Balidos cl¨®nicos: 'Hello, Dolly!'
Se pusieron algunos tan pesados con eso de llevar la cultura al pueblo, que los pueblos se despoblaron. Fue tal el mestizaje de hecho, con ayuda postrera de muchos suplementos culturales, que luego hubo consenso entre el decir de origen (?"No me jodas!") y el paladear del destino ("De alguna manera...: ?declive del requiebro, hueco del ala!"), mas, eso s¨ª, par¨¢ndose de lleno a darle vueltas, en s¨ªntesis, a la profundidad atractiva de lo entonces perdido, cuando al "yo" todav¨ªa no le hab¨ªa llegado su hora. Y, entre lo m¨¢s perdido, con su leche y su reques¨®n, ciertos animalillos mansos. Por eso, aunque ya convertidos en desertores vergonzantes, fueron muchos, en el comienzo aquel de la cosa, los empe?ados en desga?itarse, noche tras noche, con lo de la ovejita Lucera, "que se ha roto una pata, /?qu¨¦ lata, qu¨¦ lata!, /y no puede andar". Los capitalinos de savia entraban a deg¨¹ello: para ellos, era asunto de guasa, de burla en las narices ("?¨¦l lo ha querido!'') del mismo que acababa de tener la idea, disparada como cohete, de proponerle a la pandilla: "?La cantamos?". Con esa candorosa pregunta se encend¨ªa la mecha de la malicia. Aquello era, en palabras y m¨²sica de ¨¦poca, la descojonaci¨®n.Pero estaban, al lado, los m¨¢s
necesitados, los trasquilados, aquellos que la cantaban de coraz¨®n, aunque con cuatro copas. Era un pacer (con sabor a tomillo, a la sombra de un algarrobo) y no s¨®lo un cantar y un bailar, al rev¨¦s que para los asentados de antiguo, que ya ol¨ªan a Var¨®n Dandy y hasta lo aconsejaban. Pero ambos bandos se entregaban al frenes¨ª: "?Lo dem¨¢s, a m¨ª plin!". Lo dem¨¢s fue viniendo, como la cultura, a dar vueltas en sentido contrario. Sin embargo, no falta aquella foto, el primer fogonazo canoro de una aldea global, donde todos posan ("?qu¨¦ lata!", se dec¨ªa en lugar de "pa-ta-ta") con demasiado miedo o desparpajo, por igual estables. Todos, pendientes de una canci¨®n que los desune en las muecas y en el primer balbuceo, pero que los empareja = "?beeee¨¦!"- en cuanto a las dos partes les da por sospechar que un pensamiento no merece el nombre de tal si se niega a centrarse en aquello que tanto rumia. Y es una l¨¢stima que no exista esa foto ni siquiera en los archivos de El Caso, porque en ella distinguir¨ªamos que el sentido com¨²n ("hay que rumiar las cosas") nace de esa canci¨®n, de esa uni¨®n hecha fuerza, de pensamiento y obra: "?A m¨ª plin, /lo dem¨¢s!"
Y la cosa iba bien, cada oveja con su pareja, aun quej¨¢ndose mucho, hasta que la otra tarde, en Escocia, apareci¨®, sin el menor quebranto en el ser, la primera ovejita cl¨®nica, la Dolly esa. A la cultura del xum¨ªar se le ha desencajado la mand¨ªbula. Por unos segundos, vimos que la m¨¢s nuestra se esfumaba de la estampa de. F¨¢tima, por no hablar de rincones m¨¢s secretos, En pleno hervir del nuevo Siglo de Oro ("?esto se sale!"), huyeron las ovejas de Sal¨ªcio y Nemoroso, cuyo "canto sabroso" escuchaban hasta hace poco estando "muy atentas". Se vio que no fue azar la rentr¨¦e ("S¨ª, m¨ª amor") de Carmen Sevilla. Se vio de todo. Pero lo que no hab¨ªamos previsto es que la inauguraci¨®n del nuevo Teatro Real pudiera acabar siendo un ¨¦xito con Hello, Dolly!, con Paloma San Basilio de pacedora sofisticada y en paz.
Atisbando el peligro, la difuminaci¨®n de la oveja ¨²nica, dos espacios televisivos han reaccionado con prontitud profesional y sangre fr¨ªa. Un telediario nos hizo saber, por si no lo tem¨ªamos, que ese milagro cient¨ªfico ya hab¨ªa caducado, que, para portento, el que le hab¨ªa nacido a un pastor de Extremadura: una oveja con cinco patas, la quinta (nunca mala) sali¨¦ndole del cuello no se sabe c¨®mo (o s¨ª). Y la ense?aban, la ense?aba, acaso porque, como dice Arsenio del f¨²tbol, "es muy f¨¢cil sacarla". Mientras tanto, la Cultura llegaba al espacio nocturno de Pepe Navarro en la figura viva, orde?able y rumiante, de una aut¨¦ntica cabra. M¨¢s cl¨®nica que Dolly, pues hac¨ªa exactamente igual que quienes por all¨ª van y la sacan.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.