Vista al pasado
Un erro aislado entre los pinares de la Acebeda y de Valsa¨ªn permite ver como era la sierra hace siglos
El futuro del Guadarrama es un nudo gordiano que, cada cierto tiempo, se l¨ªa en la Asamblea de Madrid y alg¨²n consejero que come las uvas en Baqueira lo embrolla m¨¢s tirando del ¨²nico cabo que le hace til¨ªn: el esqu¨ª. La ¨²ltima lazada de este macanudo patern¨®ster la acaba de dar el Gobierno de Ruiz-Gallard¨®n excretando un proyecto de conservaci¨®n y desarrollo de la sierra que, entre otras medidas de todo lo contrario, vaticina t¨²neles y m¨¢s carreteras para acceder a Navacerrada, as¨ª como ¨¢ngeles de la Guardia Civil expulsando de este n¨ªveo para¨ªso a iodos los no-esquiadores, no-categor¨ªa en la que se incluye desde los plastiqueros (aplausos) hasta los monta?eros que llevan subiendo a estas cumbres desde antes de que se inventara el telesilla (abucheos).A estos ecodemagogos que, so capa de favorecer la medra econ¨®mica de los pobres serranos, quieren asegurarse un forfait para la pr¨®xima legislatura poblando el Guadarrama de asfalto, "ca?ones para innivar" (sic) y urbanitas que degradan la naturaleza a parque de atracciones, habr¨ªa que llevarlos encadenados como galeotes al cerro de la Camorca, en la ladera segoviana de la sierra, para que vieran c¨®mo era ¨¦sta en el siglo XIX: sin muchedumbres, sin atascos y sin botes de aquarius despachurrados a pie de pista. Y si a¨²n les alcanzara el resuello, no les vendr¨ªa mal leer en voz alta algunos p¨¢rrafos de La Biblia en Espa?a, del misionero evang¨¦lico George Borrow, porque mucho nos tememos que no lo conocen ni de o¨ªdas.
"Tan grande es la soledad de La Granja", escrib¨ªa Borrow acerca de su paso por estos montes en 1837, "que IOS jabal¨ªes de los bosques vecinos, y especialmente los de una monta?a c¨®nica, cubierta por un hermoso pinar, que se alza inmediatamente detr¨¢s del palacio, llegan muy a menudo hasta las calles y plazas, y dejan las huellas de sus colmillos en los postes de los soportales". Don Jorgito el Ingl¨¦s -como se le conoci¨® en los mentideros de la corte durante el lustro que recorri¨® Espa?a por cuenta de la Sociedad B¨ªblica Brit¨¢nicano se refer¨ªa a la Camorca, sino al cerro del Mo?o de la T¨ªa Andrea, que cae a espaldas del palacio, pero su comentario vale para nuestro prop¨®sito exactamente lo mismo.
Visto desde la Camorca, a 1.814 metros de altura, ¨¦l Guadarrama sigue siendo la arcadia pin¨ªfera de los viajeros rom¨¢nticos. Rodean el cerro las cimas de Pe?alara (a levante), Siete Picos (a mediod¨ªa), Mont¨®n de Trigo y la Mujer Muerta (a poniente), toda con su manto de nieve y de leyendas; a sus pies, los viejos pinares regios de Valsa¨ªn y de la Acebeda corren domo olas tumultuosas por los valles del Eresma, al este, y del r¨ªo Fr¨ªo, al oeste, hasta romper en la parda llanura castellana, donde la F¨¢brica de Cristal de La Granja y la catedral de Segovia se erigen inalteradas desde hace siglos.
Aparte del panorama, que no tiene parang¨®n, la Camorca depara la oportunidad de contemplar las aves que pululan en el valle de Valsa¨ªn, cuya pl¨¦tora tampoco tiene igual en todo el Sistema Central: ratoneros, ¨¢guilas calzadas y culebreras, azores y gavilanes, picos picapinos e infinidad de pajarillos forestales se pueden ver u o¨ªr desde esta atalaya con facilidad...Tres caminos conducen a la Camorca -desde Valsa¨ªn, des de la venta de los Mosquitos y desde el puerto de la Fuenfr¨ªa- y los tres est¨¢n cerrados al tr¨¢fico (esto es conservaci¨®n y no la fiebre asf¨¢ltica de los pol¨ªticos madrile?os). De todos ellos, el que prefiere el excursionista es el que, trepando por la calzada romana de Cercedilla hasta el puerto de la Fuenfr¨ªa, baja luego por la vertiente segoviana siguiendo el suave trazado de la carretera de la Rep¨²blica y, al poco de rebasar las ruinas del convento de, Casar¨¢s, desemboca en la pradera de la Fuenfr¨ªa, donde nacen a mano derecha unas rodadas que llevan a la cima de la Camorca.O al pasado, si se mira bien.
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