El gigante Pollini
Cada vez que viene a Madrid Maurizio Pollini (Mil¨¢n, 1942) se produce instant¨¢neamente un reencuentro con la memoria. Es dif¨ªcil resistirse al recuerdo del painista italiano con sus Chopin y Schumann del 95, o con sus Debussy y Stravinski del 91, o con sus Brahms, Beethoven, Sch?nberg y Stockhausen del 88 en los ¨²ltimos d¨ªas del Teatro Real.Cuando se habla de Pollini salta r¨¢pidamente a la mente la palabra perfecci¨®n, perfecci¨®n entendida al margen del virtuosismo o del apabullante dominio t¨¦cnico, y centrada en la vivencia de la m¨²sica desde su esencia. Pollini es sobrio en el gesto y las actitudes, carece de ret¨®rica y construye las tensiones musicales desde un ensimismamiento fascinante. La reflexi¨®n, la organizaci¨®n creativa y la inteligencia saltan a un primer plano. La emoci¨®n siempre vendr¨¢ a partir de estas preimisas. Con todo ello el int¨¦rprete se enmascara y el protagonismo pasa de una forma inevitable a la m¨²sica.
Maurizio Pollini
Obras de Chopin y Debussy.Auditorio Nacional. Madrid, 9 de marzo.
En el primero de sus dos conciertos madrile?os del 97 (el segundo ser¨¢ ma?ana: un monogr¨¢fico Beethoven) interpret¨® obras de Chopin y Debussy. Pollini es un artista culto e inquieto que no pone reparos a Stockhausen o Nono, ni tampoco a Gesualdo o Monteverdi, pero que alcanza su plenitud en compositores como los que durante estos d¨ªas est¨¢ recreando en el Auditorio de Madrid. De Chopin eligi¨® un preludio, dos baladas, una berceuse y un scherzo perfectamente complementarios entre s¨ª para comprender la genialidad de un m¨²sico que en las manos y la cabeza de Pollini alcanza toda su gracia, romanticismo y vitalidad. Con Debussy la aproximaci¨®n fue m¨¢s intelectual y, si cabe, a¨²n m¨¢s asombrosa. Los Preludios del compositor franc¨¦s son una joya de la literatura pian¨ªstica de todos los tiempos y as¨ª nos lo hizo ver Pollini en su m¨¢gico desglose de los 12 del primer libro. Las ideas musicales iban y ven¨ªan en una aut¨¦ntica fiesta del esp¨ªritu. Asist¨ªamos, espectadores privilegiados, al gran triunfo de una inteligencia en plena ebullici¨®n. Pollini se agigantaba, y de paso agigantaba a Chopin y Debussy. El equilibrio dial¨¦ctico se hab¨ªa efusionado ejemplarmente con el placer musical.
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