La edad de la edad
Desde el gerovital a los energizantes, desde los liposomas a la testosterona, desde los oxidantes a la melatonina, energizantes, el negocio m¨¢s seguro de estos a?os son los a?os de m¨¢s. El mercado de la edad madura se ha duplicado a lo largo de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas y seguir¨¢ aumentando aceleradamente, seg¨²n todas las extrapolaciones planetarias. En 1990 hab¨ªa unos 500 millones de seres humanos mayores de 60 a?os en el mundo; en el 2030, pueden acercarse a los 1.500.Dentro de la Uni¨®n Europea los mayores de 60 a?os representan un 20% del total de la poblaci¨®n (unos 77 millones) y en menos de 25 a?os pueden convertirse en m¨¢s de la cuarta parte (120 millones) o en m¨¢s del 30%, seg¨²n Daniel Bell y otros analistas. La edad media de la poblaci¨®n europea en el a?o 2020 ser¨¢ de 45 a?os (siete m¨¢s que en 1990) mientras los individuos con m¨¢s de 60 a?os aumentar¨¢n por encima del 60%.
Directa o veladamente, esta maduraci¨®n demogr¨¢fica se tiene por una tendencia decadente. Las personas mayores se miden hoy, casi en exclusiva, por lo que pesan en el presupuesto; por lo que desequilibran la mostrenca idea de poblaci¨®n activa y por lo que estropean con su senectud la vista.
El paradigma de la juventud sigue imperando como la opci¨®n del futuro. Pero lo viejo es acaso el paradigma de la juventud misma. Si cada vez hay m¨¢s seres humanos adultos y menos j¨®venes, ?por qu¨¦ seguir pensando igual?. Si el futuro de la sociedad es de una composici¨®n cada vez m¨¢s madura, ?c¨®mo no ver un desatino en los proyectos que repiten el modelo "agraz" de hace casi medio siglo?.
El g¨¦nero femenino, atento a su progresiva presencia en la sociedad, ha reclamado en coherencia mayor capacidad de decisi¨®n privada y p¨²blica. Lo reclaman en nombre de sus derechos, en atenci¨®n a su condici¨®n diferencial y a sus preferencias. ?Porqu¨¦ no estimar, con id¨¦nticos argumentos, las variables constitutivas de los mayores?. Tan desatinado como proyectar un porvenir sin atender el protagonismo femenino es calcular el inmediato futuro a despecho del protagonismo de la poblaci¨®n adulta. Y m¨¢s cuando en esa edad, hombres y mujeres, acercan sus aspiraciones y destinos en una igualaci¨®n que s¨®lo la biolog¨ªa consigue con tanto ¨¦xito.
Los modos de vida, los consumos, los referentes de valor evocan las gu¨ªas de una sociedad joven cuando ya esa realidad va disip¨¢ndose atr¨¢s y su fisonom¨ªa es s¨®lo una velada copia de otro tiempo. En la juventud se citan la energ¨ªa, la agresividad y las innovaciones, veloces. De esas cualidades se ha abastecido la mayor parte del siglo pero tambi¨¦n, por intervalos, las guerras han dejado la poblaci¨®n mermada de j¨®venes y de esos periodos han nacido las grandes doctrinas de la centuria.
Puede que la potencia de los cambios se ralentice en el futuro; puede que la vida se vuelva m¨¢s conservacionista, ecol¨®gica y meditativa; puede que gane el reposo y morosidad, pero ?qui¨¦n no est¨¢ deseando, en una u otra edad y a estas alturas, que las cosas tomen ese derrotero?. ?Qui¨¦n no constata, adem¨¢s, que una reordenaci¨®n m¨¢s cabal de lo econ¨®mico, lo existencial y lo pol¨ªtico est¨¢ pugnando en la definici¨®n de nuestro mejor futuro?.
A las banderas del arquetipo juvenil suceden otros emblemas de convivencia. Ni los individuos ni la sociedad fallecen en su vida adulta; unas veces se sedimentan; otras, incluso, se culminan. La idea de decadencia con la que se contempla a la tercera edad es, a estas alturas, una aberrada aproximaci¨®n que ofusca los an¨¢lisis y sus prospectivas. Tanto la idea del trabajo, como del urbanismo, la forma y los contenidos de la producci¨®n, la cultura o la pol¨ªtica, tienen ante s¨ª una opci¨®n de cambio, gracias a la madurez que hasta ahora se desperdicia. Y, el gran error, progresivamente abultado, es seguir tomando a los mayores como bultos.
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