magma ectopl¨¢smico de una desaparecida tripulaci¨®n, naufragada 200 a?os atr¨¢s y abandonada, sin auxilio a su suerte, a cambio de embolsarse el tesoro que portaban. Esta papilla de fantasmas cabreados acude a vengarse, asfixiando entre su densa corporeidad a los descendientes de aquellos perversos vecinos. Me temo que con lo de la reciente nube-niebla -no t¨®xica, pero asfixiante- de derivados del cloro amoniacal ha sucedido lo mismo en forma de renovada advertencia a los responsables urbanos de esta ciudad y alrededores. ?Qu¨¦ pinta una transmutadora de tales elementos qu¨ªmicos en medio de la urbanidad gigantesca de esta aglomeraci¨®n, y justamente al lado de una modesta colonia de vecinos?El caos de esta reciente cat¨¢strofe, feliz, casual o milagrosamente no consumada en lo peor, no les entrar¨¢ en el caletre previsor a nuestros mun¨ªcipes, porque suponen que la ciudad debe pagar estos altos riesgos merced a su alta rentabilidad final. Es decir, al tesoro que s¨®lo atesoran unos pocos.Insisten, con la reciente aprobaci¨®n de un plan general que consolida la aparatolog¨ªa del crash definitivo y tienden a convertirnos, solamente, en una niebla pugnante de consumidores.-