Motel Clinton
MIENTRAS EL contribuyente norteamericano no se decida a aceptar un sistema de financiaci¨®n p¨²blica de la actividad pol¨ªtica, Estados Unidos seguir¨¢ conociendo esc¨¢ndalos como los que est¨¢n empanando el comienzo del segundo mandato presidencial de Bill Clinton. A las primeras revelaciones sobre la participaci¨®n en la financiaci¨®n de su ¨²ltima campa?a de millonarios, empresas y grupos religiosos asi¨¢ticos y quiz¨¢ hasta la Embajada de China en Washington siguen ahora las que se?alan que Clinton utiliz¨® las instalaciones y servicios de la Casa Blanca y en concreto el altamente simb¨®lico dormitorio Lincoln, para "recompensar" a los ricos y famosos que entregaron m¨¢s de 50.000 d¨®lares a los recaudadores del Partido Dem¨®crata.Si la pol¨ªtica ha sido siempre en EE UU un asunto de dinero, la enorme subida de los gastos de campa?a por la publicidad pagada en radios y televisiones privadas ha convertido a partidos y candidatos en aut¨¦nticos pedig¨¹e?os. S¨¦gun sus detractores, Clinton dedic¨® en 1995 y 1996 m¨¢s tiempo y energ¨ªa a participar en pactos de recaudaci¨®n de fondos que a gobernar la primera potencia del planeta. Es una acusaci¨®n veros¨ªmil: las pruebas vinculadas al esc¨¢ndalo del dormitorio Lincoln revelan que el, presidente se. puso al frente de las tareas de recaudaci¨®n.
Tomando como base la primera enmienda de la Constituci¨®n, que garantiza la libertad de expresi¨®n, el Tribunal Supremo de EE UU ha sentenciado en reiteradas ocasiones que los individuos y las empresas del pa¨ªs son libres de entregar el dinero que deseen para apoyar sus causas pol¨ªticas, ideol¨®gicas, morales o religiosas favoritas. Desde esa perspectiva, lo dudoso y quiz¨¢ tambi¨¦n ilegal en el esc¨¢ndalo que afronta actualmente Clinton es el haber recibido dinero de extranjeros y el haber usado instalaciones p¨²blicas como la Casa Blanca para fines recaudatorios.
Clinton dice que quiere reformar el sistema tradicional financiaci¨®n de la pol¨ªtica, aunque encuentra muy poco apoyo en los dos grandes partidos. Pero el ciudadano norteamericano no parece dispuesto a pagar m¨¢s impuestos para financiar a sus pol¨ªticos, y las empresas privadas audiovisuales no ven ninguna raz¨®n para no cobrarles los anuncios como se los cobran a lo! fabricantes de bebidas gaseosas. As¨ª pues, y pese a los esc¨¢ndalos, nada hace prever cambios en esta materia.
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