La oveja y sus parejas
La clonaci¨®n de la oveja Dolly a partir del ADN de un animal adulto, realizada en el Instituto Roslin de Edimburgo por el doctor Wilmut y sus colaboradores, es un acontecimiento hist¨®rico. M¨¢s por su impacto en la opini¨®n p¨²blica, en el imaginario colectivo, y en Gobiernos, en Iglesias e instituciones, que por su estricta novedad cient¨ªfica. El mismo equipo hab¨ªa clonificado un embri¨®n de oveja en 1995 y experimentos similares con embriones se hab¨ªan realizado ya en distintos lugares del mundo. Tras el anuncio de Wilmut, el 1 de marzo, los investigadores de la Universidad de Ciencias de la Salud de Portland, Oreg¨®n, han revelado la clonificaci¨®n de varios monos a partir de embriones, acerc¨¢ndose as¨ª a¨²n m¨¢s a las condiciones de los humanos.Estos experimentos se incluyen en una tendencia fundamental: la creciente capacidad de manipulaci¨®n gen¨¦tica en mam¨ªferos, incluyendo, desde luego, los humanos. En algunos laboratorios de la industria biotecnol¨®gica, como en Genzyme Transgenics, de Massachusetts, ya hace tiempo que se utilizan animales transgen¨¦ticos (es decir, modificados con genes de otros tipos de animales) para producir f¨¢rmacos. Hay en el mundo miles de ratones gen¨¦ticamente producidos o alterados para experimentos diversos. Varias empresas est¨¢n desarrollando cerdos modificados gen¨¦ticamente para producir ¨®rganos de posible trasplante en seres humanos. Y la terapia gen¨¦tica, incluyendo la modificaci¨®n gen¨¦tica en el feto humano, es ya una tecnolog¨ªa disponible en algunos hospitales en la punta de la investigaci¨®n.
Por otro lado, la ingenier¨ªa gen¨¦tica es una pr¨¢ctica com¨²n en la producci¨®n de vacas lecheras y otros animales, as¨ª como en numerosos productos agr¨ªcolas. La tecnolog¨ªa de Wilmut est¨¢ a¨²n en fase experimental incipiente, como demuestra el hecho de que Dolly, nacida hace siete meses, es la ¨²nica superviviente de 227 pares de c¨¦lulas en los que la donante era una c¨¦lula de animal adulto. Y nada asegura su normal desarrollo, por lo que a¨²n es pronto para considerar la t¨¦cnica utilizada como viable. Con todo, se ha cruzado un nuevo umbral de la revoluci¨®n biol¨®gica en curso. Un umbral que, por su espectacularidad, ha desencadenado una tormenta de comentarios y reacciones, muchos de ellos oscurantistas e inspirados por la ignorancia, la politiquer¨ªa y los prejuicios de origen religioso (a distinguir de las muy respetables creencias personales). En este contexto de confusi¨®n generalmente mal informada cabe preguntarse: ?cu¨¢les son las consecuencias reales de los clones animales y, potencialmente, humanos?
En el campo industrial, el impacto directo es menos importante de lo que parece, teniendo en cuenta la difusi¨®n previa de las pr¨¢cticas citadas de manipulaci¨®n gen¨¦tica. Su principal aplicaci¨®n parece ser en la experimentaci¨®n con animales, puesto que un ADN id¨¦ntico permite medir los efectos de drogas, genes o virus introducidos en algunos de los espec¨ªmenes. Tambi¨¦n es importante en la biotecnolog¨ªa farmac¨¦utica, en particular en la producci¨®n de prote¨ªnas terap¨¦uticas, un mercado que representa en la actualidad unos 7.600 millones de d¨®lares y se estima crecer¨¢ hasta 18.500 millones en el a?o 2000. En cambio, en contra de opiniones poco informadas, la producci¨®n en serie de superanimales clonificados de ejemplares selectos de vacas, ovejas o cerdos es desaconsejada por los expertos. La raz¨®n es que cualquier epidemia podr¨ªa eliminar toda la caba?a, al perder los animales su resistencia diferencial a las enfermedades, un mecanismo central en la reproducci¨®n de las especies a lo largo de la evoluci¨®n. Con las posibilidades ya existentes de mejora gen¨¦tica y selecci¨®n de especies por hibridaci¨®n, la relaci¨®n entre clonificaci¨®n e industria ganadera es muy directa: pasa a trav¨¦s de la experimentaci¨®n m¨¢s que en la producci¨®n en serie.
?Y los humanos en todo esto? ?No le gustar¨ªa tener un hijo clon igualito a usted? ?O clonificar a Miss (o Mister) Tailandia para su uso personal? ?Es ello posible cient¨ªficamente? ?Y legalmente? ?Y socialmente? Cient¨ªficamente, en principio, parece ahora posible producir un clon gen¨¦tico, tanto a partir de embriones como del ADN de un humano adulto. Si se puede hacer con otros mam¨ªferos, y en particular con los monos, se puede hacer tambi¨¦n con humanos, aunque problemas t¨¦cnicos considerables quedan a¨²n por resolver (la activaci¨®n del ADN en el embri¨®n humano se produce mucho antes, que en el de la oveja), pero no son insalvables.
Legalmente, est¨¢ expl¨ªcitamente prohibido en algunos pa¨ªses, tales como Espa?a o el Reino Unido, pero nada se opone a ello en muchos otros, y en particular en Estados Unidos. La situaci¨®n legal puede cambiar bajo el impacto de las noticias de estos d¨ªas: Clinton ha nombrado una comisi¨®n para dictaminar sobre el tema. Es muy probable que en la Uni¨®n Europea, en Estados Unidos y en las instituciones internacionales se elabore, ampl¨ªe y precise la reglamentaci¨®n sobre la manipulaci¨®n gen¨¦tica en humanos.
Pero aun suponiendo que se llegue a una estricta reglamentaci¨®n, incluso prohibici¨®n, si hay suficiente inter¨¦s en la clonificaci¨®n humana, se utilizar¨¢. No hay ejemplo hist¨®rico de una tecnolog¨ªa importante que, pese a sus peligros potenciales, no se haya utilizado una vez descubierta. El ejemplo m¨¢s claro es el de la tecnolog¨ªa nuclear. Por ello, las verdaderas preguntas son: ?tiene inter¨¦s? ?Y cu¨¢les son las condiciones reales para el control de su utilizaci¨®n? Pese a la espectacularidad del tema, en el fondo, el inter¨¦s directo de la clonificaci¨®n del ADN de adultos humanos tambi¨¦n es limitado. Porque, en realidad, una persona individual, como tal, no se puede clonificar. O sea, que tranquil¨ªcese: usted es ¨²nico e irreproducible. La raz¨®n es que no somos s¨®lo estructura gen¨¦tica, sino el resultado de la interacci¨®n entre el ADN y su circunstancia, o sea, la vida misma. Y no por alg¨²n tipo de esencia divina, sino por el funcionamiento del cerebro. Las neuronas cerebrales se configuran y reprograman en interacci¨®n con su medio ambiente, reaccionando a lo que experimentan. Y la din¨¢mica cerebral modifica el organismo viviente a lo largo de la experiencia acumulada. Por lo que partiendo del mismo ADN se pueden constituir personas absolutamente diferentes, incluidas sus capacidades sexuales (lo siento por su fantas¨ªa), derivadas de una diferenciaci¨®n de est¨ªmulos a lo largo de su evoluci¨®n.
En realidad es algo que todos sabemos: que los gemelos, incluso cuando viven en la misma familia, tienen caracter¨ªsticas y personalidades propias. Y un clon no es sino un gemelo de una generaci¨®n distinta. De modo que la clonificaci¨®n es mucho menos importante que la manipulaci¨®n gen¨¦tica selectiva en la reproducci¨®n de la especie, Es en esta manipulaci¨®n gen¨¦tica en donde la capacidad de clonificar adultos o embriones s¨ª puede desempe?ar un papel decisivo, por ejemplo, en la procreaci¨®n in vitro o en la producci¨®n -en animales- de ¨®rganos gen¨¦ticamente humanos para su futuro trasplante. Te¨®ricamente, la aplicaci¨®n m¨¢s directa de la clonificaci¨®n humana ser¨ªa la de producir seres con ¨®rganos compatibles con los del modelo para su utilizaci¨®n como repuestos en caso de necesidad. No se puede descartar que las empresas criminales intenten alguna operaci¨®n de este tipo en el a?o 2075, pero obvias dificultades institucionales y lo restringido de mercados limitado! a unos cuantos billonarios sin escr¨²pulos hacen de esta hip¨®tesis una lucubraci¨®n marginal.
M¨¢s all¨¢ de las pel¨ªculas de monstruos y de los prejuicios anticient¨ªficos del fundamentalismo religioso o ecol¨®gico, lo que el actual debate plantea es la urgencia del control social de la experimentaci¨®n gen¨¦tica tanto con humanos como con animales y plantas. Es cierto que estamos jugando con fuego al no poder situar estos experimentos en el conjunto de interacciones del ecosistema biol¨®gico, algo que el estado actual de la ciencia no permite, por muchos modelos de simulaci¨®n que hagamos. Pero el control burocr¨¢tico de la experimentaci¨®n no lograr¨¢ atajar el desarrollo de la manipulaci¨®n gen¨¦tica. Se trata de una tecnolog¨ªa relativamente f¨¢cil de utilizar a partir de un conocimiento cient¨ªfico que se difunde cada vez m¨¢s, por Internet entre otros medios. Empresas, Gobiernos, instituciones cient¨ªficas e individuos disponen de un saber que no ocupa lugar, pero que puede ser utilizado, en instalaciones sencillas, con extraordinario beneficio cient¨ªfico, m¨¦dico, econ¨®mico y pol¨ªtico.
Los mecanismos administrativos de control no pueden controlar realmente, incluso con una nueva Inquisici¨®n como la que reclaman algunos gobernantes en estos momentos. Un colega, soci¨®logo de Berkeley, que preside la comisi¨®n de control bio¨¦tico del proyecto Genoma Humano del Gobierno estadounidense, me asegura que el papel de esta comisi¨®n y otros organismos similares es puramente simb¨®lico. Las decisiones reales se dan en los laboratorios y en las empresas, con escaso conocimiento de los ciudadanos, exceptuando algunas protestas ecologistas. Y ¨¦ste es el punto clave. S¨®lo una sociedad informada y participativa puede realmente orientar a los cient¨ªficos y a los industriales en todos los ¨¢mbitos de aplicaci¨®n biogen¨¦tica. Y s¨®lo el conjunto de la sociedad, y no unas cuantas burocracias, puede adaptarse flexiblemente a los desarrollos continuos de la nueva frontera cient¨ªfica, escogiendo en cada momento las alternativas concretas en que se definen los beneficios y costes de la revoluci¨®n biol¨®gica.
El actual debate sobre aplicaciones gen¨¦ticas se plantea en t¨¦rminos casi medievales de la osad¨ªa de la ciencia humana contra los atributos divinos. Cuando lo realmente tr¨¢gico es el desfase cada vez mayor entre nuestro desarrollo tecnol¨®gico y nuestro subdesarrollo informativo, social y pol¨ªtico. Un retr¨®grado sarcasmo, tiempo ha, ridiculizaba la democracia aludiendo a la posibilidad de que el Parlamento representativo de los ciudadanos decidiera sobre la existencia de Dios mediante un voto. Pues bien, en el momento en que hemos descubierto que nosotros somos, si no Dios, al menos s¨ª nuestro propio creador, tal vez habr¨ªa que tomar en serio informar, debatir y votar sobre las condiciones y objetivos de dicha creaci¨®n. Porque, a diferencia de las ovejas, podemos entender y decidir nuestra vida, con la venia de nuestra pareja.
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