Caridad
Pujol cometi¨® un error en la transici¨®n: tener menos confianza en s¨ª mismo y en su partido de la que ten¨ªan los electores. Entre 1977 y 1980, el espejismo de que Catalu?a era un pa¨ªs de izquierdas hab¨ªa obnubilado la mirada de la sociedad pol¨ªtica. La base racional de tal equ¨ªvoco fue, seg¨²n creo, la rareza del PSUC, el partido de los comunistas catalanes: s¨®lo el porvenir aclar¨® que los habitantes de aquel partido eran en primer lugar antifranquistas, luego nacionalistas y muy a lo ¨²ltimo comunistas. As¨ª, el miedo a lo que la propia prensa europea lleg¨® a llamar sin pudor alguno la isla roja de Europa estuvo en la base del inter¨¦s pujolista por agrupar todas las fuerzas. De este modo llam¨® convergencia a su partido y acept¨® ir a las elecciones en coalici¨®n con Uni¨® Democr¨¢tica, entonces un insignificante partido democristiano. No confiaba en sus fuerzas, y se dio cuenta tarde de que ¨¦l heredaba la vertiente m¨¢s comercial del PSUC: a los cinco minutos de haber pactado con Uni¨® respondi¨® con una negativa sonora a la petici¨®n de Anton Ca?ellas -un disidente de Uni¨®, entonces comprometido con la UCD catalana- de integrarse en lo que ya era CiU.Durante 15 a?os, Uni¨® ha vivido de ese error. Con franciscana humildad al principio. Con jesu¨ªtico tacto luego. Hasta ahora, sus aportaciones al debate y a la pr¨¢ctica pol¨ªtica catalana han sido irrelevantes, si se except¨²a la conferencia de Duran Lleida sobre el nacionalismo y su necesidad de reforma. Razonablemente, Uni¨® s¨®lo ha sido aquella debilidad primeriza de Pujol. Pero acaso haya algo m¨¢s: su supervivencia no se explica del todo Sin aludir a las dubitativas relaciones que Pujol ha mantenido siempre con la religi¨®n y con sus ministros en el mundo: no se explica sin la mala conciencia. Quiz¨¢ por eso, ahora, su brazo flam¨ªgero se paraliza. Quiz¨¢ por eso deduzca que, como ha de haber pospujolismo, mejor bendecido.
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