El Camp Nou se emborracha con la Copa
El Bar?a elimina al Atl¨¦tico en un partido emocional, cambiante y muy pl¨¢stico
El Camp Nou se emborrach¨® anoche con una fiesta copera desbecada. Respondi¨® la contienda al gui¨®n. No hay hoy en el f¨²tbol espa?ol nada equiparable a un cuerpo a cuerpo entre el Bar?a y Atl¨¦tico. Fue un di¨¢logo emocionante, con idas y venidas en el marcador, muy cambiante, propio de unos duelos ya ¨¦picos, muy carnales, que dejan a uno y otro t¨¦cnico sin voz; a los dirigentes, sin voto, y a los futbolistas, entregados a la hinchada. Un ceremonial en el que el Barca se mueve muy a gusto y el Atl¨¦tico se consume sin remisi¨®n.El partido estuvo de parte rojiblanca mientras la. disputa tuvo un tono racional. Fue un equipo m¨¢s puesto, m¨¢s organizado, mucho m¨¢s cabal. El bagaje futbol¨ªstico, sin embargo, nunca es un argumento suficiente cuando el Bar?a consigue llevar la contienda a la vena pasional. Es entonces un grupo irresistible, incontenible, de una pegada brutal. El m¨¦rito del equipo azulgrana radic¨® precisamente en provocar la irracionalidad con uno de los equipos m¨¢s cuerdos del curso. El rival se qued¨® desnudo, tirado, ante el embrujo que despert¨® aquel grupo de h¨¦roes dispuestos a salvar su honor, el del hincha, el del entrenador y el del presidente.
El Atl¨¦tico se equivoc¨® al creerse capaz de apear al Barca sin bajar del avi¨®n, como cuando Helenio Herrera se erig¨ªa en campe¨®n con los dos pies en el autocar, con una suficiencia arrogante. Iba el grupo de Antic con un billete de ida y vuelta, expedido el mismo d¨ªa por un portero de feria como Ba¨ªa,'para facturar al Barcelona.
La programada ceremonia de intimidaci¨®n del equipo de Gil destempl¨® a los azulgrana. Presa de su propia prisa por agarrarse a competiciones a corto plazo, el Barcelona se dio por muerto a la media hora. Tres llegadas del Atl¨¦tico rompieron el espinazo defensivo azulgrana. Pantic retrat¨® a Bar?a una y otra vez por el mismo costado. Fueron tres entradas seguidas, limpias de polvo y paja, adornadas por la blandura de manos del meta, que dejaron al grupo de Robson tumbado sobre la cancha como un pelele.
El t¨¦cnico ingl¨¦s dobl¨® la rodilla con un equipo muy suyo. La alineaci¨®n propon¨ªa un duelo por eliminaci¨®n. Puso a todos los centrales en n¨®mina, salvo Nadal, y a cambio, como si fuera una concesi¨®n a la grada, aline¨® a De la Pe?a a rebufo de Ronaldo. La r¨¦plica de Antic result¨® sorprendente. Le gan¨® la mano a Robson incluso en los uno contra uno. Prodan sac¨® del campo a Ronaldo con una marca impecable en el primero tiempo, el Bar?a no tuvo tiro y, en cambio, tom¨® disparos desde todos los flancos.
Volcado el juego sobre una ¨²nica banda, Aguilera sac¨® a su equipo con suficiencia. Le bast¨® una carrera para cambiar toda la orientaci¨®n de la eliminatoria y mandar el resultado del partido de ida a paseo (2-2). El gol desencaden¨® un mon¨®logo atl¨¦tico: 0-3, tres goles de Pantic. Iba y ven¨ªa el cuero al pecho de Kiko, llegaba Pantic, corr¨ªa Aguilera. El, juego posicional, con y sin bal¨®n, sac¨® de la cancha a un Barca sin portero, sin. defensa y sin Ronaldo.
Robson despert¨® a tiempo. Mand¨® a dos de sus centrales a la caseta (Blanc y Popescu) y sac¨® dinamita (Pizzi y Stoichkov). Qued¨® parado entonces un equipo m¨¢s aseado, m¨¢s espaciado, m¨¢s ordenado, m¨¢s definido y, al tiempo, m¨¢s agresivo, enrabietado, deseo.so de devolver, gol a gol, la humillaci¨®n a la que le hab¨ªa someti¨® el Atl¨¦tico.
La fiereza azulgrana calm¨® la ira de la grada, encorajinada por igual con el entrenador y el presidente, y devor¨® al rival. La organizaci¨®n rojiblanca qued¨® ridiculizada por las ansias de venganza azulgrana. Ni siquiera el cuarto gol de Pantic atemper¨® la casta barcelonista. La fe en la proeza le puso a resguardo de cualquier adversidad.
La remontada fue tan calculada que incluso le quedaron ocho minutos para saborearla. La primera l¨ªnea de presi¨®n del Atl¨¦tico se descompuso y los azulgrana llegaron al ¨¢rea con puntualidad. Ronaldo le cogi¨® la espalda a Prodan, Stoichkov abri¨® el campo y Pizzi puso la piqueta, con Iv¨¢n y Guardiola tirando la ca?a desde la l¨ªnea de medios. El Bar?a tom¨® el cuero hasta reventarlo y el Atl¨¦tico pereci¨® por inanici¨®n. Malo cuando Kiko y Caminero no salen en las fotograf¨ªas y no est¨¢ Simeone para marcar la raya.
El paquete de delanteros azulgrana -Pizzi, Stoichkov, Ronaldo- oblig¨® a reforzar la zaga rojiblanca y Antic se qued¨® con un equipo partido por la mitad: a base de retroceder medios para tapar a los atacantes azulgrana, perdi¨® el mando y el control del partido y fracas¨® cuando quiso intercambiar golpes.
El car¨¢cter del grupo y la profundidad de la plantilla barcelonista pusieron a salvo el partido, la eliminatoria y qui¨¦n sabe si al banquillo y el palco en pleno. Dispone el Bar?a de recursos suficientes incluso para remontar tres goles en contra y sobrevivir a la peor de las contrariedades. Por encima de cualquier disfunci¨®n, el Bar?a de Ronaldo tiene gol. Posee una facilidad desconocida para engancharse al partido m¨¢s descosido a base de goles.
El Atl¨¦tico cay¨® en la propuesta del Barcelona de jugar a tumba abierta y no tuvo tiempo para reparar las v¨ªas de agua abiertas. El f¨ªsico de Pizzi aclar¨® el ¨¢rea, Stoichkov abri¨® la banda de L¨®pez y Ronaldo sac¨® su gatillo. Hubo barra libre en el ¨¢rea rojiblanca para futbolistas de sangre caliente.
El choque adquiri¨® tal velocidad que sobrepas¨® al ¨¢rbitro. Iba el colegiado perdido por la cancha, con los azulgrana pasando de su silbato y los atl¨¦ticos buscando c¨®mo parar aquella locura de partido. Tirado el grupo azulgrana sobre el campo contrario, las ocasiones de gol se fueron sucediendo acordes con el discurrir del reloj. Era s¨®lo cuesti¨®n de punter¨ªa, y la efectividad barcelonista result¨® indiscutible. El partido adquiri¨® as¨ª un tono de ¨¦pica para el Barcelona y de tragedia para el Atl¨¦tico. La magia del estadio llevaba medio tiempo anunciado el resultado.
?nicamente equipos tan sentimentales como el Barcelona y el Atl¨¦tico son capaces de convertir los tr¨¢mites en heroicidad. Le bastaba al Barra un empate a cero y gan¨® por 5-4. Lleg¨® a tener el Atl¨¦tico una ventaja de 0-3 y 2-4 y acab¨® pidiendo la hora para no encajar el sexto. El marcador, digno de otra ¨¦poca en que los futbolistas siempre tomaban la palabra antes que los dirigentes, expres¨® con fidelidad el cuerpo que tuvo la contienda, envidia de cualquier contienda inglesa. Un partido as¨ª se merec¨ªa el marco de una final simplemente por su plasticidad.
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