Flotando
Me levant¨¦ pronto por la ma?ana; deb¨ªa ir a comprar verdaderos regalos de ni?a para mi hija Sara en el d¨ªa de su cumplea?os. Me fui a peinar y choqu¨¦ con mi nuevo aspecto. iGlups!Quer¨ªa andar y me acerqu¨¦ a unos grandes almacenes para hacerles el homenaje por su patrocinio a la Copa del Rey. Ten¨ªa fr¨ªo en las orejas y a¨²n no hab¨ªan abierto.
Record¨¦ la noche anterior, en la que particip¨¦ en tantos programas radiof¨®nicos deportivos a los que te¨®ricamente tanto debemos los que nos dedicamos a esto y de los que yo tanto huyo. Iba de micr¨®fono en micr¨®fono y ya me empezaba a cansar de mis propias palabras.
Cuando volv¨ª a la mesa de celebraci¨®n, mis hijos dorm¨ªan, uno entre dos sillas y la otra con la cabeza apoyada encima de la mesa. Cargamos con ellos y junto a mi ayudante y la mam¨¢ de los ni?os nos dispusimos a ver la cinta de v¨ªdeo de la segunda parte de la final. Nada de an¨¢lisis. S¨®lo disfrute personal.
Contentos como est¨¢bamos, a¨²n me indign¨¦, como me pasa siempre -hasta que bajo la voz-, con la falta de enamoramiento con este deporte que muestran los que venden el producto, siempre discutiendo el valor del propio producto que tienen en exclusiva: nuestros ¨¢rbitros, nuestros entrenadores, nuestros jugadores. Baj¨¦ el volumen como otros cambian de canal. De la exigencia obtenemos miseria. Vimos nuestra remontada y captamos el momento en que los jugadores del C¨¢ceres empiezan a mostrar el miedo a ganar en sus caras. ?C¨®mo es la psicolog¨ªa humana cuando est¨¢s a punto de conseguir aquello que persigues y te sobreviene el v¨¦rtigo del propio obtenerlo?
Y pens¨¦ en la cara de Rodr¨ªguez Ibarra al final, en la entrega de trofeos. Se me anticip¨® otro pol¨ªtico, con la Copa individual; yo ya s¨®lo tuve ¨¦l estrech¨®n de manos retador que yo buscaba contra su gesto duro, de sheriff. Me re¨ªa por dentro, pero s¨®lo por ¨¦l y sus palabras previas al encuentro. (Quiz¨¢ tambi¨¦n por alg¨²n que otro populismo barato de otro tiempo).
Tom¨¦ caf¨¦ por la ma?ana con Manolo Flores, nos hicimos fotos y charlamos. Creo que creci¨® -desgranando el partido, los trucos y respuestas y planteamientos- nuestro respeto mutuo y relaci¨®n de futuro.
Ya en Badalona, celebraciones y m¨¢s celebraciones. Me desbordan y vuelve mi preocupaci¨®n y mi obsesi¨®n: no cambiar.
Voy a comer un d¨ªa de estos al santuario de la Penya, Can Mas. Como con Oleart y con el famoso Mangui y se nos une Brunet, Bruno, el Tanoka Beard de hace 35 a?os. Le pregunto por Kucharsky, el entrenador de la Penya que consigui¨® mi sue?o de entrenar a la Virtus de Bolonia y empiezan las an¨¦cdotas con Emiliano, Buscat¨®, Saporta... , el tiro de cuchara y los cambios en el baloncesto como protagonistas.
Tambi¨¦n las mujeres, pero eso ya forma parte del secreto de sumario.
Camino de vuelta a casa, saboreando el privilegio de la tertulia, miro al suelo y noto que mis pies a¨²n no lo tocan. Debo ponerme piedras en el bolsillo.
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