EL CUADERNO DE ANDAR POR CASA
En recuerdo de Soriano. F¨²tbol y literatura: dos juegos, casi una redundancia. Se trata de escaparle a la realidad por caminos distintos que rara vez se cruzan (acaso porque son paralelos). Olvaldo Soriano fue jugador de f¨²tbol y es una linda, casualidad que su primer equipo se llamara Confluencias. Era en Cipolletti, sur de Argentina, en una cancha de ripio y arena sacudida por un viento que encelaba el bal¨®n y le daba una endemoniada autonom¨ªa. Mucho deb¨ªa gustarle el f¨²tbol para que la pasi¨®n sobreviviera a esas infames condiciones. Se trataba de un delantero centro "¨¢gil pero malo", seg¨²n me confes¨® en una carta que hoy me duele porque termina del peor modo para la nostalgia: "Ojal¨¢ nos veamos un, d¨ªa y podamos charlar del Gato Felpa, de Arlt, de Cort¨¢zar y de usted yendo siempre, en un replay infinito, hacia el gol aquel". Un teletipo dice que ya no ser¨¢ posible, como si el desencuentro fuera el destino obligatorio del escritor y el futbolista. A los 20 a?os, Soriano ley¨® su primer libro y cambi¨® de fiebre. Devor¨® todo lo que importa en literatura, luego eligi¨® la noche y la compa?¨ªa de sus gatos para escribir una obra en la que conviven la fantas¨ªa y el compromiso. Nunca olvid¨® el f¨²tbol. En Cuentos de los a?os felices re¨²ne algunas de sus mejores historias bajo un t¨ªtulo que parece abrazar las dos emociones: 'Pensar con los pies'. La figura de Osvaldo Soriano fue tierna y brillantemente glosada en otras secciones de este peri¨®dico, pero este cuaderno quer¨ªa dejar constancia de su agradecimiento por haber dignificado el f¨²tbol. Una manera de homenajearlo es dejarle contar su primer encuentro con Maradona en el Mundial de Italia 90. Lo escribi¨® as¨ª: "... Fue en la concentraci¨®n de Trigoria. Al comienzo fing¨ª no interesarme en ¨¦l con el prop¨®sito de lastimar su orgullo y ganarme su atenci¨®n. Entonces, para impresionarme, se puso una naranja sobre la cabeza y la hizo bailar por todas las curvas del cuerpo sin que se cayera ni una sola vez. Por fin la atrap¨® y sin fijarse en m¨ª le pregunt¨® a su amigo Gianni Min¨¤, que me hab¨ªa llevado con ¨¦l: '?Qu¨¦ tal?, ?cu¨¢ntas veces la toqu¨¦ con el brazo?". Yo estaba embobado. '?Nunca", respondimos a coro. Maradona sonri¨® y dijo con voz de p¨ªcaro: 'S¨ª, una vez, pero no hay refer¨ª en el mundo que pueda verme'. Ten¨ªa tanta raz¨®n que me fui corriendo al hotel y escrib¨ª un cuento sobre el hijo de Butch Cassidy, cowboy, fil¨®sofo y ¨¢rbitro de f¨²tbol".Te quiero igual. Un juego simple lleno de misterios grandes. Lo digo en semana perdedora: el f¨²tbol es apasionante. Pliega y despliega los estados de ¨¢nimo a su capricho. Esta semana me toc¨® derrota brutal, de esas que lo desacomodan todo. En medio del cataclismo repaso el v¨ªdeo del partido: Valencia, 0; Las Palmas, 2 (inesperada eliminaci¨®n de Copa). Mientras observo para el an¨¢lisis vuelvo a centrifugar las sensaciones de la noche anterior. No es que me haya convertido en un sibarita del sufrimiento; s¨®lo se trata de aceptarle al f¨²tbol sus leyes, a veces despiadadas y otras gloriosas. En todo caso, le agradezco que me haya tra¨ªdo hasta aqu¨ª. Y lo desaf¨ªo para la revancha.
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