El brasile?o
En este periodo de confusi¨®n, donde se pretende confundir el f¨²tbol total con el f¨²tbol militar, resulta muy complicado elogiar a los jugadores, sujetos a un disciplina cuartelera que les impide expresarse con todo su talento. Es la ¨¦poca de los deberes, en lugar de los derechos, de la subordinaci¨®n absoluta a los rigores de la disciplina y la obediencia. Se ha llegado a un punto donde comienzan a extinguirse las viejas suertes del f¨²tbol. Se muere la figura del regateador, se desde?a al jugador sorpresivo y heterodoxo, se repudia la habilidad como si fuera un signo decadente e inservible, se matan los rasgos diferenciales de los futbolistas. Estamos ante juego sin perfiles, sin rostros, que no concede espacio a la singularidad, a los actores que deciden escaparse del asfixiante clima que les acogota. O sea, Rivaldo.La diferencia de Rivaldo con el resto de los futbolistas es que es brasile?o. Ronaldo, por ejemplo, no es brasile?o. Es un maravilloso jugador con unas difusas se?as de identidad, un delantero sin patria que se beneficia de un primer origen brasile?o pero que no est¨¢ demasiado conectado con la l¨ªnea que trazaron Zizinho, Ademir, Did¨ª, Pel¨¦, Gerson, Rivelino, Zico, S¨®crates y Romario. Ni Ronaldo, ni Mauro Silva, por decir dos espl¨¦ndidos futbolistas, nos remiten al Brasil de toda la vida, reserva sentimental de la gente que se niega a admitir el f¨²tbol como juego opresivo.
Rivaldo representa el retorno al f¨²tbol feliz, un tipo bastante despreocupado de las fatigosas exigencias actuales. Lo que le ocupa es ofrecer todo el repertorio de la vieja tradici¨®n brasile?a. Puede que Ronaldo tenga m¨¢s poder¨ªo y quiz¨¢ llegue a ser m¨¢s desequilibrante, pero nadie resulta tan delicioso, ni produce tanto poder de fascinaci¨®n como Rivaldo. S¨®lo Laudrup, que ten¨ªa tanto ingenio como Rivaldo pero jugaba peor al f¨²tbol, ha tenido ese poder de transmisi¨®n con los aficionados.
Con Rivaldo se produce un efecto extraordinariamente beneficioso. Juega a contracorriente de la moda. Se para, hace pausas, maneja las velocidades, regatea, tira ca?os, hace sombreros e imagina soluciones por su cuenta. Todo esto desde la sabidur¨ªa, porque pone en funcionamiento todas las artes en los lugares adecuados y en los momentos precisos. Regatea cuando hay que hacerlo, pasa cuando es debido y define como Romario, todo con un aire elegante y relajado de los futbolistas que se sienten due?os del secreto de la pelota. Es decir, como la selecci¨®n brasile?a del 70, aquel equipo que instaur¨® el canon del f¨²tbol y que s¨®lo dejar¨ªa sitio a Rivaldo.
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