Obsesi¨®n

Si el f¨²tbol va a ser de inter¨¦s general, yo me pido cuatro muslos de futbolista, que generalmente son lo ¨²nico que me interesa de tal deporte, para hacerme con ellos la mesa en que apoyar¨¦ mi nacionalizado televisor. Y dicho esto no pienso a?adir m¨¢s a la brillante pol¨¦mica intelectual que estos d¨ªas nos arrasa, salvo que habr¨¢ que hacer algo -algo nacional, quiero decir- con el autom¨®vil Mercedes que un presidente de club le ha regalado a Sof¨ªa Mazagatos, que estaba harta de ir a todas partes en el candelabro, la pobre, y quer¨ªa viajar en un coche decente, como todo el mundo.La verdad es que tengo un poco la impresi¨®n de estar volvi¨¦ndome loca, como si me hubieran encerrado en un asilo de Charenton fin de milenio que se ha ido llenando con todos los yuppies marchitos, gilipollas de los ochenta, neoliberales asesinos de los noventa y presentadoras de la televisi¨®n de la se?orita Pepis que de vez en cuando interrumpen las noticias para glosar las virtudes de un tinte para el pelo. A este manicomio de locos tontos, de dementes bobos, me llega la reclamaci¨®n de una dama de Barcelona, Cristina, de la boutique Iris, quej¨¢ndose de que en mi reportaje sobre el Raval, que hace unas semanas public¨® El Pa¨ªs Semanal, le adjudicara la afirmaci¨®n de que "las se?oras" de la Bonanova van a su tienda a comprarse ropa interior atrevida. Obviamente, ello no significaba "todas las se?oras" de tal selecto barrio -dato imposible de confirmar, por falta de tiempo e inter¨¦s- sino "algunas se?oras". Cosa que aclaro antes de que se ponga m¨¢s gente de los nervios.

Dicho lo anterior, les recomiendo que hagan como yo y se evadan de la realidad oyendo a Mozart tanto como puedan. Eso s¨ª, clandestinamente, no se lo vayan a confiscar.