El capitalismo convierte Mosc¨² en gran metr¨®poli y hace popular a su alcalde
Los que conoc¨ªan Mosc¨² en la ¨¦poca de la perestroika, cuando en el poder estaba Mija¨ªl Gorbachov y a¨²n exist¨ªa la URSS, dif¨ªcilmente pueden imaginar la magnitud de los cambios operados en esta ciudad de cerca de nueve millones de habitantes, sobre todo en la esfera de los servicios y comercios y en su imagen urban¨ªstica.
, De ser una ciudad muy barata, Mosc¨² ha pasado a ser la urbe m¨¢s cara de Europa, y en el mundo por su carest¨ªa le ganan s¨®lo Tokio y Osaka. Los comedores baratos que exist¨ªan en la ¨¦poca sovi¨¦tica han desaparecido y en su lugar han surgido restaurantes de todo tipo, algunos de ellos sumamente caros, como el Maxim's que funciona en la planta baja del legendario hotel Nacional, frente al Kremlin (pero tambi¨¦n McDonalds y su versi¨®n rusa, el Ruski Bistro, que, aunque ofrece mucho hidrato de carbono en forma de empanadillas, es una soluci¨®n eficaz para el almuerzo de los funcionarios que trabajan en el centro). Adem¨¢s, los hoteles antiguos han sido reconstruidos -como el Metropol, frente al teatro Bolsh¨®i- y han surgido decenas de nuevos hoteles lujosos. La mayor¨ªa de los modistos de renombre han abierto su boutique.Pero este Mosc¨² chic es el de los nuevos rusos, esa gente que de la noche a la ma?ana se ha hecho millonaria gracias a las nuevas posibilidades que se abrieron cuando cay¨® el r¨¦gimen comunista. El Mosc¨² de la gente de a pie, que no puede permitirse nada superfluo, es el Mosc¨² de fachada, con su nueva imagen arquitect¨®nica. Los nuevos edificios modernos se levantan en un abrir y cerrar de ojos al tiempo que reaparece el Mosc¨² de los templos ortodoxos. El ejemplo m¨¢s simb¨®lico de esto ¨²ltimo es la iglesia de Cristo Salvador, dinamitada por los comunistas en 1931 y reconstruida ahora.
De noche, Mosc¨² est¨¢ completamente irreconocible, si la comparamos con la ciudad de hace algunos a?os: oscura, plana y aburrida. Hoy la iluminaci¨®n se ha convertido en un verdadero arte, que unido a los centelleantes anuncios de clubes nocturnos y de diversas mercanc¨ªas dan sensaci¨®n de movimiento y vida.
La imagen de Mosc¨² est¨¢ cambiando debido tambi¨¦n a las nuevos conjuntos escult¨®ricos de Zurab Tsereteli, que han provocado una enconada pol¨¦mica en la sociedad capitalina. Un grupo de artistas se ha propuesto recolectar firmas para celebrar un refer¨¦ndum que permita desmontar los "monstruos" del escultor de origen georgiano, que es pr¨¢cticamente el artista oficial del ayuntamiento. Por si fuera poco con la cucaracha del palo, como llaman los moscovitas a la diosa de la Victoria dise?ada por Tsereteli, ahora tienen algo mucho peor: una monstruosa escultura del zar Pedro I que es imposible ignorar porque deja enanas a las torres del Kremlin. Sus detractores dicen que Pedro es, en realidad, una estatua de Col¨®n que originalmente estaba destinada a complementar en EE UU la obra que Tsereteli hizo en Sevilla en memoria del descubrimiento de Am¨¦rica. (Al descubridor le cortaron la casaca y le subieron las botas para convertirlo en Pedro l). Los artistas moscovitas, que ya han organizado tres manifestaciones contra las obras de Tsereteli, desean ahora acabar con ellas por medio de un plebiscito.
La ciudad de Mosc¨² es una de las 89 regiones que forman la Federaci¨®n Rusa, y como tal, su alcalde, Yuri Luzhkov, es miembro de la C¨¢mara alta del Parlamento. Luzhkov, que ayer iniciaba una visita a Madrid, es el pol¨ªtico m¨¢s popular de la capital rusa, que gobierna desde hace cinco a?os, y con ¨¦l Mosc¨² festeja este a?o el 850? aniversario de su fundaci¨®n. A Luzhkov hoy le queda estrecho el traje de alcalde y aspira a ser el pr¨®ximo presidente de Rusia. Su popularidad es enorme. En las elecciones de 1996 sac¨® el 89% de los sufragios, ya que por ¨¦l votaron tanto los partidarios de Yeltsin y de las reformas como los comunistas. Ahora Luzhkov se perfila como el pol¨ªtico que podr¨ªa de tener al general Alexandr L¨¦bed en caso de que hubiera elecciones presidenciales anticipadas.
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